Jacinto. Fuente: Wikipedia. |
Los que cultivaban el campo en Pilos, Arena deliciosa, Trío, vado del Alfeo, y la bien edificada Epi, y los que habitaban en Ciparisa, Anfigenia, Ptelo y Dorio (donde las Musas, saliéndole al camino a Tamiris el tracio, le privaron del canto cuando volvía de la casa de Eurito el ecaleo; pues jactóse de que saldría vencedor, aunque cantaran las propias Musas, hijas de Zeus, que lleva la égida, y ellas irritadas le cegaron, le privaron del divino canto y le hicieron olvidar el arte de pulsar la cítara ), eran mandados por Néstor, caballero gerenio, y habían llegado en noventa cóncavas naves (Ilíada, canto II, versos 591-602).
Tamiris o Támiris fue —según nos cuenta Graves en Los mitos griegos— el primer hombre que cortejó a alguien de su mismo sexo (21, m), pero no le salió demasiado bien porque se cruzó en su camino el mismísimo Apolo —también el primero en su especie en enamorarse de un hombre— y ya sabemos que cuando los dioses se meten por medio el asunto no va a terminar nada bien para los humanos. Así, pues, Apolo el acusica fue con el cuento de que Tamiris había dicho que era capaz de cantar mejor que las Musas y estas hicieron con el músico y poeta lo que acabamos de leer en la Ilíada.
El caso es que el chivato Apolo tampoco va a tener muchas oportunidades de disfrutar de su nuevo ligue, porque otro dios estaba también encaprichado con Jacinto y va a ser más radical en su comportamiento. Cuando andaba Apolo aleccionando a Jacinto en el arte de lanzar el disco, el Viento del Oeste, al que también le gustaba el joven, impulsado por los celos, hizo que el disco volteara en el aire y se dirigiera contra la cabeza del joven mortal. Ahí acabó la historia del pobre Jacinto y comenzó la de la flor, pues de la sangre derramada brotó la hermosa planta.
Lo curioso de este mito es que no haya representaciones antiguas de Apolo y Jacinto, mientras que las que corresponden a Jacinto y Céfiro (el viento del oeste) sean numerosas, como es el caso de esta imagen realizada sobre una taza (siglo V a. C.) que se encuentra en el Museo de Boston. El ser alado, naturalmente, es el dios.
Fuente: Iconos. |