Toda la obra de Shakespeare es un inmenso juego de espejos, una creación intelectual para ayudarnos a desenmascarar la realidad. ¿O es al revés?. Las palabras engañan y el arte puede ayudarnos a reconocer cuanto nos rodea. Touchstone, el bufón de Como gustéis, se adelantaba trescientos años a Pessoa y nos recordana que la poesía más verdadera es la más engañosa.
Engañoso puede resultar todo en esta obra, desde las parejas y las relaciones que se establecen entre ellas hasta la rivalidad —medio en broma medio en serio— que podemos intuir con el dramaturgo contemporáneo Ben Jonson, pasando por la epifanía —¿qué aparición?— del Día de Reyes, siempre ausente, o la falta de razón de Malvolio, castigado sin piedad por su peligroso puritanismo.
¿Es Orsino un amante verdadero o un amante del amor? ¿Cómo debemos entender la pasividad de la encantadora Viola? ¿Por qué se encuentra siempre al borde de la violencia esta comedia? ¿Es el amor una pasión arbitraria o un sentimiento determinado y dirigido? ¿Está realmente loco Feste, o es quizá el único cuerdo?
Pero no os preocupéis, dejaos engañar por las bellísimas palabras del inglés para que ese tren llamado corazón distraiga, una vez más, a la razón. Se abre el telón:
Si es del amor la música sustento,
seguid tocando, hartadme de armonía,
que hastiado el dulce anhelo enferme y muera.
La estrofa repetid: murió tan dulce;
hirió mi oído como blanda brisa
que sopla sobre un campo de violetas,
robando y dando olor. Cesad; no cantes:
no suena ya tan dulce como ántes.
¡Tirano amor, cuán vivo y fresco eres!
Pues aunque todo cabe en tu ancho seno,
como en el mar, en él nunca entra nada,
por esforzado y válido que sea,
que en precio y en valor no pierda al punto:
tan lleno está el amor de fantasía,
que él solo de fantástico se precia.
(act I, esc 1)
Os dejo en compañía de Morfeo Teatro (pero que eso no os impida leer la obra):