Tormenta sobre el Cantábrico desde la playa de Hendaya con el faro de Higuer a la izquierda. |
Tormenta sobre San Marcial. |
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"El espacio puede tener un horizonte y el tiempo un final, pero la aventura del aprendizaje es interminable". Timothy Ferris. La aventura del Universo.
Tormenta sobre el Cantábrico desde la playa de Hendaya con el faro de Higuer a la izquierda. |
Tormenta sobre San Marcial. |
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Editorial |
En el capítulo 13, Ordenadores del universo, después de recordarnos con Menandro que quienes saben leer ven dos veces mejor, y de glosar los versos del latino Ausonio
Has comprado libros y llenado estantes, oh, amante de las musas.
¿Significa eso que ya eres sabio?
Si compras hoy cuerdas para instrumentos, plectro y lira:
¿Crees que mañana será tuyo el reino de la música?
con esta lapidaria sentencia: la acumulación de saber no es saber. Después de eso, digo, nos cuenta el sistema que Calímaco eligió para poner orden en lo que entonces ya era una enorme y caótica biblioteca, la de Alejandría. En palabras de Manguel: Calímaco dividió la biblioteca en estanterías o tablas (pinakoi —¿os suena, verdad?—) distribuidas de acuerdo con ocho géneros o temas: drama, oratoria, poesía lírica, legislación, medicina, historia, filosofía y miscelánea. Separó las obras más voluminosas y las hizo copiar en varias secciones más breves llamadas "libros", para tener así rollos más pequeños que fuesen de fácil manejo. Inmediatamente después nos dice que fue el gran Calímaco quien ideó por primera vez el sistema de catalogación que posteriormente se ha convertido en universal, el sistema alfabético. ¡El universo dentro del alfabeto! Como suelen insistir los matemáticos, las fórmulas más simples suelen las más bellas y mejores.
Y ya dentro del sistema alfabético, Manguel nos pone esta deliciosa historia delante de los ojos: el visir persa Sahib ibn Abbad, quien en el siglo X poseía una enorme biblioteca con 117.000 volúmenes, para no perder el control de la misma ni separse de ella cuando debía trasladarse a otro lugar, disponía de, atención, ¡cuatrocientos camellos adiestrados para desplazarse en orden alfabético!
Nada nos dice Manguel sobre si el visir era un sabio o no, si era un simple bibliófilo o un erudito, si la pasión por los libros era solo afán de posesión y deslumbramiento o se trataba de la inexcusable necesidad de un letraherido. En cualquier caso, es simplemente hermosa la imagen de una biblioteca desplazándose perfectamente ordenada por la superficie de un mundo al que quiere ofrecer orden, belleza y entendimiento.
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Editorial |
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Traducción: Pedro Bádenas de la Peña Introducción: Carlos García Gual |
Por supuesto, no voy a pedir que las Fábulas se conviertan en libro preceptivo como lo fue durante los siglos XV y XVI en las universidades europeas, que aunque Montaigne ya nos advirtió de que no porque sepamos más cosas ahora que las generaciones precedentes, somos por eso mejores personas. Ni se trata de mirar hacia atrás ni de obligar a nadie a leer clásicos. Se trata de disfrutar en ese largo y fructífero diálogo de influencias, referencias y tradiciones que es nuestra gran literatura, la que poco o nada tiene que ver con el hiperdesarrollado mundo de la cultura de supermercado y, en consecuencia, saber diferenciar.
Posiblmente, uno de los aspectos más interesantes de estas breves historias que transcurren generalmente entre animales, pero no siempre, sea la capacidad que tienen para expresar pequeñas y cotidianas verdades que puestas en la acción y en las palabras de esos animales podemos digerir con facilidad e incluso nos resultan agradables. Como un juego inocente y divertido. Por eso resultan tan populares.
EL LABRADOR Y LA SERPIENTE
Una serpiente que se deslizó en la morada de un labrador mató a su hijo. Aquel, presa de un terrible dolor, tomó un hacha y fue a ponerse al acecho ante su nido para atacarla tan pronto como saliera. Al asomar la serpiente la cabeza, descargó un hachazo, pero falló y partió una piedra que había al lado. Temeroso de lo que pudiera pasar después, le pidió que se reconciliara con él. Dijo la serpiente: "Ni yo puedo estar a bien contigo viendo la piedra partida ni tú conmigo contemplando la tumba de tu hijo".
La fábula muestra que los grandes odios no tienen una reconciliación fácil.
EL LOBO Y LA OVEJA
Un lobo harto de comida vio una oveja echada en el suelo. Al darse cuenta de que se había dejado car por miedo, se acercó y la tranquilizó diciendo que si le contaba tres cosas que fueran verdad la dejaría marchar. Entonces la oveja empezó diciendo primero, que no habría querido encontrárselo; en segundo lugar, que si el destino se lo hubiera concedido, preferiría habérselo encontrado ciego, y, en tercer lugar, dijo: "¡Así perezcáis de mala manera todos, malditos lobos!, que sin haber sufrido mal alguno de nuestra parte la guerra nos hacéis con maldad". El lobo, entonces, comprendió que le había dicho la verdad y la dejó marchar.
