martes, 23 de marzo de 2021

LA HISTORIA DE GENJI

Editorial
Primer dato: La historia de Genji, El relato de Genji o La novela de Genji —de las tres formas ha sido traducida al castellano, aunque la única que lo ha hecho desde el japonés es la segunda— es una de las más grandes creaciones de la literatura universal. La afirmación no es mía, pero la suscribo plenamente

Segundo dato: cuenta Donald Keene en su Seeds in the Heart que el nobel Kawabata buscó y encontró consuelo durante los años de la Segunda Guerra Mundial y la posguerra en esta obra. Así consiguió vencer la idea de la muerte para seguir viviendo al lado de aquellas tradiciones que corrían dentro de mí (p 476).

Tercer dato: cuenta Carlos Rubio que Donald Richie aconsejaba a ejecutivos empresariales de EEUU que dejaran a un lado informes y libros de economía sobre el sistema empresarial japonés y que leyeran esta obra si lo que querían era conocer realmente el alma del país (p 408).

Museo del traje, Kioto.


Leí La historia de Genji durante unos días de obligada convalecencia en marzo de 2006. La he vuelto a leer en febrero porque estaba sumido en la poesía japonesa y aquí hay una buena colección. Tan solo en el capítulo 12 aparece medio centenar de poemas. Pero no penséis que esta historia cobra su valor por la poesía que contiene, aunque los poemas sean de gran calidad. Sus valores son muchos y su genialidad es comparable a la del Quijote, que ya es decir.

No quiero alargar excesivamente esta entrada, así que remito a Wikipedia a quienes deseen saber sobre el contenido o el argumento. 

El tema de la obra es el destino, la conciencia del  paso del tiempo. El protagonista masculino, Genji, epresenta la idealización de un pasado magnífico que se escapa inexorablemente. Pero también es la crítica de una sociedad (la alta aristocracia), de unas condiciones sociales y del poder político en manos de una familia. Si el Quijote se valía de una fábula en torno a los libros de caballería, La historia de Genji se vale de la idealización de un personaje.

Es también el punto de vista budista sobre la fugacidad de la existencia. Es la puesta en escena del concepto de mappō, mediante el cual se expresa la decadencia, la inexorabilidad del destino. Y es, asimismo, la representación de la tremenda importancia que cobran las ceremonias, así como el deseo de salvación eterna de cada uno de los personajes. La conciencia del paso del tiempo es una constante en la obra, subrayado, incluso, con la influencia que ejerce el pasado en el presente.

Si a todo esto añadimos los sentimientos de melancolía y tristeza producidos por la fugacidad y fragilidad de cuanto nos rodea —mujōkan— y la referencia continua a los cerezos en flor, que representan en la tradición budista japonesa la caducidad, no es de extrañar las continuas alusiones a la obra de Proust, En busca del tiempo perdidoy los paralelismos expuestos con insistencia por la crítica especializada.

No me resisto traer hasta aquí una cita de Federico Lanzaco, que recoge con enorme perspicacia todo ese peculiar ambiente de pesimismo esteticista y encantador que magistralmente ha recreado su autora: El fango impuro de las relaciones amorosas e impenitentes de Genji se describen no con el fin de ser admiradas por sí mismas, sino con el objetivo de desarrollar la hermosa flor de la sensibilidad de la tristeza bella de la existencia humana. La conducta de Genji es como la flor de loto que inspira felicidad y pureza, llenando de fragancia el entorno, aunque sus raíces estén sumergidas en túrbido fango (Los valores estéticos en la cultura clásica japonesa, p 61).

De la autora, Murasaki Shikibu (hacia 978 - hacia 1014), prácticamente no sabemos nada, salvo que nos dejó una de las grandes obras de la literatura de todos los tiempos, lo cual ya es más que suficiente.

Perdido en mis pesares, no supe que los días y los meses siguen transcurriendo todavía...

¿De veras ha terminado el año y también mi tiempo en el mundo?

***

Ni que decir tiene que las versiones realizadas desde otros ámbitos artísticos son numerosas. Algunos ejemplos:

Tomita Isao escribió una sinfonía. Podéis oirla aquí.

Saeko Icinohe creó una coreografía de danza contemporánea para esta historia.

Miki Minoru, una ópera.

Un largometraje (japonés con subtítulos en inglés) y una película de animación que estuvo nominada a mejor film de animación en Sitges

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