jueves, 4 de marzo de 2021

LA DEMORADA GRACIA DE ESTAR VIVOS

Con un abrazo para la gente de Cuba.


Ignoro cómo llegó hasta mí este ejemplar mínimo de Luis Caissés Sánchez (1951-2019). Solamente puedo decir que ha aparecido en uno de los traslados de libros a los que estoy condenado desde hace algún tiempo. El caso es que este miniejemplar, que está numerado y todo, del que yo poseo el número 162, me ha servido para enterarme de dónde está Holguín, de quién es Luis Caissés, de que la colección cumplirá 35 años este año y de la existencia de Eguzki Argitaldaria. Pero supongo que todos esos datos son anecdóticos y que solo sirven para saciar mi curiosidad después de un hallazgo tan diminuto como este.

Como seguramente nadie va a tener posibilidad de hacerse con un ejemplar de este poemario, me voy a permitir copiar aquí tres poemas que espero sirvan de estímulo para buscar más obras de este prolífico autor cubano.


CUARTA DIMENSIÓN DE LA TARDE

La tarde es un jazmín que se va abriendo
a la sombra de un paso de escalera.
La tarde es un gemido de madera.
Un solo de violín. Un ave huyendo...

A la tarde, no sé, todo cayendo
en un grave mutismo que exaspera.
La tarde: niña pálida de cera.
La tarde, una tristeza que no entiendo.

Una mesa cargada de vajilla.
Un murmullo de voces. Un arrastre
de frágiles sillas pudorosas.

Un golpe es la tarde en mi mejilla
Un pena infinita. Algún desastre,
como el fin irremediable de las cosas.




HEREDAD

No es jueves, ni estamos en París; 
pero este aguacero estaba destinado 
quién sabe desde cuándo.

No volverá a llover como ha llovido hoy
en ninguna otra parte del planeta; 
pues cada criatura tiene su lluvia,
como tiene su martes y su sábado.

Este aguacero era el nuestro.
Nadie más podía vivirlo.




EL ANTICRISTO

Nada hay
más terrible
que un oportunista
en el trono de Dios.

***
PS: Si habéis tenido la curiosidad de ir al sitio al que os lleva el enlace colocado en el nombre del autor, os habréis dado cuenta de que, ciertamente, resulta complicado acceder a su obra para alguien que vive a este lado del Atlántico, excepto esta, cuya distribución no parece que fuera muy buena. Eso aumenta mi fascinación ante el hecho de que se halle en mi casa y el agradecimiento hacia la persona que hizo —¿cómo?— que llegara hasta mí.

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