600 millones de años de evolución nos dejan este par de centímetros de silenciosa belleza. |
No creo que estemos aquí para ser testigos de nada, tal y como creía Annie Dillard y nos lo decía en Enseñarle a hablar a una piedra. Estamos, y ya que estamos, lo mejor que podemos hacer es aprovechar la estancia.
Sí comparto con ella, en cambio, eso que escribe en la página 206: El carácter verdadero o falso me resulta menos interesante que las posibilidades de belleza que encierra. Por supuesto, cada persona es un mundo y cada cual está en él de forma distinta. No hay fórmulas y los consejos no suelen valer. Hay quien es capaz de encontrar momentos de felicidad aun viviendo rodeado de las peores circunstancias y quien se ahoga en la desesperación incluso cuando todas las circunstancias le son favorables.
No sé si por que mi manera de ser me impulsa a ello o si es por convicción racional, lo cierto es que hay objetos y momentos cuyo hallazgo me hacen feliz. En ocasiones, pequeños tropiezos con un objeto insignificante se transforman en momentos de dicha que pueden durar mucho tiempo. Suelen ser elementos naturales —flores, piedras, arroyos, animales...— que por alguna razón tienen en el momento del hallazgo algo diferente al resto de los días.
Siempre tienen alguna relación con esa nebulosa difícil de acotar que es el tándem belleza y verdad. Podría traducirse por significante y significa, si es que fuera válido aplicar categorías lingüísticas. En cualquier caso, siempre están en relación con el cotidiano rumor de mis andanzas. Son regalos que el día me va dejando.
Esta columna/monolito debe llevar ahí muchísimo tiempo. Un buen día descubrí que, efectivamente, estaba ahí. Las personas, a veces, también somos invisibles. Ser consciente de su presencia me produjo alegría. |
No puedo evitar enamorarme de esta invasora cada vez que la luz atraviesa las panículas. |
Yo creo que una hoja de hierba no es menos que el trabajo realizado por las estrellas |
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