Es una cosa terrible odiar a una persona.
Más terrible, si cabe, odiar a una persona sin conocerla.
Y absurdamente terrible es odiarla por el hecho de atribuirle algo que tan solo es producto de nuestro desconocimiento y, para colmo, manifestarlo públicamente como un objeto de adorno y embellecimiento.
No podía dar crédito a lo que estaba oyendo.
***
La persona que vendía ese objeto no sabía nada de la biografía de Hobbes, no había leído ninguna de sus obras —por supuesto, no el De Cive, donde aparece la famosa frase latina de Plauto que el inglés hizo famosa—, y daba por supuesto que lo que es un descripción de los males que nos aquejan como seres humanos, era una especie de máxima creada por el filósofo incitándonos a que nos comportemos como bestias.
Tampoco era posible la explicación.
Salí espantado.
¡Cuántos disgustos, enfados, pesadumbres y enfrentamientos nos ahorraría un poco de conocimiento!
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