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No escriba poemas de amor. Al principio eluda aquellas formas que son las más corrientes y comunes; son las más difíciles (p 21).
Preste atención a lo que su propia vida cotidiana le ofrece; describa sus tristezas y anhelos, los pensamientos fugaces y la fe en algo bello; descríbalo todo con sinceridad íntima, callada y humilde y, para expresarse, sírvase de las cosas que le rodean, de las imágenes de sus sueños y de los objetos de sus recuerdos (p 22).
Siento que ningún ser humano puede responder a ninguna de las preguntas y sensaciones que, en su profundidad, tienen vida propia. Porque incluso los mejores se equivocan con las palabras cuando quieren nombrar lo más sutil e indecible (p 40).
Créame, la vida siempre, siempre tiene razón (p 86).
Estos y otros muchos son los consejos que R. M. Rilke dirigió a Franz Xaver Kappus, quien entonces se iniciaba en el arte de escribir poesía y no encontró mejor quehacer que escribir a Rilke para que este le aconsejara. Gracias a la iniciativa del joven Kappus hoy podemos saborear las buenas maneras, la humildad y la sabiduría del gran poeta centroeuropeo.
Al joven poeta que daba los primeros pasos en la escritura le debemos agradecer el acierto de publicar las cartas después de que el maestro muriera. De esta forma, permitió que los demás pudiéramos disfrutar de ese legado.
Es curioso contrastar cómo algunos de los consejos que Rilke ofrecía a F. X. Kappus no los había tenido en cuenta él mismo, pero más curioso aún resulta el enorme esfuerzo por contestar siempre, estuviese donde estuviese o tardara lo que tardase, independientemente de las circunstancias. Ya he dejado dicho en otro momento que Rilke es, por encima de todo, un portentoso escritor de cartas: contestó siempre a toda persona que se puso en contacto con él y lo hizo con una amabilidad exquisita.
De estas diez cartas todavía hoy seguimos aprendiendo, y son especialmente valiosas para quienes deseen iniciarse en el arte poético, como bien sabían los jóvenes poetas de los años treinta en Europa. Regaláoslas.
Estos y otros muchos son los consejos que R. M. Rilke dirigió a Franz Xaver Kappus, quien entonces se iniciaba en el arte de escribir poesía y no encontró mejor quehacer que escribir a Rilke para que este le aconsejara. Gracias a la iniciativa del joven Kappus hoy podemos saborear las buenas maneras, la humildad y la sabiduría del gran poeta centroeuropeo.
Al joven poeta que daba los primeros pasos en la escritura le debemos agradecer el acierto de publicar las cartas después de que el maestro muriera. De esta forma, permitió que los demás pudiéramos disfrutar de ese legado.
Es curioso contrastar cómo algunos de los consejos que Rilke ofrecía a F. X. Kappus no los había tenido en cuenta él mismo, pero más curioso aún resulta el enorme esfuerzo por contestar siempre, estuviese donde estuviese o tardara lo que tardase, independientemente de las circunstancias. Ya he dejado dicho en otro momento que Rilke es, por encima de todo, un portentoso escritor de cartas: contestó siempre a toda persona que se puso en contacto con él y lo hizo con una amabilidad exquisita.
De estas diez cartas todavía hoy seguimos aprendiendo, y son especialmente valiosas para quienes deseen iniciarse en el arte poético, como bien sabían los jóvenes poetas de los años treinta en Europa. Regaláoslas.
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