Enuma Elish, VII a.C.
Resulta cuando menos curioso que la semana santa católica cambie cada año de fecha. Más aún si tenemos en cuenta el empeño puesto por sus jerarcas durante la Edad Media en borrar cualquier rastro de paganismo en su religión; empeño, por otra parte, común a todas las religiones, especialmente las monoteístas.
Rastros paganos, a pesar de todos los cambios realizados, quedan muchos. El más notorio de ellos es el de la fijación de las fiestas, esos días señalados en los que celebran algún hecho especial. De hecho, las dos fiestas más destacadas del mundo cristiano son las navidades (nacimiento de Cristo, comienzo del año, solsticio de invierno) y semana santa (pasión y resurrección de Cristo, renacer del mundo natural, fertilidad de la tierra).
¿Y sabéis de qué depende el trasiego de fechas de esta semana? Pues depende de los movimientos de la Luna. Concretamente de la luna llena. Así es, la colocación en el calendario está unida a la primera luna llena que se produce después del equinoccio de primavera (generalmente, 21 de marzo). Y la primera luna llena después de la llegada de la primavera se está asomando sobre el horizonte precisamente hoy, 18 de abril, casi al mismo tiempo que escribo esta entrada.
(Imagen tomada de nasa.gov)