jueves, 28 de mayo de 2020

LA MEMORIA Y LOS NOMBRES

Templo de Artemisa en Éfeso,una de las siete maravillas de la antigüedad. Fuente: Wikipedia.

Escuela de Magisterio, 1974. Estoy en la clase de Historia del Arte, arte griego, estilo jónico. Micaela Portilla se entusiasma contándonos las maravillas del Templo de Artemisa. Pero el templo ya no existe porque un loco, un fanático que pretendía que su nombre perdurara a través de la historia, lo quemó. Micaela, a quien todos adorábamos, nunca quiso decirnos el nombre del pirómano insensato porque eso era precisamente lo que buscaba el incendiario: vivir en la memoria. 

Por desgracia, el nombre del pirómano sí ha perdurado, como ha perdurado el de otros muchos que buscan sus quince minutos de fama cometiendo una fechoría al amparo del eco que alcanzan en los medios de comunicación masivos y de las redes sociales. La psicología ha recogido su nombre para designar el trastorno de la conducta que empuja a cometer delitos con tal de alcanzar la fama.

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Disco de Enheduanna. Fuente: Penn Museum.

Con Enheduanna (o Enkheduana), en cambio, la situación es más o menos la inversa. En el manual de Historia Universal Siglo XXI, vol 2, tan solo aparece su nombre dentro de una frase: Las hijas ocupaban cargos religiosos que, por otra parte, les daban un verdadero poder político, como Enkheduana, a la que Sargón, su padre, nombró gran sacerdotisa de Nanna, y la hija de Naransin, Enmenana, que fue su sucesora (p 89).

Sin embargo, y aunque ya sabíamos que era la primera persona de la historia literaria de la que tenemos noticias, ya que firmó, cosa rara para la época, sus escritos, ha sido la reivindicación que de ella ha hecho Irene Vallejo en su estupendo El infinito en un junco, lo que ha provocado que pase a ser nombrada en unos cuantos sitios de acá y de allá. 

Pero lo curioso no es que recordemos sus textos y los leamos —de aquella época hay otros muchos cantos de carácter religioso y un poema, el de Gilgamesh, que sí leemos y publicamos continuamente generación tras generación—, lo curioso es que el hecho de que sea la primera mujer de la que sabemos fehacientemente que escribió es lo que le está dande notoriedad. No nos engañemos, Enheduanna no es Safo, ni mucho menos.


Fuente: atresmedia.com

Y una tercera forma de enfrentarnos a los nombres y su recuerdo es querer que desaparezcan... porque no nos gusta cómo eran la personas cuando las descubrimos más de cerca. En este caso, después de haber ensalzado su descubrimiento durante años, realizamos un juicio moral y decidimos que no merece estar en la memoria de la sociedad.

La maniobra de presión abdominal que debemos realizar para salvar a alguien del ahogamiento cuando se ha atragantado se llama, o se llamaba, maniobra Heimlich. Es un actuación rápida para liberar la tráquea obstruida y permitir así que el aire vuelva a los pulmones de la víctima del atragantamiento.

Al médico Henry Heimlich debía de gustarle la fama y el espectáculo, y se pasó la vida promocionando "su" maniobra por cuanto programa radiofónico o televisivo caía a su alcance. Parece que incluso uno de sus hijos llegó a acusarle de haber llevado a cabo prácticas fraudulentas durante medio siglo (El cuerpo humano. Guía para ocupantes, p 112). Debió de promocionar tratamientos nada científicos, pero llamativos, para curar enfermedades. El caso es que para librarse del personaje, en 2006 la Cruz Roja estadounidense dejó de utilizar el nombre de "maniobra de Heimlich" para sustituirlo por el de "compresión abdominal".

***
Habría que preguntarse qué es lo que buscamos cuando subrayamos o borramos nombres. ¿Estamos hablando de comportamiento ejemplar, de hechos importantes para el resto de la sociedad o de nuestras propias fantasías? 

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