El martes 20 andaba la luna envuelta en un halo de misterio muy a propósito para un cuento gótico, pero a mí me interesaban más los diferentes matices de color en que se concretaba ese halo. Cogí la cámara y disparé varias veces. Incluso tiré un poco de zoom para ver cómo quedaba recogida la luz un tanto espectral que la rodeaba. Arriesgué mucho. Sin trípode, una exposición de dos segundos tenía todas las posibilidades de ofrecer un resultado muy movido. La suerte me acompañó:
Y al ampliar la imagen es cuando llegó la sorpresa. Yo conozco el cráter Schiller, si bien nunca me había preguntado por qué tiene ese nombre. Más aún, me parecía que el bueno de Friedrich, indiscutible escritor europeo, no tenía méritos relacionados con la astronomía como para figurar ahí. Error.
Error el mío al pensar que mi Schiller, el destacado poeta y dramaturgo, tenía que ser el del cráter lunar. De literatura no sé mucho, pero algo sé; ahora bien, mi ignorancia es enorme sobre otras muchas materias. Claro que mi Schiller carece de méritos para haber dado su nombre a un cráter, pero no Julius Schiller, un abogado compatriota suyo, que vivió a caballo entre el siglo XVI y XVII, y que realizó un atlas del cielo, el Coelum Stellatum Christianum, donde todas las constelaciones, como bien puede suponerse por el nombre, las transformó en personajes bíblicos. Así, por ejemplo, Orión —la del cinturón— quedó convertida en José —el de Jesús, José y María—. Tomo este ejemplo porque ahora en invierno puede verse muy bien sobre el horizonte sur a horas tempranas de la noche.
Fuente:Wikipedia. |
En el enlace podéis ver todos los dibujos que componían el atlas del cielo que publicó en 1627.
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