jueves, 26 de enero de 2023

miércoles, 25 de enero de 2023

LA HUELLA DEL DESHIELO, FERNANDO MOLERES

Las fotografías de Fernando Moleres tienen siempre una doble función: aproximarnos a la belleza y recordarnos que hay una naturaleza amenazada. En esta ocasión son imágenes de las zonas polares donde el calentamiento global está provocando un deshielo que, de continuar así, se convertirá en irreversible. Esto es así y no creo que existe en la actualidad un solo ser humano que lo ignore. Ahora bien, lo profundamente atractivo de la exposición es que nos pone delante de lo sublime tal y como lo entendían los románticos: la belleza terrible, lo profundamente atractivo pero, al mismo tiempo, tremendamente amenazante, la inevitable atracción del abismo, como las imágenes que Caspar David Friedrich. Ese es el recurso que con gran habilidad utiliza Moleres: atraernos hacia la exposición por medio de la enorme belleza de sus fotagrafías y, una vez que estamos dentro, recordarnos cuál es la terrible verdad de todo esto.


Lunes a viernes: 9:30-18:00
Sábados: 10:00-14:00 / 15:00-19:00
Domingos y festivos: 10:00-14:00

Hasta el 5 de marzo de 2023


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martes, 24 de enero de 2023

IGNACIO ALDECOA, "Un hombrecillo que nació para actor"

Frente a la Casa de  Cultura Ignacio Aldecoa se encuentra esta escultura realizada por Aurelio Rivas en 1999. Haber intervenido en el centro que lleva su nombre y no hacer una mínima publicidad de la obra del escritor vitoriano me parece un pequeño delito y a mí no me gusta delinquir. 


Un hombrecillo que nació para actor

                                                                                                 Cuento del que se quedó en la estacada
                                                                                                               y de los que se mofaron de ello



Eran las cuatro de la mañana. La churrería tenía algo de vagón de tercera clase. Dormía una vieja con sueño altisonante de suspiros y entrecortado de babeos. Un hombre mostraba infinidad de carnets, la faz angulosa y el pelo blandón y rubiaco, a la pareja policial que tomaba el mojapán madruguero. Tres estudiantes troneras bebían cazalla en compañía de unas pelanduscas que recortaban el canje de interjecciones. El churrero, a lo macho, se abría la camisa frente al fogón donde chirriaba la gran sartén del aceite. Olor de tren con aceitazo y dejo axilar, pegaba un tufo inolvidable.

La calle del Ave María se abría a la expedición sabatina de la gente de última hora. El nocherniego encontraba su reposo en el chocolate con churros o en el aguardiente truhán en copita breve y alta de caderas. La noche, maya de estrellas y canciones y verdeada de faroles de gas. Se dejaba oír el tacón del chuzo con que el sereno se autorizaba. Bajaban hacia la plaza dos farsantes, hombre y mujer, del brazo y entonados. La luz mortecina los atrajo como a vagas mariposas.

La pareja de los mosquetes se clareó a un rincón, como los gatos, preparada para intervenir cuando las circunstancias lo exigiesen. La vieja dormilona despotricó por sus fueros de despertada, rascándose la piojería y mostrando el Teruel de sus dientes. El churrero ni se inmutó desde su púlpito de hombre corrido y corroído. Agua de borrajas la bronca, la zaragata de un estudiante les invitó a lo que gustaran tomar. Se le antojó a la mujer un vaso de leche y al marido un anisete para quedar bien, porque los hombres deben mostrar siempre que lo son. Una de las damas se estropeó la voz de un trago y comenzó a deleitar a la reunión. Cantaba en faraona y había que exornarla de olés y de vivas familiares. Los tres estudiantes comenzaron a cantar en gabacho unas canciones menudas y como de coro. Nadie les mandó callar, pero se callaron. Aquello no era de la noche. La noche tiene su rito, más o menos torpe y exige que se cumpla. Habló el cómico y mostró su francés escolar; después el norte de las miradas se ofreció en espera del cuentacuentos.

