Estimado José Manuel “Manu Chao”. Soy consciente de que es muy improbable que usted llegue a leer esta carta, pero así y todo he sentido la necesidad de escribirla. Y es que, si bien no ha sido usted la única persona que podríamos llamar “famosa” que ha hecho que me plantee escribir esta carta, sí ha sido usted el último en hacerlo, y digamos que, tras tener esta misma sensación con Pau Donés, con Javier Cárdenas y con Mercedes Milá, tal vez usted haya sido la última gota de twitter que haya colmado el vaso. Supongo que ya sabe usted por donde voy.
Y no es para menos, pues tiene usted más de 1.300.000 seguidores en la plataforma de microblogging. Grande, la “gota” de la que hablamos.
Le comento. Tengo la firme convicción de que una persona con tantos seguidores como tiene usted tiene una enorme responsabilidad social. Esa firme convicción no se sostiene sobre una idea abstracta ni sobre una creencia. Es un hecho que las personas que tienen mayor impacto mediático, tienen también una mayor capacidad de convencer a la gente. Es algo que mi amiga la matemática y divulgadora Clara Grima explica muy bien al hablar del “espejismo de la mayoría”.
Antes de entrar a hablar de la responsabilidad que usted tiene para con la sociedad le quiero indicar una serie de cosas que tal vez usted no sabe. Por ejemplo, que la Fundación Científica AECC lleva financiados desde 2011 más de 40 millones de Euros en unos 250 proyectos de investigación acerca de prevención y lucha contra el cáncer, en un total de 68 centros de investigación en toda España. Se puede usted hacer una idea de la cantidad de biólogos, bioquímicos, farmacéuticos y médicos que están involucrados en tal volumen de investigación. Mientras tanto, hay un agricultor que dice curar el cáncer con una planta que puede producir graves problemas de intoxicación, que no sin motivo recibe el nombre vulgar de “espinazo del diablo”.
Otro ejemplo me viene de forma inmediata a la mente. Supongo que usted sabrá qué es la viruela, aquella terrible enfermedad que fue erradicada gracias a la vacunación. No me cabe duda de que también estará familiarizado con los problemas que están sucediendo en Europa en relación al sarampión, a consecuencia de la peligrosísima moda de no vacunar. No hará falta que le recuerde que ese mismo agricultor al que hago referencia, al que usted ha publicitado, es promotor de ese peligroso movimiento antivacunas, ¿verdad?
Y eso por no mencionar esa terrible enfermedad infecciosa, el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, causada por el archiconocido VIH. Ese mismo virus que el agricultor referido dice que «no existe» —y cuya enfermedad, según él, se cura consumiendo un blanqueador industrial altamente tóxico—.
Supongo que no será necesario que siga. Las conclusiones que se obtienen son sencillas. Hay en España muchísimos científicos que dedican su vida a la investigación —con sueldos, en ocasiones, francamente miserables—. Muchos divulgadores científicos intentamos hacer llegar a la población mensajes racionales basados en la realidad científica y nos movemos a diario en contra de auténticos mercaderes del miedo, empresarios que engañan sin escrúpulos a cientos de personas enfermas en cada charla que dan y que se lucran con copiosos beneficios de la ignorancia, y la desesperación de personas que en muchas ocasiones necesitan tratamiento médico real.
Yo acabo de superar humildemente los 7.000 seguidores en Twitter. Una persona como usted tiene, literalmente, unas 185 veces más capacidad de difusión de la que tengo yo, sólo en esa vía —no digamos ya en otros medios de comunicación, donde no me cabe duda de que esa diferencia será muy superior—. Imagine cuánto bien podría hacer usted si difundiera mensajes veraces, si hablara de lo importante que es que un padre o una madre vacune a su descendencia. Imagínese usted cuánto bien podría hacer si propusiera tan sólo durante un instante hacer donaciones a la Asociación Española Contra el Cáncer.
Las personas con la capacidad mediática que tiene usted tienen una responsabilidad social ineludible. Nunca soy capaz de recordar quién me dijo una vez esta frase: «Un científico necesita cinco años para obtener un resultado, pero en cinco minutos un tertuliano de televisión puede echárselo abajo». Hay mucha gente que os escucha, e incluso sin ser ustedes médicos, sin ser profesionales sanitarios ni científicos, la población os toma como voz de autoridad. Podéis hacer cosas muy positivas con esa voz de autoridad que, queráis o no, habéis adquirido. Que esa voz de autoridad se emplee para difundir un mensaje anticientífico tan peligroso como el que Josep Pàmies difunde hace muchísimo daño. No se imagina usted cuánto.
Tal vez usted no estuviese familiarizado con las mentiras y embustes de carácter anticientífico que difunde el infame agricultor citado, que recordemos, no tiene ninguna formación científica ni médica. Tal vez usted ni siquiera conocía el peligro de salud pública que supone el simple hecho de promocionarle. Sinceramente espero que esta carta, si usted la ha llegado a leer, le haga darse cuenta del error que ha cometido al recomendar en su twitter la asistencia a la charla de Josep Pàmies. Errar es humano, y todos podemos equivocarnos, pero le recuerdo también que corregir es de sabios. Sinceramente espero de usted que corrija. De hacerlo, no solo sería usted todo un ejemplo de honestidad, sino que se haría, esta vez sí, algo bueno.
Atentamente:
Álvaro Bayón Medrano, biólogo.
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