La primera vez que leí La fierecilla domada tenía dieciséis años y no me gustó. Hoy, con muchos más años a la espalda, sigue sin gustarme, pero al menos se me ha pasado ese extraño sentimiento de culpabilidad. Admito sin problemas que no todo shakespeare tiene la misma calidad ni el mismo empuje humano. Y no es que me descoloque ese prólogo que a nada conduce y de cuyos personajes no sabemos nada más una vez adentrados en el primer acto. Es que la disparatada e injustificable historia que el primerizo Shakespeare nos cuenta no se sostiene en casi ninguno de sus cimientos.
Enunciada la mayor, reconozco que hay escenas y parlamentos sueltos que no solamente harían reír al público de su época, bien distinta a la nuestra, sino también al público actual. El surrealismo estrambótico de lo que podríamos reconocer como el rapto de Catalina (act III, final esc 2) no deja de tener su gracia, dentro del disparate que supone recurrir a las armas en casa amiga. Veamos: vuelve el séquito de familiares y amigos de celebrar la boda y Petrucho (el casado) dice sentir no poder quedarse a la celebración. Todo el mundo manifiesta su estrañeza y le ruega que se quede como mínimo al banquete, pero el novio sigue en sus trece:
PETRUCHO: Irán a comer, Kate, si tú se lo mandas. Obedeced a la novia los que habéis formado su séquito; id a la fiesta, levantad buena algazara, divertíos señoreando; bebed abundantemente por su virginidad, sed alegres, hasta la locura... o id a que os ahorquen. En cuanto a mí, hermosa Kate, debes venir conmigo... No, no me mires altanera, no patalees, no mires azorada, no te encolerices... Quiero ser dueño de lo que me pertenece. Catalina es mi bien, mis muebles; es mi casa, mi ajuar casero, mi campo, mi granero, mi caballo, mi buey, mi asno, mi todo. Y aquí está: que se atreva alguien a tocarla. Haré sentir mi fuerza al más orgulloso que se atraviese en mi camino a Padua. Grumio, echa mano a la espada, estamos sitiados de ladrones. Salva a tu ama, si eres hombre. No temas, mi querida moza, nadie te tocará, Kate; yo te escudaré contra un millón de enemigos.
Pero que esta obra no me guste a mí, no quiere decir que pueda gustar a otras personas. Yo, por si acaso, aquí dejo el montaje que hicieron para Estudio 1 en 1979 bajo la dirección de Francisco Abad.
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Y no te olvides de mandar mensajes de ánimo a los enfermos que se mantienen aislados en los hospitales.