viernes, 10 de diciembre de 2021

GUIDO CAVALCANTI, POESÍA COMPLETA

 

Editorial
Poco después de que dedicara una entrada a Cavalcanti y a la curiosa manera en que tuve la oportunidad de conocer su obra hace ya muchos años, ha llegado hasta mí la edición de su poesía completa realizada por Rossend Arqués Corominas para la editorial Cátedra. Desde luego, si hoy tuviera que decidirme por alguna de las dos, y si fuera el primer encuentro con el poeta medieval, sin ninguna duda optaría por esta última, aunque la traducción de Masoliver me gusta más. El trabajo introductorio, la bibliografía, la multitud de notas aclaratorias, los riquísimos comentarios y las paráfrasis que acompañan a cada poema hacen de ella una edición de auténtico lujo. 

Seguramente, habrá quien prefiera la obra desnuda y sin acompañamiento, ya sea porque no quiere intermediaciones, porque conoce bien la literatura medieval, o porque domina el italiano del XIV. Yo qué sé. Pero para quienes se acercan por primera vez a la obra de un autor extranjero, que pertenece a otra época distinta de la nuestra y cuya obra está intensamente relacionada con el acontecer histórico y literario de un momento, este tipo de ediciones escolares, universitarias, o como queramos llamarlas son siempre de agradecer. Estar acompañados de un especialista en todo momento, es como visitar un lugar histórico del que nada sabemos y hacerlo con la mejor guía posible. 

Nunca ponderaré lo suficiente el trabajo de editoriales como esta, que han enseñado a leer los tesoros de la literatura universal a unas cuantas generaciones.

La traducción corresponde a Luis Martínez Merlo.


SOMOS LAS TRISTES PLUMAS DESMAYADAS


Somos las tristes plumas desmayadas,
la cuchilla doliente, el cortaplumas,
que 
dolorosamente hemos escrito 
las palabras aquellas que escuchasteis.

Ahora os diremos el porqué escapamos
y ante vos con presteza hemos venido:
dice la mano que nos manejaba
que siente que aparecen
temibles cosas en su corazón;

que de tal forma a aquel lo han destrozado,
y lo han puesto tan cerca de la muerte,
que no le quedan más que los suspiros.

Ahincadamente ahora os suplicamos
que no os neguéis a darnos acogida,
mientras que un resto de piedad os quede.

Señala Arqués Corominas con gran acierto la invención de Cavalcanti de la figura literaria de los utensilios de escritura como trasunto melancólico de la ausencia del poeta. E insiste: La singularidad del texto estriba en esa ausencia del yo poético para pasar la palabra a los instrumentos de la escritura (p 312). Esa disolución del yo lírico —absolutamente contemporánea— es, posiblemente, la primera vez que aparece en la poesía. ¿No es fantástico?

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