Editorial |
Extraigo unos párrafos de la carta que José Hernández dirigió a su editor, José Zoilo Miguens:
(...) Me he esforzado, sin presumir haberlo conseguido, en presentar un tipo que personificara el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo de ser, de sentir, de pensar y de expresarse, que les es peculiar, dotándolo con todos los juegos de su imaginación llena de imágenes y de colorido, con todos los arranques de su altivez, inmoderados hasta el crimen, y con todos los impulsos y arrebatos, hijos de una naturaleza que la educación no ha pulido y suavizado.
(...) mi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente, sus costumbres, sus trabajos, sus hábitos de vida, su índole, sus vicios y sus virtudes (...)
(...) empeñándome en imitar ese estilo abundante en metáforas, que el gaucho usa sin conocer y sin valorar, y su empleo constante de comparaciones tan extrañas como frecuentes; en copiar sus reflexiones con el sello de la originalidad que las distingue y el tinte sombrío de que jamás carecen, revelándose en ellas esa especie de filosofía propia que, sin estudiar, aprende en la misma naturaleza, en respetar la superstición y sus preocupaciones, nacidas y fomentadas por su misma ignorancia (...).
La carta está fechada en Buenos Aires, en diciembre de 1872.
Del programa de Filosofía aquí y ahora dirigido y presentado por José Pablo Feinmann he traído el número 34, dedicado a la obra de José Hernández. Muy interesante.
Muy recomendable es el trabajo que publicaron Borges y Margarita Guerrero en 1953 y que se abre con un prólogo cuyas primeras palabras son esta advertencia: Hace cuarenta o cincuenta años (es decir, al comenzar el siglo XX), los muchachos leían el Martín Fierro como ahora leen a Van Dine o a Emilio Salgari; a veces [de manera] clandestina y siempre furtiva, esa lectura era un placer y no el cumplimiento de una obligación pedagógica. Un especie de resumen muy completo lo podéis encontrar en forma de conferencia, recogida por Perú Cultural.