—Aquí, mi señora y yo, somos del teatro. Una vez un estudiante de su edad, como ustedes. ¿A que no han entrado en quintas todavía? -preguntó difuminando su charla en el capricho de que afirmaran y él pudiera sentar bien su experiencia de hombre maduro.

Los estudiantes precisaron que ya las habían pasado con muy malos tragos. El cómico explicaba a continuación, ramificando la historia:

—Medicina, estudiaba. Era grandullón, un mozo guapote y quería ser actor. Ustedes no saben lo que es esto. Correr de aquí para allá, como se dice. Ahora venimos de Valencia. El género nuestro se va acabando. Mi mujer está de costurera en la compañía y yo soy del coro.

Los estudiantes comenzaron a cantar de pronto. Una de las acompañantes les estaba haciendo el tercio con el fotógrafo. Se levantó para sentarse en la otra mesa.

—¡Qué tiempos aquellos! Ustedes no habían nacido. Yo llegué a cantar Lisístrata; también canté El pollo Tejada.

Se despidieron las dos que quedaban y salieron a orearse.

—Yo he trabajado mucho en esa capital. Teníamos el hoyo lleno todos los días. Había que ver las taquillas que se hacían. Precisamente allá conocí a mi señora.

La señora intervino falseando la voz:

—Mi esposo y una servidora, que entonces era una chiquilla, nos hicimos novios. Formalizamos nuestras relaciones cuando volvimos a este Madrid de mi alma.

El sultán estudiante se desperezó en el banquito. Las gafas le hacían a sus ojos una prisión de peces abisales. Estaba mal afeitado: las crecidas patillas lo achulaban con canallería. Se sonreían de todo aquello, y el capítulo de la Comiquería les agradaba de sabores viejos. El jovencillo pidió al otro, pálido y ojeroso, una peseta para la alcancía de la cerillera.

—Cuando iba a la escuela ya me llamaban las tablas. Me acuerdo que una vez hicimos El puñal del godo. El maestro me dijo que yo era capaz de ganarme el garbanzo trabajando de actor. Y no estoy arrepentido porque, cuidándome, yo hubiera llegado a ser algo.

A la mujer del histrión le entró maternal. El estudiantillo de la cara aniñada estaba ya harto de juerga y se dormía.

—Pobrecico, tan joven. ¿Cómo lo sacan ustedes de casa…?

Se recuperó el estudiante y ronzó unas palabras. Pidió más cazalla. El de las patillas se reía burlonamente.

—Miguelito, que te va a hacer daño.

—Me cabe un litro.

—No presumas.

El hombre de la farsa pagó una ronda y siguió charlando.

—Pues sí, señores, yo nací para actor, pero la vida… ya saben ustedes. Uno quiere llegar y luego se encuentra con los malos quereres. En la guerra tuve que poner un puesto de periódicos y no me iba mal. Lo dejé por esta maldita afición. Todo me lo he jugado y ya ven cómo me va.

Miguelito se quiso sacar la espina aventurando una gracia que no le gustó al actor. Este se envolvió en la bufanda: una bufanda grande amarilla y negra que le daba cierto aire funeral. Reclamó a su mujer porque la mañana se enfriaba casi por la ventanera. Y se levantó. Cuando estaba de pie se le acercó titubeante el dipsómano de los carnets:

—¿No tendrá un cigarro?

—Un cuerno.

Y el dipsómano ensayó un pase natural. Nadie le hizo caso y se quedó navegando con cara de hastío en espera de otra oportunidad. Del mostrador salió la voz de Lucifer:

—No molestes a los señores.

Lo más extraño era que todo ese mundo cochambroso se trataba con una educación inesperada. El de los carnets pidió perdón y se retiró a un rincón.

Por la calle del Ave María, en la soledad de un amanecer blanco y sucio como la leche pasada, caminaban los tres estudiantes. Quedaban solos el dueño y el hombre de los carnets. Se iba a cerrar una hora para que descansase el churrero.

Canciones viejas y salmantinas crecían en el avance de la estudiantina. El sereno apareció como un fantasma. Les mandó callar. Los faroles de gas parecían fuegos fatuos. Miguelito temblaba y balbuceaba incoherencias. La cuesta era un calvario que había que subir. El último gato de la noche se escondió en un quicio.

