Para empezar, este breve vídeo de la casa de
Emily Dickinson, hoy casa museo.
Básicamente, lo que en él se da a entender es la necesidad de poder disponer de un espacio para la intimidad —"esta es la llave de mi libertad" —, sin la cual la creación no es posible.
Una buena aproximación a su poesía se puede realizar desde cualquiera de las antologías que han realizado las grandes editoriales que se dedican a publicar poesía: Cátedra, Tusquets, Lumen, Bartebly, Alianza, Hiperión, Comares...
En este enlace podéis ver los libros de Dickinson disponibles en la actualidad.
Si lo que pretendéis es leer a la Dickinson, pero sin tener que gastar un euro, las bibliotecas suelen estar bien surtidas. En nuestro entorno, lo mejor es acudir al
Koldo Mitxelena, donde hay una buena selección de libros de y sobre la original poeta americana.
Para terminar esta entrada, os dejo dos comentarios que pueden servir de presentación. El primero es de Margarita Ardanaz, traductora y estudiosa de su obra. El segundo, de
Harold Bloom, archifamoso crítico americano.
Los poemas de Emily Dickinson apenas tienen adherencias ambientales, y la aproximación a los mismos y cualquier posible explicación sólo puede surgir del compromiso personal e intransferible que cada lector haga con el texto mismo (Poemas. Cátedra. pag. 32).
Quizás William Blake —cuyo propio genio era único— sea el verdadero semejante de Dickinson. Ella no es una religionaria americana posprotestante, como Emerson o como Whitman, sino una secta de uno, como Blake. Perturba todas nuestras certezas, como lo hace Blake, pero ella no pretende —como él— crear una ficción suprema. Es discutible que un poeta pueda empezar siempre de cero con cada nuevo poema. Pero si alguno pudo, esa fue Dickinson (Genios. Anagrama. pag. 429).