La historia se desencadena cuando la anciana recoge una caja de libros dirigida a su vecino, pero que ella decide quedarse, abrirla y leerlos. Y ahí comienza la transformación de Reme, porque la literatura, aunque no sirva para hacer casas, es útil para crear amaneceres, aunque luego no valga para encauzar el resto del día. De la lectura a la rebelión, pasando por la conciencia de ser, solo media una estúpida ordenanza municipal prohibiendo la ropa tendida en las fachadas.
Podría ser un argumento de realismo mágico, pero tiene más de nuevo periodismo, aunque no es ni lo uno ni lo otro. Pablo Gutiérrez tiene sus propias maneras y entre ellas no es la peor saber construir el relato adoquinándolo con citas de todos los libros con los que la protagonista inicia su ilustración. Muy eficaces son también las frases que deja interrumpidas y que cobran así mayor significación. O los neologismos que inventa. O la expresividad repentina de las palabras compuestas.
En cualquier caso, lo que a mí más me ha gustado es el uso del humor y la ironía. Creo que cuando el autor suelta lastre moral e ideológico, adquiere perspectiva y mira desde fuera a sus personajes, es cuando alcanza mayor altura literaria y, aunque parezca paradójico, resulta más sólido moralmente y más convincente desde el punto de vista del compromiso social.
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Aquí os dejo al autor hablando de su propia novela entrevistado por Luisa Cabell.
Y aquí podéis leer el primer capítulo, antes de decidir si la váis a leer o no.
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