Editorial |
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Si alguien desea adentrarse en los pormenores biográficos y descubrir qué hay y qué no hay de realidad en su relación con la Lesbia de sus poemas, Luis Antonio de Villena publicó una biografía del poeta en 1979, si bien casi todas las ediciones (serias) de su obra ofrecen datos suficientes para hacernos con una idea más que general.
Para una visión de la literatura latina, una obra de consulta siempre es un buen recurso, además de una ayuda para contextualizar y establecer relaciones. La de Cátedra —pero hay más— me parece una historia muy solvente y completa, está redactada por auténticos especialistas y, además, se encuentra en cualquier librería o biblioteca (incluso es prestable). Más breve, y de bolsillo, la Historia de la literatura romana, de Ludwig Bieler, es una excelente "síntesis".
Pero todo esto no es nada si no se lee al poeta, así es que, Lesbia mía, vamos a ello:
Vivir, Lesbia, y amar. Vamos a ello.
Los chismes de los viejos amargados
nos tienen que importar menos que nada.
Puede ponerse el sol, salir de nuevo,
pero la breve luz de nuestros días
una vez que se apague, será noche
que habremos de dormir, interminable.
Dame mil besos ya, dame cien luego,
y más tarde otros mil y otra centena,
y mil más y cien más, todos seguidos.
Y al fin, cuando sumemos muchos miles,
los desordenaremos. Ni siquiera
nosotros lo sepamos. Que no pueda
un envidioso echarnos mal de ojo
si conoce el total de nuestros besos.
Tampoco tienes que admirarte, Rufo,
de que no haya mujer que esté dispuesta
a colocar sus muslos delicados
debajo de tu cuerpo, aunque la tientes
con el regalo de una fina tela
o el encanto de piedras deslumbrantes.
Te perjudica cierta habladuría:
según la cual habita en tus sobacos
un terrible cabrón. Todas lo temen.
Y no me extraña. Mala bestia es ésa
para que una mujer bella se acueste
a su lado. Por tanto, moraleja:
elimina esa cruel peste olfativa
o no te admires más cuando te esquiven.
Traducción de Juan Antonio González Iglesias. Cátedra, 2006.
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