domingo, 12 de mayo de 2024

LOCUS ISTE, ANTON BRUCKNER (200º aniversario)

 


Comienzo esta celebración particular del ducentésimo aniversario del nacimiento de Anton Bruckner con el delicioso Locus iste y el estupendo comienzo del capítulo que Eugenio Trías dedicó al músico austríaco.

Crear es recrearse recreando 

Nuestras vidas son, siempre, un borrador de la eternidad. Y el examen de grado, o la Gran Oposición, suele llamarse en muchas religiones (egipcias, platónicas, judeocristianas, zaratustrianas, islámicas) Juicio Final. En él se descubre lo que está escrito en el Libro de la Vida. Y sobre todo lo que se refiere a nuestras creaciones. Se nos evaluará según hayan sido éstas, pues somos hijos de nuestras obras. Sobre todo si se ha consagrado la vida, como en el caso de Anton Bruckner, a la misión de alabar a Dios. 
Editorial


A Él se entrega la más intensa de todas sus sinfonías, la Novena: dedicada «al amado Dios» (dem lieben Gott). A Él se ofrece, una vez más, el himno medieval cristiano que constituye la quintaesencia de nuestra actitud adoradora, pero con toda la dramaturgia consumada de su plenitud orquestal y sinfónica, de manera que compone un auténtico canticum novum: su impresionante Te Deum laudamus. Y hasta se describe, con sobrio y estremecido temblor, ese templo que es obra divina, verdadera Casa de Dios: en el sublime motete Locus iste / a Deo factus est, compuesto para la consagración de una iglesia, y en el que la máxima simplicidad se alcanza sin necesidad de apelar a gestos nazarenos o cecilianos.

Pocas veces se ha gestado una pieza tan conmovedora en su carácter cercano al cantus firmus, pero en el que se puede escuchar, a modo de eco, la profesión de fe (el «Amén» de Dresde) tan elocuentemente incorporado como leitmotiv en el Parsifal wagneriano (El canto de las sirenas, p 363).

Que el domingo y la música os sean propicios.

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