La fábula muestra que en muchas ocasiones la verdad surte efecto, incluso entre los enemigos.
LAS DOS ALFORJAS
Prometeo cuando modeló a los hombres les colgó dos alforjas, una con los defectos ajenos y otra con los propios; la de los ajenos la puso delante y la otra la colgó detrás. Desde entonces ocurrió que los hombres ven de entrada los defectos de los demás mientras que no distinguen los suyos propios.
Podría aplicarse esta fábula al hombre impertinente que, ciego en sus propios asuntos, se cuida de los que en nada le conciernen.
Ya véis, no son verdades con mayúsculas, no son grandes enseñanzas acerca del ser y de la nada. Son pequeñas historietas para manejarnos en la vida cotidiana, algunas de las cuales resuenan, eso sí, en otras grandes historias. Son algo así como la guía iconográfica para reconocer escenas más o menos familiares a las que no acabamos de poner nombre.
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Traducción, Mario Campaña. |
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Editorial |
Sin duda la elección del término tiene un carácter ideológico, como lo tiene el autor del libro, Kohei Saito, quien no engaña a nadie y deja bien clara cuál es su filiación en el debate político-social:
Para saber hacia dónde nos debemos dirigir, es necesario explorar las causas primigenias del cambio climático. Y la causa fundamental no es otra cosa que el capitalismo. La razón es que el aumento de la emisión de dióxido de carbono comenzó en la Revolución Industrial; es decir, cuando el capitalismo inició en serio su andadura. Poco después, un pensador reflexionó honda y acertadamente sobre el capital. Exacto, Karl Marx.
Este libro analizará la relación entre el capital, la sociedad y la naturaleza, haciendo referencia, en distintos momentos, a El capital de Marx (p 12).
Esas pocas líneas del propio Saito en la introducción dejan bien claro cuál es el tema del libro. En realidad, no sería necesario ningún otro comentario, salvo indicar —más que nada por la pesada carga académica que la exégesis marxista ha ido dejeando a lo largo del siglo XX— que el libro se lee de corrido sin ninguna dificultad, muy lejos del lenguaje abstruso tan querido por la filosofía marxista.
Pero sí hay algo más que comentar. Y no es un algo cualquiera, sino fundamental. Algo que nadie hasta ahora había percibido en los textos últimos de Marx, y que gracias a este coeditor de MEGA (Marx-Engels-Gesamtausgabe) vamos a poder saber: Marx era ecologista y decrecentista. Tal cual. Solo es necesario leer con atención la Crítica del Programa de Gotha y la esencial Carta a Zasúlich.
Y no, no estoy utilizando la ironía. Lo dice él: Es cierto que Marx no dejó plasmada en ningún sitio la imagen del comunismo decrecentista (...) esta es una imagen de Marx que nadie había advertido antes (...) La "Carta a Zasúlich", escrita en el ocaso de su vida, es el testamento indispensable de Marx para que nosotros sobrevivamos al Antropoceno (pp 170-1; el subrayado es mío. De la Carta se infiere el pensamiento ecologista).
No hay nada como pertenecer a un equipo para verlo todo desde ese prisma. Y si no ganamos el partido es porque el árbitro pita en contra nuestra. Desde luego, el libro tiene todos los ingredientes para convertirse en un superventas. En Japón ya lo es.
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Órbitas de asteroides potencialmente peligrosos. La composición es llamativa, pero que nadie se asuste, la inmensa mayoría pasan muy lejos y son pequeños. |
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Fuente: Observatorio Astronómico Nacional. |
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Cathédrale Notre-Dame de Rouen. Museo Nacional de Cardiff. |
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Saint-Georges-Majeur au crépuscule. Museo Nacional de Cardiff. |
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El cielo reflejado en Fairwood pool. |
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Las ramas retorcidas de unos robles de Hen Parc. |
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Bahía de Rothersdale. |
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Vista parcial de Langland. |
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Flor de valeriana asomándose a la bahía de Rothersdale. |
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Iglesia de Santa María y su célebre vidriera del milenio. |
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Un arao común (muchas gracias, Irene) perdido en la playa de Rhossili. |
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Aspecto parcial del parque Clyne. |
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Worms head (cabeza de gusano). Islote al que se llega andando con marea baja. |
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Interior del puente Copr Bay. |
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Mumbles head. Islote al que también se puede acceder con marea baja. |
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Lo que queda del castillo de Oystermouth. |
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Pennard Pill. |
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El observatorio (Swansea). Hoy reputado restaurante. |
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Museo de Swansea. |
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Algo asoma tras la loma. Luego se verá el qué. |
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Árboles muertos por la inundación de agua de mar en la reserva natural de Whiteford. |
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Faro (abandonado) de Whiteford. |
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A través de unos prismáticos. |
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Uno de los muchos arenales de la península de Gower. |
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El qué de antes: iglesia de Llanmadoc y tres pinos configurados por el viento. |