viernes, 30 de septiembre de 2022

PÁRADAIS, FERNANDA MELCHOR

Ejemplar del KM. Editorial.
En esas clasificaciones que tanto gustan y que resultan tan rentables a editoriales e industria del libro en general, Páradais está situada en novena posición de entre las mejores novelas de 2021 en una de las más prestigiosas listas del ramo. Dicho queda.

Los mimbres: México, zona residencial de lujo, un adolescente que trabaja arreglando el césped de la gente bien y limpiando la porquería que dejan, otro adolescente que vive castigado en casa de sus abuelos —ninguno de los dos está ni medio a gusto en su pellejo, aunque las causas sean distintas —, una familia bien, una prima y un primo nada bien, una madre y una mafia enloquecida y violenta —pero esta es secundaria; la miseria, no—.

La historia: El adolescente castigado está absolutamente colgado de la mujer que vive en enfrente, madre de dos criaturas pelín odiosas y habitual de las páginas couché. El adolescente que limpia coincidirá casualmente con él. Ambos beben y fuman juntos, mientras el adolescente colgado y castigado verbaliza cuantas fantasías piensa realizar con la mujer madura, por supuesto, sin pedir permiso.

La lengua: Esto es lo mejor. Rectifico: esto es lo que a mí más me ha gustado. El dominio de la oralidad mexicana de Fernanda Melchor es absoluto. Según se lee, da la impresión de estar oyendo hablar a la gente en cualquier calle chamaca y suburbial de México. Frase rápida, nerviosa, sin digresiones. Pura descarga eléctrica. De hecho, la novela se lee de una tirada. Esto es independiente, claro, de que esté en pinche chamaco o en castellano viejo.

La realidad: Bueno, la realidad es la que es y cada cual vive la suya. Seguramente a más de una persona, yo entre ellas, pasar por algunos de los pasajes más crudos —las fantasías sexuales del adolescente colgado y castigado o las lindezas de la mafia— le dará cierto repelús, pero no se puede negar la eficacia de la autora para meternos en la historia, dotarla de credibilidad, ni tampoco que eso exista. 

Se dice Páradais, no Paradise; a ver, repítelo: Páradais. Y el nuevo empleado tuvo ganas de responderle: Páradais la puta que te parió, pinche guango maricón, pero no se atrevió a decir nada con su madre ahí al lado.

Pues eso, cosas que pasan en el paraíso... terrenal. ¿O es en el infierno?

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Путин, немедленно останови войну!

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