miércoles, 26 de febrero de 2025

UN LIBRO, UN POEMA (Guillermo Carnero)

Editorial

#unlibrounopoema


Guillermo Carnero no es precisamente uno de esos poetas de la línea clara. No en vano, este ejemplar, que recoge su obra entre 1999 y 2009, tiene un estudio introductorio de 200 páginas, y añado: creo que necesarias. El tomo anterior, el que recoge la obra poética desde 1966 hasta 1990, también se acompaña de un extenso trabajo. El que aparece aquí, se ve en la cubierta, corrió a cargo de Elide Pitarello; del anterior, Dibujo de la muerte, se ocupó Ignacio Javier López

Conviene recordar aquí que Carnero no solo tiene una obra poética extensa e intensa, sino que ha recibido la mayor parte de los premios importantes que se dan en España. 

Y habrá que recordar también que la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes tiene una buena antología de su obra, por donde tal vez se puede empezar a leer y estudiar su poesía.

El poema:



DISOLUCIÓN DEL SUEÑO

Nadie puede instalarse
en los sueños de otro: están fundados
en la incredulidad, la decepción y el miedo,
y su inquietud no admite compañía.
Juguetes rotos de una niñez tapiada
que no quiere arriesgar el privilegio
de mecerse en la paz de no haber sido;
un andrajo sin nombre
vacante en el umbral del paraíso
al no tener un cuerpo que lo vista.
El que contempla el Sol no ve su fuego,
cifrado en cenital circunferencia;
baja la vista, y teme. Lo confunde la luz;
sólo puede mirarla si se mezcla
a los colores turbios de las cosas.
Tampoco se permite
afrontar la arrogancia de sus sueños.
Finge que no lamenta su vacío
pues no los tiene ni jamás los tuvo,
o  están a su alcance confirmados
en la corriente lenta donde flotan
las heces de los pactos de sus días;
o los destierra al sótano más hondo
sin calor ni alimento, hasta que mueren
y vagan insepultos y lo acosan
al apagar la luz en un cuarto de hotel;
y por fin engalana su cadáver,
lo corona de mirto y lo pasea
para ofrecerlo a quien lo pisotee,
y lo destierra al fin a la página escrita
para eludir su insulto de blancura,
salpicando de tinta su amenaza de espejo,
su insoslayable potestad de lirio.
Sueño: región más alta,
sonora en geometría cuyo color se vuelve
imán de la certeza del exilio.
La voz es una brisa que nos trae
los primeros jirones
de los aromas del jardín del sueño.
Ha de reburujarse como seda
o desplegarse cálida y redonda,
henchida al ascender en su ternura,
y volar sobre cumbres y estuarios.
Así tu voz, umbral de tantos mundos,
sabía concederlos resumidos
en la proximidad del horizonte
de la luz de la llama de una vela;
pero hoy vendría a mí tenue y descalza,
sobre la duda de cristales rotos
que esparciste en la estela de tu nombre.
Si rompieras a hablar, tu voz tendría
una pátina oscura de parajes
donde se pudre la lección del tiempo.
Ya no podré entenderte si me hablas:
sólo olvidando el lastre de las cosas
y las aristas negras de los nombres
tiene tu voz la pulcritud del sueño:
música en el estuche de su brillo.

En los sueños, los ojos son azules:
si son de otro color, no estás soñando.
El azul es un reino de dulzura.
Dulzura no es palabra suficiente
en lo espiritual y trascendido;
es la de los torrentes cuando llegan
a presentar en el Abril del valle
la rendición templada de su hielo,
conservando en color de las alturas
la transfiguración del aire límpido;
la del rumor de guijas y de conchas
que resuena en las playas por la noche,
llenando de sí misma
la conciencia de estar oculto y solo.
Cuando abrías los ojos levantabas
una cúpula azul sobre la tierra,
coronada de flámulas ardientes;
un recinto tan alto
y en su ofrenda de luz tan silencioso
que toda voluntad se deslizaba
por la pendiente del desasimiento.
Así unos ojos pueden encender
la latitud inaugural del mundo
diáfana y trasparente sin frontera,
y entrecerrar su propio laberinto
de heces y esquirlas de rumor taimado.
No quiero su amenaza
en la consternación del aire turbio:
sólo el azul extático y redondo.

La curvatura es vocación del río
con inflexiones lentas de meandro
en el arroyo que desciende al valle,
es consuelo en el círculo del Sol
cuando tiñe de rojo la parábola
en que la luz dibuja el horizonte,
espiral aguzada
en el brillo del brote de la hoja,
convexidad en la tensión del fruto,
densidad y turgencia
en todo lo colmado y lo creciente.
La redondez es signo de la carne
de mujer, salvación,
oasis de volumen
en la angustia del plano y de la recta;
pero ha de ser jardín al que no lleve
la ausencia de un camino no trazado.
Esa es la norma capital del sueño,
lo que confiere elevación de nube
y resplandor solar de paraíso
a la entereza de un jardín redondo
retirado al secreto
de su concavidad, sin que el dardo del tiempo
—serpiente rectilínea que hiere con la ciencia
del veneno sin paz de la memoria—
tenga puerta cerrada en que clavarse.
Pero tú oscureciste el horizonte
donde pudo brillar el más diáfano
silencio precursor de voz primera,
y trajiste al preludio
de su estación redonda la maldición del tiempo:
un largo corredor de palabras caídas
pudriéndose en la sombra de su otoño.
Así llegué al umbral del paraíso
como Moisés en su último viaje;
y en la desolación de la memoria
y la miseria del entendimiento
se desvanecen un jirón azul,
geometría sin voz, música abstracta.

Del poemario Espejo de gran niebla, 2002.

***


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Este blog es personal. Si quieres dejar algún comentario, yo te lo agradezco, pero no hago públicos los que no se atienen a las normas de respeto y cortesía que deben regir una sociedad civilizada, lo que incluye el hecho de que los firmes. De esa forma podré contestarte.