viernes, 7 de febrero de 2025

DICKENS, Los papeles póstumos del Club Pickwick

Editorial
Me entero por el poema que hoy he colocado "Novedades" de WhatSapp que un 7 de febrero de hace 213 años nació Dickens. Y me entero, en este caso por un medio de comunicación, de que la casa museo de Londres cumple 100 años. Tanta coincidencia y aniversario bien merece un recordatorio y una sonrisa 😎.

Como dice Jordi Llovet en el prólogo que redactó para esta edición —y que luego aprovecharía para La literatura admirableeste libro pertenece a la categoría de los libros que cumplen con el objetivo de hacer pasar un largo rato lleno de una serena, tierna y desbordada felicidad.

No voy a comentar la novela porque ya lo hice en otro momento y porque el mejor comentario que podáis leer es el que ya hizo mi admirado Llovet, y a su sabiduría y buen hacer remito a quien pase por aquí. Lo que voy a hacer es dejar un breve ejemplo de las dotes que Dickens tenía para contar con humor y sencillez. Entonces era un joven desconocido de 24 años. Esta novela le sacó del anonimato. Su éxito radicó en la forma tan amable y positiva que tuvo de contar todo tipo de asuntos, hasta los que podrían ser más antipáticos y escabrosos.

Estamos en el capítulo XIII, páginas 228-9 de esta edición. Pickwick y sus compañeros se han acercado hasta una pequeña población en la que habrá elecciones al día siguiente. Todo el pueblo está alterado. Slumkey es el candidato de los azules y Fizkin lo es de los amarillos.

No bien se habían apeado los pickwickianos, cuando fueron rodeados por un grupo desgajado de la masa de aquellos honrados e independientes; grupo que a continuación lanzó tres aclamaciones ensordecedoras, las cuales, al ser respondidas por la masa principal (pues una multitud no necesita saber a propósito de qué aclama), creció hasta convertirse en un tremendo rugido de triunfo, que hizo detenerse hasta al hombre enrojecido del balcón. 
—¡Hurra! —gritó la masa, como conclusión. 
—¡Otro viva! —gritó el jefe del balcón, y la multitud volvió a gritar como si sus pulmones fueran de hierro fundido con armadura de acero. 
—¡Viva Slumkey! —rugieron los honrados e independientes. 
—¡Viva Slumkey! —repitió el señor Pickwick, quitándose el sombrero. 
—¡Abajo Fizkin! —rugió la masa. 
—¡Abajo, eso es! —gritó Pickwick. 
—¡Hurra! 
Y luego hubo otro rugido, como el de un parque zoológico entero cuando el elefante toca la campana de la comida. 
—¿Quién es Slumkey? —susurró Tupman. 
No sé —respondió el señor Pickwick en el mismo tono—. Calle; no haga preguntas. En estos casos, lo mejor es hacer lo que haga la masa
—Pero ¿y si hay dos masas? —sugirió Snodgrass. 
—Gritar con la que sea más grande —respondió el señor Pickwick. 
Libros enteros no podrían haber dicho más.

(La traducción es del gran José María Valverde; las negritas, mías). 

Si sois más de novela que de cualquier otro género y queréis pasar unas cuantas tardes divertidas, Los papeles póstumos del Club Pickwick os las van a proporcionar.

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