sábado, 16 de mayo de 2020

LA NECESARIA CONVIVENCIA EN ARMONÍA


Un día de mayo.

Alteri vivas oportet, si vis tibi vivere —es necesario que vivas para los demás si quieres vivir para ti— Séneca, Ep. 48,2.

Habrá que repetir cuantas veces sean necesarias ideas ya sabidas, porque parece que tenemos la memoria frágil y la paciencia corta. Somos animales sociales. Nos necesitamos mutuamente y hemos conseguido grandes resultados gracias a la colaboración. Eso no impide que tengamos nuestras propias ideas, que ejerzamos el pensamiento crítico, que pongamos en común nuestras opiniones más diversas y que después del contraste y del análisis elijamos las mejores para la colectividad. Ese comportamiento sería el mejor homenaje al día de hoy, el Día Internacional de la Convivencia en Paz.

En realidad me da igual el día internacional que hoy nos corresponda, lo que me preocupa es lo que desde hace ya unas semanas vengo percibiendo en la sociedad. Cuando se inició el estado de alarma, y a pesar del enorme cambio que supuso en la vida cotidiana, todo parecía colaboración y ganas de ayudarnos mutuamente. Las muestras de solidaridad se multiplicaban y los gestos altruistas eran noticia diaria. Éramos una sociedad dispuesta a la cooperación cada cual en la medida de sus posibilidades.

En estos momentos el signo más notorio de que flaqueamos es que los aplausos de las ocho de la tarde han perdido intensidad y duran menos tiempo. Comprendo que el cansancio haga su trabajo, lo mismo que lo hace la repetición. Y menos mal que hemos acordado realizar una última sesión este domingo para que esos aplausos suenen con la suficiente fuerza y dignidad, antes de que se conviertan en un signo más de indiferencia y apatía.

Pero los aplausos no son nada más que un símbolo sin excesiva importancia. El verdadero problema es que lo que comenzó con ganas y buen ánimo se ha ido transformando en un repaso de culpas y responsabilidades que solo conducen al enfrentamiento. No digo que hayan desparecido los gestos solidarios y hasta los comportamiento heroicos, que los hay. Lo que digo y percibo es que cada vez son más las palabras gruesas y se dejan oír con mayor frecuencia las discrepancias. Y ese un camino peligroso. 

No hemos superado la epidemia. Estamos aún muy lejos de hacerlo y lo que necesitamos —además de una vacuna que nos ayude a poner fin a tanto sufrimiento— son voces claras y valientes que nos empujen a seguir sacando lo mejor de cada persona. Lo que era cierto y necesario hace dos meses sigue siendo cierto y necesario hoy, mañana y pasado mañana: 


Se lo debemos a cuantas personas hemos perdido en el camino, a cuantas personas han quedado sumidas en un abismo de dificultades, a cuantas personas esperan todavía nuestros esfuerzos para empezar a ver el futuro, a todos y cada uno de nosotros mismos, porque como decía Séneca, es imprescindible vivir para los demás si queremos ayudarnos a nosotros mismos.

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