La primera vez que tuve noticia de
Agustín Fernández Mallo fue por la reseña que el
Diario de Burgos daba del ganador del premio que lleva el nombre de la ciudad. De lo que allí se decía me interesó, sobre todo, el que procediera del mundo de la física y lo que
Jaime Siles, presidente del jurado, resaltaba de la colección de poemas diciendo que abría
nuevos territorios expresivos en la poesía española contemporánea y que lo hacía integrando
la tradición literaria en un juego de espejos, en un diálogo con determinados logros de la física nuclear.
Después vino el estallido del
Proyecto Nocilla —
Nocilla dream, Nocilla experience y Nocilla lab—, recogido por Alfaguara en un solo tomo el año pasado y del que los medios dedicados a la literatura no han dejado de hablar. Algunos, por cierto, muy bien.
A mí estas apariciones que suponen un antes y un después, que marcan lo que se puede o no se puede escribir a partir de ellas, que refundan el universo narrativo, me llaman la atención y como soy curioso (¿cotilla, quizás?), acabo comprando el libro y leyéndolo. Además, ¡qué caray!, a todos nos hace ilusión ver cómo nace una nueva
revolución... literaria. Luego, cuando el tiempo pasa, los ánimos se serenan y somo capaces de ver con perspectiva, entonces es cuando nos damos cuenta de sí aquello fue una auténtica novedad que abrió nuevos caminos expresivos o no. Yo, simplemente, os dejo mi impresión.
De las tres novelas la que más me ha gustado es la tercera,
Nocilla lab, si bien la primera,
Nocilla dream, me parece más fresca, más espontánea. Como juego vanguardista me parece ingenioso —aunque muchos de los textos que inserta no aportan nada a la historia— y me parece también que tiene momentos muy divertidos, lo cual no suele ser muy frecuente con los juegos vanguardistas que se toman la vida y la escritura muy en serio y muy a la tremenda, pero siempre hay excepciones. En cuanto a la técnica, en cuanto a cómo están escritos los libros y todo ese canto a la realidad fragmentada, la verdad es que me es indiferente siempre y cuando lo que se cuente tenga su propio peso y el suficiente atractivo como para atraer al lector. Por otra parte, ahí, precisamente ahí, no resulta muy novedoso,
Rayuela o
62/modelo para armar ya estaban escritas así.
El peligro con las vanguardias, desde mi punto de vista de lector aficionado, es que suelen convertirse más en una reflexión teórica sobre lo que la literatura debe ser o no ser, que en una obra propiamente literaria. Quiero decir que, a veces, el nuevo objeto se parece más a un ensayo que a una narración y cuando eso ocurre mi parte más primitiva y afectiva se siente muy engañada, porque lo que iba buscando era la magia de una buena historia de la que "colgarme" durante unas cuantas horas. Por otra parte, ese juego de las referencias, los espejos, la indeterminación y el efecto looping, yo diría que se consigue mucho mejor con un
hipertexto que con palabras impresas en papel; aquí, en la red, en este espacio virtual e indeterminado la realidad sí es fragmentaria y absolutamente referencial. O con un cuento de Borges, del que Mallo es admirador y
¿plagiador?
En cualquier caso,
Mallo me parece un autor imaginativo, con un gran sentido del humor, digno de ser leído y que maneja muy bien los hilos del mundillo extraliterario para venderse, que al final es lo que cuenta si se quiere vivir de la literatura. Fijaos que el Proyecto Nocilla tiene incluso su película.