Editorial |
Los espejos nocturnos, tal y como dice el subtítulo, recoge los poemarios que Ángel Antonio Herrera ha publicado hasta ahora:
En los palacios de la culpa (1993).
Te debo el olvido (1998).
Donde las diablas bailan boleros (2004).
Los motivos del salvaje (2012).
El piano del pirómano (2014).
Pero además de recoger su poesía, el libro contiene un valor añadido gracias al trabajo de ilustración (glosa visual sobre los poemas) que ha realizado José Manuel Ciria.
RÚBRICA
Dónde el agosto de la fortuna, nunca elegido.
El afán de haberme querido suicida, dónde,
la suerte de no haber abierto aquel lunes un primer libro.
Quedará dónde el sur de la sospecha que no escuchamos.
Dónde el verano de haber querido a otra muchacha,
y en su cielo la ilusión con promiscuos colores
distintos a los de esta tarde,
en cuyo balcón de nuevo barajo la suerte
de ser o no ser qué sendero.
Dónde, incluso, el hondo hueso de las horas
que no se quemaron cautivas del amor,
o de su terca herencia.
Dónde el agrado de haberse perdido
con sístole de otras nostalgias,
que es como decir dónde, o cuándo,
las vidas que sí arruiné decidiendo mi vida.
Dónde el vino vencido de haber brindado
bajo la luna de un riesgo que nunca dio conmigo.
RÚBRICA
Dónde el agosto de la fortuna, nunca elegido.
El afán de haberme querido suicida, dónde,
la suerte de no haber abierto aquel lunes un primer libro.
Quedará dónde el sur de la sospecha que no escuchamos.
Dónde el verano de haber querido a otra muchacha,
y en su cielo la ilusión con promiscuos colores
distintos a los de esta tarde,
en cuyo balcón de nuevo barajo la suerte
de ser o no ser qué sendero.
Dónde, incluso, el hondo hueso de las horas
que no se quemaron cautivas del amor,
o de su terca herencia.
Dónde el agrado de haberse perdido
con sístole de otras nostalgias,
que es como decir dónde, o cuándo,
las vidas que sí arruiné decidiendo mi vida.
Dónde el vino vencido de haber brindado
bajo la luna de un riesgo que nunca dio conmigo.
De Los motivos del salvaje (2006-2010).
XXV
Contra el paradero del verdugo, tengo un verano de antídoto.
Ahora mismo estoy cruzando en bicicleta las ocho de la tarde del segundo viernes de agosto de mi adolescencia.
Me creo el dueño de un cielo donde cantan todas las cosechas del color azul. Mi vida es ancha como una promesa, mi corazón suspira como un revólver.
Sé y no sé que respiro eternidad acaso en el último engaño de la alegría.
Contra las prédicas de la rutina, está la bengala del descuido y la lógica de la selva.
Yo quería lograr un poema igual que bucea un príncipe, igual que desoye la trayectoria el águila.
Todavía voy a la espera de saber cuánto le dura al amante una canción de desdicha, cuánto de primer astro aún gobierna en la lejanía de la noche donde no tiene timón sino la desdicha.
Contra el corazón de deriva, está el camposanto seguro y la muchacha mágica.
Casi todo poema es la ponencia de un sonámbulo, la misa de una lejanía que nos alborota un mar por dentro.
Si no fuera porque ahora mismo sigo cruzando en bicicleta las ocho de la tarde del segundo viernes de mi adolescencia, tú y yo estaríamos besándonos en medio de estos versos.
Entonces, yo quería desempeñarme en el robo de desafíos. Entonces, y hoy, yo quería indagar en la secreta geometría del susto, hospedarme para siempre en la hemeroteca de lo que ama la primavera, y es así miniatura del futuro de la fortuna de la propia primavera.
Contra el ahogo de tanto calendario, queda la autoría de la imaginación y el taller de la lluvia.
Contra el paradero del verdugo, tengo un verano de antídoto.
Ahora mismo estoy cruzando en bicicleta las ocho de la tarde del segundo viernes de agosto de mi adolescencia.
Me creo el dueño de un cielo donde cantan todas las cosechas del color azul. Mi vida es ancha como una promesa, mi corazón suspira como un revólver.
Sé y no sé que respiro eternidad acaso en el último engaño de la alegría.
Contra las prédicas de la rutina, está la bengala del descuido y la lógica de la selva.
Yo quería lograr un poema igual que bucea un príncipe, igual que desoye la trayectoria el águila.
Todavía voy a la espera de saber cuánto le dura al amante una canción de desdicha, cuánto de primer astro aún gobierna en la lejanía de la noche donde no tiene timón sino la desdicha.
Contra el corazón de deriva, está el camposanto seguro y la muchacha mágica.
Casi todo poema es la ponencia de un sonámbulo, la misa de una lejanía que nos alborota un mar por dentro.
Si no fuera porque ahora mismo sigo cruzando en bicicleta las ocho de la tarde del segundo viernes de mi adolescencia, tú y yo estaríamos besándonos en medio de estos versos.
Entonces, yo quería desempeñarme en el robo de desafíos. Entonces, y hoy, yo quería indagar en la secreta geometría del susto, hospedarme para siempre en la hemeroteca de lo que ama la primavera, y es así miniatura del futuro de la fortuna de la propia primavera.
Contra el ahogo de tanto calendario, queda la autoría de la imaginación y el taller de la lluvia.
De El piano del pirómano (2012-2014).
Esta es la presentación que realizaron en el Ateneo de Madrid (alternan la conversación con el autor con mucha lectura de poesía, lo que siempre es de agradecer):
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