miércoles, 13 de mayo de 2020

ONDINA Y EL LAGO ENCANTADO

Librerías

Yo intento convencerle de que las penas y las alegrías del amor están unidas unas a otras por un dulce y misterioso encanto, pero hablo en vano, porque no me cree. Y sin embargo, a través de las lágrimas puede brillar la sonrisa, y a veces la sonrisa trae consigo lágrimas...  

Medio siglo cumple esta edición que anda por casa. Un número suficientemente redondo como para dedicar a La Motte-Fouqué (1777-1843) y su Ondina un recuerdo, aunque el autor no sea uno de los grandes y la obra no vaya a pasar nunca a las páginas de oro de la literatura universal.

Lo primero que hay que advertir es que es esta una historia que podríamos etiquetar como "infantil-juvenil". Y, por favor, no os dejéis llevar por la ilustración de la sobrecubierta, muy del gusto —¿mal gusto?— de aquella época, y muy dirigida a la población lectora femenina preadolescente.

Ondina y el lago encantado es una emotiva historia fantástica, muy propia del romanticismo europeo, que nos cuenta la imposible relación entre una habitante del mundo acuático absolutamente deliciosa y un hombre que, como representante de la especie humana y sus limitaciones, no sabe apreciar lo que tiene. 

Las tradiciones populares, y también la mitología, han recogido desde muy antiguo el intento de relacionar a los seres humanos con seres de otros mundos. Pero las barreras para saltar de un lado a otro son siempre difíciles y casi siempre han terminado en fracaso. La mala utilización de la naturaleza y la incomprensión de sus leyes por nuestra parte suele ser el sustrato en el que se apoyan. 

Esta historia recoge el intento de Ondina por dotarse de un alma. Para eso necesita enamorarse de un humano y que este sea fiel. Ondina conocerá el amor, pero no su duración, y la barrera que separa a los seres humanos del resto de los seres de la naturaleza permanecerá, una vez más infranqueable.

El gran Goethe dijo de esta Ondina que era realmente encantadora. Si os queda una pizca de romanticismo en las venas, si no os disgustan las historias fantásticas de hadas y bosques y lagos, si aún conserváis la capacidad de conmoveros con historias de amor, seguro que estaréis de acuerdo con el autor del Fausto.

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