jueves, 21 de junio de 2018

ARTE, HUMOR Y PROTESTA

Fuente: wired.com
Ocurre a veces que alguien introduce en un prestigioso museo una falsa pieza con la intención de denunciar la débil y confusa barrera entre el arte y el no arte, para llamar la atención sobre su persona o para provocar un debate. Banksy coló su famosa "pintura rupestre" hace más de diez años en el Museo Británico. Allí se veía un hombre primitivo empujando un carrito de supermercado. Permaneció durante tres días antes de que el personal del museo se diera cuenta.

Fuente: financialtribune.com
En mi opinión, lo que dotaba de interés a la acción era el cartelito explicativo que la acompañaba. Se podía leer lo siguiente (las negritas son mías): Este magníficamente conservado ejemplo de arte primitivo data de la era postcatatónica y, según se cree, representa a un hombre prehistórico realizando una incursión en los cazaderos de los alrededores del pueblo. Se sabe que el artista ha creado un importante corpus en el sudeste de Inglaterra bajo el nombre de Banksymus Maximus, pero apenas se tienen datos sobre él. La mayoría de la obras de arte de este tipo no han llegado a nuestros días, son destruidas por esforzados funcionarios municipales que no saben apreciar el mérito y valor histórico de la pintura mural.

Es fácil apreciar el tono humorístico de la nota, la dura crítica —son unos ignorantes— contra las instituciones que ordenan la limpieza de las paredes y el elevado ego del artista, que no pierde la ocasión para la autoalabanza. Otra cosa bien distinta es a qué queremos llamar arte y en manos de quién queremos dejar ese privilegio. 

Pero humor —¿humor inglés?— no les falta a los responsables del Museo Británico, que años después de la introducción de la pieza han decidido exhibirla nuevamente, como parte de una exposición que examinará objetos que desafían la versión oficial de los hechos y las narrativas establecidas, como por ejemplo esta moneda eduardiana reclamando el sufragio femenino o este grabado del XVIII que representaba al que iba a ser Jorge IV como un tipo obeso y grosero, amante de banquetes y mujeres.

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