miércoles, 12 de febrero de 2020

FRAGMENTOS, GEORGE STEINER

Fragmentos no es una de las obras mayores de Steiner, pero tiene la ligereza de la buena escritura y la pasión del conocimiento de cualquiera de sus mejores títulos. Es, de hecho, muy borgiano en su arranque.

Con la excusa del hallazgo de un pergamino en una villa de Herculano, atribuido a un tal Epicarno de Agra, el autor aprovecha para reflexionar sobre el silencio, la amistad, la genética (diferencias e igualdades), el mal, la riqueza, la música y la muerte.

Y como esto va de homenaje y de recuerdo de un maestro, os dejo un par de párrafos. El primero, relativo al tema del silencio y el significado de lo no expresado (primer capítulo). El segundo, en torno a la muerte (capítulo final).

Desde el inicio la filosofía griega lucha con la fértil paradoja de la negación. Asegurar que algo existe es también postular que quizá no exista. Para definir qué es, hay que afirmar qué no es. Toda sustancia está entrelazada con la inexistencia, con el lado oscuro de la luna. Pero la no existencia ¿es algo que se puede expresar o pensar? Parménides inicia la metafísica occidental con esta pregunta, a la vez lógica y ontológica, gramática y sustantiva. (¿Hay existencia fuera de la gramática?). ¿Hay un agujero negro en el corazón del ser? Lo que no se puede conceptualizar no se puede decir; lo que no se puede decir no puede existir. A lo cual los sofistas responden veloz y agudamente que la legitimidad y la claridad mismas de la pregunta validan la condición de «nada»; que el cero es útil al cálculo (aunque en sí el «cero» es una herramienta posterior). La dialéctica hegeliana vuelve a los inicios de la racionalidad. La predicación tiene significado justo porque 14 nos dice lo que el objeto no es. Magritte expresaría el postulado de una manera cáustica: «Esta no es una pipa». Para Martin Heidegger la nada, das Nicht, es el abismo principal, imprescindible para el desasosiego humano y para lo misterioso en los orígenes del pensamiento (pp 13-14).

Pero el remedio está al alcance. El suicidio encarna, respalda la libertad. No elegimos nuestro nacimiento. Pero podemos reclamar la autonomía de nuestro ser, de nuestra "autoposesión" —un término definitivo— al elegir la manera y el momento de nuestra muerte. La geriatría, remanente de teologías obsoletas, busca privarnos de esta libertad fundamental. ¿Hay algo más cruel, más éticamente reprobable que el dictado que mantiene vivo a quien está mentalmente extinguido, al paralítico, a quienes son alimentados mediante tubos? ¿Qué tiranía hay más obscena que la que prohíbe liberar al que se encuentra en coma, a quienes están encarcelados por la inmovilidad, a los muertos vivientes conectados a un respirador artificial, vaciando sus intestinos bajo licencia química? está en juego mucho más que la dignidad. Es nuestra humanidad esencial (...) La institución médica muestra signos de un incómodo sentido común. Sin embargo, aún está por venir una revolución social y legal más radical. La eutanasia, asumidas las precauciones indispensables, debe volverse una opción básica (pp 82-83).

George Steiner, 2012 (año de publicación del original).


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Precisamente el año que él publicaba su texto en inglés, yo redactaba una breve nota sobre el autor a propósito de Lenguaje y silencio, y un año después otra sobre La poesía del pensamiento.

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