Fuente: Galería Senda |
Jaume Plensa es uno de esos artistas que logra emocionarme a primera vista. Todo lo que concurre en su obra se me hace próximo y emotivo, no necesito buscar información sobre detalles ni reflexionar acerca de los matices, el conjunto se me impone de forma inmediata igual que un abrazo, un poema o una pieza musical. Esta característica, la de la inmediatez, me parece consustancial al arte, porque como alguien ha dicho, el arte se siente, no se explica.
Desde luego que el arte puede explicarse y es necesaria la labor de críticos y ensayistas que nos han ayudado a entenderlo y a ser conscientes de aspectos que sin su trabajo habrían quizá quedado ocultos para siempre. Pero si no existe ese primer enamoramiento con respecto a la obra, es difícil que se tiendan puentes por muchas buenas razones que la iluminen. La aproximación intelectual al arte es válida, pero no es la mejor.
Plensa tiene el don de hacer amable —digno de ser amado— lo que crea, porque lo que hace se entiende desde el lado más emocional del ser humano. Su escultura es cariñosa con quien la disfruta y con el medio en que se inserta. Incluso cuando pone palabras y explica lo que hace, estas son, lo mismo que su obra, acogedoras. De alguna manera, Plensa recoge la tradición platónica de conjugar amor, verdad y belleza, y nos sitúa en el centro del ser, que somos nosotros mismos. Y eso nos reconforta.
El documental que La 2 le dedicó en 2010 y que ayer repusieron podéis verlo en este enlace.
El documental que La 2 le dedicó en 2010 y que ayer repusieron podéis verlo en este enlace.