Que yo no sea creyente no me impide disfrutar de la música sacra. Diré más, cuando la fiebre me acosa (me refiero a fiebre muy alta), me meto en la cama, me olvido del mundo y este tipo de música es la que más me ayuda para abstraerme de todo. Puedo pasar así muchas horas (días, incluso), como en una especie de estado de hibernación absoluta sin necesitar otra cosa que la música. La música se convierte en algo parecido a un mantra que me ayuda a que el lamentable estado en que me hallo sea un poco menos lamentable. Podéis dudar de mi palabra, pero conozco a más gente a la que este tipo de música también le ayuda a transitar por estados deplorables. Por eso, muchos decimos que la música tiene virtudes sanadoras. No nos quita la fiebre, ni nos cura las infecciones, ni hace que el dolor desaparezca, pero sí convierte el tránsito en mucho más ligero y llevadero.
Ockeghem (1410-1497) gozó de un gran reconocimiento en su época. Cuando murió, recibió un conmovedor homenaje de otro gran maestro de la música polifónica franco-flamenca, Josquin Després. Fue este hermoso Llanto por la muerte de Ockeghem:
Que la música y la salud os sean favorables.
Y que toda esa caterva de dirigentes políticos perniciosos y absolutamente nocivos abandonen lo más pronto posible su actividad y los cargos que ocupan.
***
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Este blog es personal. Si quieres dejar algún comentario, yo te lo agradezco, pero no hago públicos los que no se atienen a las normas de respeto y cortesía que deben regir una sociedad civilizada, lo que incluye el hecho de que los firmes. De esa forma podré contestarte.