Rieron los estudiantes del hombre que nació para actor. El hombre que nació para actor dormía con alto sueño de triunfos en los teatros hispanoamericanos.

Al pasar por una iglesia sorprendió a los tres estudiantes la primera boda del domingo.

                      Ignacio Aldecoa. Cuentos completos. Alianza, 1973.

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lunes, 23 de enero de 2023

VARIOPINTA VITORIA


Es cierto que ya no quedaba nieve en las aceras. Los servicios de limpieza de la ciudad habían cumplido su trabajo para cuando yo llegué el viernes por la tarde. Tan solo, y muy de cuando en cuando, se veía un pequeño montículo en algún apartado en sombra al pie de un tronco o en un rincón umbrío de un edificio. Y en medio de toda esa limpieza permanecían este par de microesculturas, ya casi hielo, sobre un banco de la calle Honduras, cerca del conservatorio de música. Todo un entrañable y caluroso recibimiento.

Como suelo hacer casi siempre, aprovecho le intervención para disfrutar de algún detalle o conocer un sitio todavía sin explorar. Aunque la ciudad la conozco relativamente bien, nunca había estado ni en la catedral nueva ni me había acercado hasta la secuoya. Dada la extrema proximidad del Centro Ignacio Aldecoa a la una y a la otra, la ocasión hacía imperdonable que siguiera sin visitarlas. 

Sabía ya del mal estado en que se encontraba el árbol gigante, pero no esperaba encontrármelo demediado. La iglesia tampoco es que atraviese sus mejores momentos, pero esto, en cambio, es una ventaja para el visitante, pues permite verla sin nadie a tu alrededor y en un comodísimo silencio. 


Si alguna vez pasáis por ahí, no dejéis de recrearos en las estupendas tallas que coronan las columnas adosadas del exterior. Son fantásticas. En realidad, todo el trabajo escultórico que adorna la obra es de primera calidad, pero a mí me gustan especialmente las escenas de pequeño tamaño del exterior.


Lo imperdonable fue que mi lectura coincidiera con la conferencia sobre Micaela Portilla —yo fui alumno suyo— a la que hubiera asistido de muy buena gana, si no la hubieran cambiado pocos días antes del 18 de enero al mismo día 20 y misma hora en que yo presentaba libro 😢😢😢.
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domingo, 22 de enero de 2023

LADY MACBETH DEL DISTRITO DE MTSENSK, SHOSTAKOVICH


Esta ópera iba a ser la primera de un trilogía que Shostakovich tenía en mente para reflejar la situación de la mujer desde la Rusia de los zares de finales del siglo XIX hasta el momento de la implantación de la URSS después del triunfo de la revolución. En palabras del propio autor, es una sátira trágica donde la heroína refleja el destino de una mujer notable, inteligente y dotada que agoniza en la atmósfera de pesadilla de la Rusia prerrevolucionaria.

El estreno se produjo en enero de 1934 y, según parece, gustó mucho... hasta que Stalin fue a verla dos años después y Pravda sacó una crítica —se dice que la redactó el mismo Stalin—. Allí aparecían calificativos como cargante, tosca, vulgar, primitiva, neurótica... Resultado: la obra fue prohibida, los trabajos de Shostakovich puestos en tela de juicio de tal manera que retiró la cuarta sinfonía del auditorio donde estaba programada y dio a la quinta sinfonía que estaba componiendo un toque más realismo socialista propio de la época, al mismo tiempo que la publicaba con una nota que decía: Respuesta de un artista a una crítica justa

Cierto es que la ópera no es precisamente una obrita comedida y llena de recato, que en EEUU el New York Sun la calificó de pornofonía y Stravinski dijo que era lamentablemente provinciana. En la actualidad no se encuentra entre las óperas más representadas, ni tan siquiera en Rusia, pero se mantiene. 

La soprano que hace de Katerina es Nadine Secunde; el director, Alexander Anissimov. La representación se llevó a cabo en el teatro de la ópera de Barcelona, es decir, en el Liceu, en 2002.

