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Ejemplar del CBA |
Esta impresión mía la encuentro, de repente, objetivada con datos en un interesante libro, Los peligros de la moralidad, del psiquiatra Pablo Malo. El ensayo, como bien se puede deducir por el título, se ocupa de otro tema, pero algunos datos de una encuesta que en él encuentro hacen hincapié en mi impresión y la corroboran. Son datos referidos a la sociedad estadounidense.
En el capítulo La división Ellos/Nosotros y el tribalismo moral (pp 145-202) se exponen resultados de las encuestas de opinión realizadas en diversos momentos, pero siempre en torno a 2020, un poco antes y un poco después. Todas ellas arrojan siempre los mismos resultados sobre la "justificación del uso de la violencia contra el otro partido": de las más antiguas a las más recientes la proporción de personas que justifican el uso de la violencia siempre crece, y lo hace igualmente entre republicanos y demócratas, con un pequeño aumento mayor entre la gente que se sitúa más al extremo de cada uno de esos dos partidos. Los porcentajes asustan. No son 2% o del 5%, sino de un más de un tercio de la población encuestada.
Desde que recuerdo haber pensado sobre problemas y comportamientos sociales, siempre he tenido la impresión de que la pertenencia a un grupo determinado tiene mucha más importancia en nuestros acciones y manifestaciones que el ejercicio de la racionalidad. Sin duda, hay excepciones y personas capaces de abstraerse de su pertenencia a una familia determinada, pero, me temo que, por lo general, la respuesta mayoritaria es dejarse llevar por el grupo al que pertenecemos. Los comportamientos tribales (en el peor sentido de la palabra) surgen lo mismo ante una situación política, deportiva, religiosa, cultural, económica, festiva, histórica o lo que sea. Somos nosotros frente a ellos.
Si a esta forma de responder colectivamente ante los problemas, obstáculos, contratiempos y demás inconvenientes que vayan surgiendo, añadimos la incapacidad de líderes y representantes sociales para establecer espacios de colaboración y entendimiento; antes bien, hacen justamente lo contrario: señalar diferencias, establecer límites e incompatibilidades, crear discursos y proponer argumentos para señalar al otro como responsable de los males que nos aquejan, no es nada sorprendente que la división social sea cada vez mayor. Y conviene recordar que cuando en lugar de puentes lo que se abre entre grupos son abismos, las consecuencias son siempre nefastas.
No sé hasta dónde se puede seguir tensando la sociedad antes de que estalle un conflicto, pero sería deseable que más pronto que tarde empezáramos a cambiar la orientación de nuestros discursos para reconducir la situación y buscar espacios de cooperación y no de exclusión y desavenencia.
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