¡Qué bien conjuga la vehemencia barroca del artista italiano, el dramatismo del mármol hecho fuego gracias a su destreza, y la pasión por enseñar y descubrir de una profesora —mejor, maestra— que llevaba el arte en las venas! Hasta el mito parece que se hace más pequeño, menos importante, ante la generosa entrega del artista y su rendida exégeta.
Imagen tomada de Wikipedia. Apolo y Dafne. Bernini. Galleria Borghese. |
Garcilaso vió así el mito (mantengo la grafía de la época del autor):
A
Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu’el oro escurecían;
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu’el oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo ’staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
los tiernos miembros que aun bullendo ’staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
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