El cólquico, crocus de otoño, narciso de otoño, colchico que mata, azafrán bastardo o como quiera que se le llame según la zona tiene dos características bien conocidas y ambas están incluídas en alguno de sus variados nombres: nos anuncia que el otoño está ya ahí y que es tóxico. Supongo que Billy Mayerl (1902-1959) le dedicaría esta breve y juguetona pieza de piano por lo del otoño (y también por su belleza como flor) y no por la posibilidad de envenenarnos con él. Yo aprovecho la ocasión que me ofrece el equinoccio de otoño para recordar aquí a este músico londinense, pianista prodigioso, que contra los consejos de su profesorado (incluso la amenaza de expulsarlo del Trinity, donde estudiaba composición) se sintió tentado por el ragtime, comenzó a frecuentar locales donde se practicaba estilos musicales un poco alejados de lo que entendemos como música clásica e incluso llegó a adquirir fama como miembro de la en su momento exitosa Havana Band del Hotel Savoy.
Que tanto la música como el otoño (o la primavera si leéis esto desde el hemisferio sur) os sean favorables.
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