Este título gustará, y mucho, a aquellas personas a las que les gustó La vida es bella, pues ambas tienen las misma cantidad de buenos sentimientos y de corazoncitos rosas. También gustará mucho a los incondicionales del mundo mágico de Obaba (sólo la parte mágica). No podrán resistirse a ella quienes sean acérrimos partidarios de que el autor se implique en el relato. Será un auténtico placer para los que gustan del sufrimiento y de las lágrimas, del camino sembrado de dolor y del abrazo final salvífico y catártico. Hará las delicias de todos cuantos creen que no morimos, que los manes están ahí y cuidan de nosotros. Y no podrán dejar de leerla los amantes de las declaraciones de amor familiar, los defensores de la estirpe, los entusiastas de la familia, pues no otra cosa es la novela, desde la dedicatoria inicial hasta el último capítulo, sino una declaración de amor filial.
Si estáis en alguno de esos grupos, disfrutadla. A mí tanta declaración de buenos sentimientos y el discurrir por un mundo tan plano, donde no existe la posibilidad de confundirse entre quiénes son los buenos y quiénes son los malos, me abruma y me deja perplejo. La falta de pudor, también. Pero seguro que yo soy un poco raro, bastante malo y, además, no tengo huerta.
Aquí os dejo al autor para que os hable de su novela: