lunes, 28 de octubre de 2019

RE-READ DONOSTIA RECOMIENDA








Los libros de Ursula K. Le Guin siempre tienen algo de etnográficos, con sus minuciosas recreaciones de los mundos que inventa, de sus sociedades, de sus gentes, costumbres, cultura, paisajes… A mí siempre me han parecido una especie de etnografía fantástica o etnografía-ficción, si bien sus libros no dejan de ser novelas. El eterno retorno a casa, sin embargo, se parece mucho más a una etnografía que a una novela. 


El libro describe a los Kesh, los habitantes del Valle, y lo hace como si de un texto antropológico se tratara: su organización social y política, el parentesco, la cosmogonía, el folklore, la gastronomía, la arquitectura, las relaciones de género, etc. Utiliza algún hilo narrativo, pero lo integra en la descripción bajo la forma de testimonio o historia de vida.

“Los personajes de este libro podrían haber vivido dentro de muchísimo tiempo en el Norte de California”, dice la primera frase del libro. Apenas nos da más pistas para que podamos interpretar lo que viene después. Muchas cosas que nos gustaría conocer se quedan en la sombra de quien (o quienes) describen a las gentes del Valle: la supuesta arqueóloga que nos presenta el libro, la(s) supuesta(s) antropóloga(s) que recoge(n) la información… Quienes escriben no se molestan en dar explicaciones de quiénes son, ya que se dirigen a sus semejantes, de modo que el contexto más general en el que se encuentran los Kesh nos resulta un enigma total.

Lo que más nos gusta de Le Guin es que es una escritora de utopías. Explora las posibilidades del ser humano, de su vida en comunidad, y lo hace desde el mejor lado de su corazón. En un tiempo en el que las distopías están tan de moda y que nos acechan por los cuatro costados, es muy sano leer a Le Guin. Nos refresca la imaginación, que tan magullada tenemos. Abre ventanas que dejan pasar el aire y con él la posibilidad de imaginar mejores mundos. Ese es el esfuerzo que más agradezco a esta autora: el de imaginar sociedades más igualitarias, más justas, más modestas; imaginar con pelos y señales cómo serían las personas que viven en esas sociedades y mostrarnos que no es tan descabellado. Nos muestra también en todos sus libros cómo los valores de cada sociedad impregnan a las personas y condicionan la forma en que afrontan la vida.

El eterno retorno a casa es un libro magnífico, bello, si bien puede resultar árido a quien espere encontrar en él una novela al uso.


Beatriz Moral



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