Hay un célebre artículo de Émile Zola que bajo el título de
Yo acuso convulsionó en su momento a toda Francia. No puedo pretender la capacidad de Zola, maestro universal de la novela, ni tampoco puedo equiparar la situación a la que él se refería con la que estamos viviendo en las escuelas del País Vasco -desconozco la situación en otras comunidades- las personas que estamos implicadas en el programa
Eskola 2.0, pero sí puedo y quiero denunciar la situación.
Ese programa surge, entre otras cosas, para que la población escolar que cursa 5º de primaria vaya aprendiendo a utilizar las nuevas tecnologías de la comunicación, para que pueda acceder a las
autopistas -tiene su ironía la palabra- del conocimiento y tenga así una formación adecuada en este campo de la técnica y el saber, de tal forma que pueda desenvolverse con éxito en el futuro. En definitiva, para que no pierda el hilo de la modernidad.
La idea es buena. Aún más, es necesario que, más allá de la utilización lúdica de un ordenador, toda la población escolar -y no escolar, claro- pueda acceder a recursos, técnicas y conocimientos que amplien su campo del saber, le proporcionen una formación sólida y que le ofrezca una preparación mejor para el futuro. En un mundo incesantemente cambiante, la formación tiene que estar a la altura de los cambios. No podemos educar hoy con las herramientas de hace cien años.
La idea es buena y es necesario su desarrollo, pero la herramienta que nos ofrecen es mala, porque ¿para qué sirve un bolígrafo cuya tinta no impregna el papel?, ¿qué se puede hacer con un lápiz cuya punta se quiebra cada vez que la apoyamos sobre la hoja?, ¿
para qué queremos un conexión a internet que no se conecta con la red o cuando lo logra, la sesión de trabajo programada ya ha terminado? Esta es la situación que vivimos en la escuela, con su correspondiente frustración.
Frustración porque no podemos llevar a cabo el trabajo que habíamos preparado. Frustración porque después de veinticinco minutos, sólo cinco portátiles -de veintitrés- han logrado conectarse a la red. Frustración porque ayer queríamos colocar un vídeo al texto que habíamos escrito con toda ilusión sobre la primavera, y el maldito trasto no nos lo permite. Frustración porque queremos escribir nuestro primer relato fantástico en el blog y la
autopista no pasa de ser una estrecha vereda
de monte. Frustración porque queríamos acceder a una valiosa información sobre el Sistema Solar, y el sol que aviva la conexión, una vez más, está oculto tras las nubes. Frustración porque tenemos ilusión, todavía, y queremos trabajar, aún, pero esta herramienta que nos han dado no nos lo permite. Frustración y frustración.
Por todo esto, y por todas las horas de espera pasadas por mi paciente alumnado, y por toda la desesperación acumulada, y porque, a pesar de todo, sigo creyendo que internet puede ser una herramienta fantástica, si aprendemos a utilizarla bien y a
navegar fuera del
ruido y de la
basura. Por todo esto, sí, y por todo el tiempo perdido que aún nos queda que aguantar,
yo denuncio y solicito a quien corresponda -Delegación, Departamento, Gobierno- que trate a todas las personas implicadas en este programa como a personas con derecho a aprender sin desesperarse en el intento.