Visor |
La carne quiere carne.
AUSIÀS MARCH
«No había en Valencia dos amantes como nosotros.»
Ferozmente nos amábamos desde la mañana a la noche.
Todo lo recuerdo mientras vas tendiendo la ropa.
Han pasado años, muchos años; han pasado muchas cosas.
De pronto aún me coge aquel viento o el amor
y rodamos por tierra entre abrazos y besos.
No comprendemos el amor como una costumbre amable,
como una costumbre pacífica de cumplimiento y telas
(y que nos perdone el casto señor López Picó).
Se despierta, de pronto, como un viejo huracán
y nos tumba en tierra a los dos, nos junta, nos empuja.
Yo deseaba, a veces, un amor educado
y en marcha el tocadiscos, negligentemente besándote
ahora un hombro, y después el pezón de una oreja.
Nuestro amor es un amor brusco y salvaje,
y tenemos la nostalgia amarga de la tierra,
de ir a revolcones entre besos y arañazos.
¡Qué queréis que haga! Elemental, ya lo sé.
Ignoramos el Petrarca e ignoramos muchas cosas.
Las Estances de Riba y las Rimas de Bécquer.
Después, tumbados en tierra de cualquier manera,
comprendemos que somos bárbaros, y que eso no debe ser.
Que no estamos en la edad, y todo esto y lo otro.
No había en Valencia dos amantes como nosotros,
porque amantes como nosotros son paridos bien pocos.
Ferozmente nos amábamos desde la mañana a la noche.
Todo lo recuerdo mientras vas tendiendo la ropa.
Han pasado años, muchos años; han pasado muchas cosas.
De pronto aún me coge aquel viento o el amor
y rodamos por tierra entre abrazos y besos.
No comprendemos el amor como una costumbre amable,
como una costumbre pacífica de cumplimiento y telas
(y que nos perdone el casto señor López Picó).
Se despierta, de pronto, como un viejo huracán
y nos tumba en tierra a los dos, nos junta, nos empuja.
Yo deseaba, a veces, un amor educado
y en marcha el tocadiscos, negligentemente besándote
ahora un hombro, y después el pezón de una oreja.
Nuestro amor es un amor brusco y salvaje,
y tenemos la nostalgia amarga de la tierra,
de ir a revolcones entre besos y arañazos.
¡Qué queréis que haga! Elemental, ya lo sé.
Ignoramos el Petrarca e ignoramos muchas cosas.
Las Estances de Riba y las Rimas de Bécquer.
Después, tumbados en tierra de cualquier manera,
comprendemos que somos bárbaros, y que eso no debe ser.
Que no estamos en la edad, y todo esto y lo otro.
No había en Valencia dos amantes como nosotros,
porque amantes como nosotros son paridos bien pocos.
Traducción del propio autor.
Descubrí hace muy poco tiempo la poesía de este poeta valenciano del que Carlos Marzal dijo —cito por El País— que era no solo el gran renovador de la poesía contemporánea en valenciano, sino que es el único gran poeta que está a la altura de los clásicos remotos. No creo exagerar si sostengo que él es el mejor heredero de esa enorme tradición.
Descubrí hace muy poco tiempo la poesía de este poeta valenciano del que Carlos Marzal dijo —cito por El País— que era no solo el gran renovador de la poesía contemporánea en valenciano, sino que es el único gran poeta que está a la altura de los clásicos remotos. No creo exagerar si sostengo que él es el mejor heredero de esa enorme tradición.
Poeta del amor y de la muerte —supongo que la tremenda experiencia personal que el mismo número de ese periódico cuenta tuvo mucho que ver en la presencia de la muerte en sus poemas—.
Tuve noticia de su obra por este otro poema que aparecía incompleto en una publicación de la editorial DeBolsillo, y que fue el que me llevó a la antología de Visor. Aquí está:
Me pondréis, entre las manos, la cruz,
o aquel rosario humilde, sudado, gastado,
de aquellas horas de tristeza y miedo,
y ya ninguna amenidad. Después
cerraréis el ataúd. No quiero que me vean.
A la hora justa quiero que en Burjassot,
en la parroquia donde me bautizaron,
toquen a muerto. Me agradaría, todavía,
que alguna mujer de mi pueblo salga
a la calle, inquiriendo: «Que, ¿quién ha muerto?»
Y que le den una breve noticia:
«Es el hijo del panadero, que hacía versos.»
Más cultamente aún: «El nieto mayor
de Nadalet.» Ponedme las gafas.
En este enlace podéis escuchar Els amants interpretado por Glòria Julià y por Ovidi Montllor. Personalmente, la primera lectura me gusta más.
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