miércoles, 20 de abril de 2022

LIBROS PARA PENSAR LA PAZ, 7

Amor y Justicia no es un título que se ocupe de manera directa de la construcción de la paz, pero no hay paz posible sin justicia, y Ricoeur va más allá en la reflexión sobre la justicia. Una justicia profunda y verdadera, nos dirá, no existe sin amor, porque el amor es el guardián de la justicia, de la reciprocidad y de la equivalencia, en la medida en que la justicia está siempre bajo la amenaza de volver a caer, a pesar de ella misma, al nivel del cálculo interesado, del du ut des (doy para que me des). El amor protege a la justicia contra esta mala inclinación proclamando: doy porque ya me has dado (p. 10).

El filósofo francés es consciente de la abismal diferencia que existe entre ambos conceptos y no cae ni en la banalidad ni en la exaltación. Reconoce los idiomas distintos en que se manifiestan. El amor, en primer lugar, se manifiesta desde la alabanza; después, mediante el imperativo que implica el respeto sin fisuras hacia la persona amada (el otro); por último, el poder de metaforización que acompaña a las expresiones del amor. Así, el imperativo ¡ámame! pone en movimiento una variedad de afectos que designamos por sus estados terminados: placer vs. dolor, satisfacción vs. descontento, regocijo vs. desgracia, beatitud vs. melancolía (p 24).

Más adelante se ocupa del discurso de la justicia y de su práctica social. Es, por tanto, una actividad que participa de la comunicación:
un cuerpo de leyes escritas, de tribunales o de cortes de justicia, investidos de la función de decir el derecho, jueces, es decir, individuos como nosotros, que se presumen independientes, y encargados de pronunciar la sentencia justa en una circunstancia particular (p 28). Hay un reparto de tareas, funciones y deberes. Además, la idea de lo justo implica la idea de lo igual, es decir, un reparto es justo si es proporcional a la aportación de cada parte. La distribución, como base moral de la práctica de la justicia, implica un reparto equitativo de derechos y beneficios de tal manera que la libertad de cada persona afecte a la de otra. Se establece así una sociedad de mutua dependencia, sentimiento que queda sujeto al del mutuo desinterés, esto es, no la búsqueda de una ganancia, sino la de un auténtico reconocimiento donde cada parte nos sienta solidaria y deudora de la otra parte.

De esta manera, entre himno y regla, entre el discurso del amor y discurso de la justicia se crea un puente. Para eso Ricoeur propone esta Regla de Oro:
 como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos (p 34). Esta regla nos remite a un estado de reciprocidad. La justicia pasada por el tamiz del amor se convierte en una auténtica acción social basada en la búsqueda del interés mutuo. Amor y justicia se hacen complementarios, el imperativo ético del amor coadyuva con el ideal ético de la justicia. Justicia y amor colaboran para construir un idioma en que ambos se entiendan y se fortalezcan mutuamente.

Aquí podéis leer un comentario menos escueto y más trabajado a cargo de la doctora Susana Patino González.

Próxima entrega: Teoría e historia de la revolución noviolenta, Jesús Castañar Pérez.

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Путин, немедленно останови войну!

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