lunes, 24 de septiembre de 2018

EL ODIO A LA POESÍA

Alpha Decay
Ben Lerner es un poeta norteamericano del que todavía no han traducido ninguno de sus poemarios al castellano, aunque se puede encontrar alguno en internet. Por ejemplo, este soneto:

Voy a matar al presidente.
Lo prometo. Me rindo. Lo siento.
Soy gay. Estoy embarazado. Estoy muriendo.
No soy tu padre. Estás despedido.


Pedido. Olvidé tu cumpleaños.
Tendrás que perder una pierna.
Ella se lo estaba buscando.
Se tiró debajo del coche.


Parecía una pistola. Es contagioso.
Ahora ella está con Dios.
Ayudame. No tengo un problema.


Me tragué un frasco de pastillas.
Soy doctor. Te estoy abandonando.
Te amo. Vete a la mierda. Cambiaré. 


               De The Lichtenberg Figures. El original, aquí.

Pero sí está traducida esta original defensa de la poesía en la que tal vez no terminemos de ver claro por qué aparece la palabra odio en el título, siempre excesiva, y en cambio, sí percibimos claramente la gran capacidad de Lerner para convencernos de, al menos, dos cosas: la intrínseca dificultad para identificar qué es lo que hace que un puñado de palabras se convierta en poema —tema quizás muy manido, pero él lo hace con mucha originalidad—, y las virtudes de aplicar el desdén —no odio— al poema mismo, porque así ganará en profundidad, y porque allí, al crear un espacio para lo posible, un lugar donde la ausencia se transforma en presencia (como la irrupción de una melodía que jamás ha sido escuchada), esto de lo que hablamos [es decir, la poesía] podría llegar a parecerse al amor (p 85).

Digamos que Lerner indaga en las razones por las que la poesía es percibida de forma una tanto contradictoria. Por un lado, tiene el prestigio del quehacer más alto al que la palabra puede dedicarse; por otro, se hace insufrible para una parte importante de la población que no va dedicarse nunca a su lectura. Pero es que además de sufrir el rechazo de quienes la consideran inútil o incluso desagradable, debe soportar los ataques de quienes pretenden acabar con ella practicando "otro tipo de poesía" (léase vanguardias diversas).

En el fondo lo que nos quiere contar, y nos lo cuenta muy bien, es eso mismo que Marianne Moore nos dejó dicho en ese breve poema con el que se abre el libro y la exquisita anécdota que desencadena todo el texto:

A mí también me desagrada.
      Al leerla, sin embargo, con el más completo desdén hacia ella,
      uno descubre que, a fin de cuentas, en ella hay un espacio para lo genuino.

Original en su última versión, aquí.

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