Se dice que Tales, mientras observaba los astros..., y miraba hacia arriba se cayó en un pozo, y que una bonita y graciosa criada tracia se burló de que deseara vivamente conocer las cosas del cielo y no advirtiera las que estaban detrás de él y delante de sus pies.
Platón, Teeteto, 174 a
El genial Eratóstenes también solía mirar hacia el cielo, aunque tanto Tales como Eratóstenes —a pesar de lo que parezca indicar la anécdota— miraban a todas partes, tierra incluida, y se preguntaban el porqué de lo que veían. Esa bendita curiosidad que, aunada con la genialidad, ha llevado a la humanidad a encontrar algunas respuestas.
Genial por su brillantez y por su sencillez —cualquier persona puede entenderla— es la demostración de que la Tierra es redonda. Se la debemos a Eratóstenes, aunque los avatares de la historia y otras opiniones menos cualificadas y documentadas hicieran que cayera en el olvido. Además, esa demostración le ofreció los datos suficientes para calcular las dimensiones del planeta y la distancia entre éste y el Sol. ¿No es fantástico?
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