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viernes, 20 de enero de 2023

ARDE DONOSTI

Para Irene.


Tratar de captar el cielo y sus colores es una de las actividades fotográficas que más me atrae. También es una de las que más dificultades me da, porque cuando veo la imagen en una pantalla grande me doy cuenta de que el resultado suele estar bastante lejos de la realidad —la realidad siempre es mucho más bonita—. Dicho esto con toda la prudencia y humildad del mundo pues no soy nada más que un mero aficionado a recoger apuntes de lo que ocasionalmente me llama la atención y, además, no suelo llevar nunca una cámara fotográfica conmigo. 

El caso es que andaba buscando una imagen para acompañar un poema de Byron y me he encontrado con esta foto que hice en 2020, en un hermosísimo crepúsculo de primeros de julio, el archivo de la captura me dice exactamente que fue un 4 de julio, a las 22:16. Volvía a casa, era más de noche que de día y, al atravesar el Puente María Cristina, me sorprendieron los intensos tonos rojizos que aún coloreaban buena parte del cielo sobre el mar. En cambio, el cielo que veía de frente —el del oeste— estaba ya bastante oscurecido, como si fueran dos cielos totalmente independientes.

Casualmente, llevaba una cámara colgada al hombro. Tiré de zoom —entre el puente en que yo estaba y el edificio que asoma arriba a la derecha hay tres cuartos de kilómetro— y los tonos rosados aparecieron en toda su intensidad en la pequeña pantalla de la cámara —no he retocado absolutamente nada la fotografía, tal cual—. En la pantalla del ordenador mantenían su esplendor crepuscular. Hoy la he visto y me ha parecido que hacerla pública era algo así como hacer un pequeño homenaje a esta ciudad hermosa como pocas y cara como un pequeño lujo. Y a su cielo y a su mar y a su río.

Y no, no es París la que arde, ni el mar de Gimferrer, ni el Mississippi. Es la ciudad en la que ahora vivo y que hoy celebra su fiesta. Las llamaradas musicales están por toda la ciudad.

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jueves, 19 de enero de 2023

PORTALES PATRIMONIALES DE DONOSTIA

 


Esta es la idea de donde surge: Dentro de la Jornadas Europeas de Patrimonio que promueve la Diputación Foral de Gipuzkoa, que en el año 2021 se organizaron bajo el lema "Patrimonio accesible e inclusivo", la Delegación en Gipuzkoa del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro COAVN organizó una exposición con el título Portales patrimoniales, ¿accesibles e inclusivos? que permitía conocer en detalle los portales más emblemáticos de Donostia-San Sebastián. Aquellos portales que estaban protegidos por el Plan Especial de Protección del Patrimonio Urbano y Construido debido a que el edificio en el que se encuentran está catalogado con Grado B. En total eran 25, aunque solo pudieron acceder con permiso de los propietarios a 23 de ellos.

A mí, como paseante curioso y advenedizo ciudadano donostiarra, me interesa sobre todo descubrir el detalle, la historia y dejarme seducir por las formas. Acudo, pues, a la exposición dispuesto a encontrar nuevos rincones. 

La exposición dedica un cartel de buen formato a cada uno de los portales. En la parte superior aparecen el portal, el edificio contextualizado visualmente en su calle y el mapa para locarlizarlo. En la zona media, un breve texto explicativo en euskera y castellano. Abajo, fotografías del interior y detalles técnicos como año de construcción y arquitecto que firmó la obra.


Por desgracia, los paneles son muy satinados, la iluminación es fuerte, permite  leer los cómodamente, pero produce reflejos en una cámara como la de los teléfonos de bolsillo, y que intento evitar tomando imágenes desde más lejos... sin mucho éxito.



La exposición cuenta también con un vídeo en el que se van sucediendo todas las imágenes que aparecen en los carteles a gran tamaño y lentamente. 


Hasta el 28 de febrero

Horario:

De lunes a viernes: 10:00 - 14:00 / 16:00 - 20:30
Sábados, puentes y festivos: cerrado

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