Huyendo de la crítica. Pere Borrell |
El arte, desde su nacimiento, ha aspirado a representar la realidad de forma que no se pudiera distinguir entre una y otra, hasta el punto de que su gran mito, el de Pigmalión, nos cuenta la historia del autor que se enamora de su obra y que gracias a intervención divina, esta cobra vida y el artista puede vivir con ella.
Este deseo de perfección, esta aspiración a lo absoluto, es el impulso que recorre buena parte del arte occidental hasta comienzos del siglo XX, y que en su versión más popular es la que se manifiesta a través del trampantojo para dar esa ilusión de realidad a lo que no la tiene. En la actualidad se practica con cierta frecuencia en la pintada mural de la calle.
Menos técnico y más incisivo me parece el juego del significado. Se nos dice que lo que vemos es la huída de la crítica. En el óleo, en cambio, vemos a un niño con aire enloquecido intentando salir de un cuadro. No es el autor de la obra quien huye, sino la obra misma, es decir, el arte en sí. La huida, claro, es mera ilusión, no hay salida posible, el arte permanecerá expuesto siempre a la mirada del público y de la crítica.
¡Qué hermosa exposición de la tensión entre creador y crítico!
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