En el Intermedio lírico del Libro de las canciones, de Heinrich Heine, nos encontramos con la canción número XXXIII:
Ein Fichtenbaum steht einsam
Im Norden auf kahler Höh’.
Ihn schläfert; mit weißer Decke
Umhüllen ihn Eis und Schnee.
Er träumt von einer Palme,
Die, fern im Morgenland,
Einsam und schweigend trauert
Auf brennender Felsenwand.
Un abeto solo se halla
al norte, el alto encalvece.
Se duerme, con blanca manta
lo envuelven hielo y nieve.
Sueña con una palma
que lejos en el oriente,
se apena sola y callada
en despeñadero ardiente.
En una primera lectura podemos entender que se trata del típico y tópico lamento romántico sobre el amor no correspondido, o el amor imposible, que hace desgraciadas a las personas presentadas aquí a través del abeto y la palma. Los géneros facilitan esta idea, pues tanto en alemán como en castellano el primero es masculino y la segunda tiene género femenino. Puede ser. Pero también podemos leer la canción en clave judía: él era de familia judía, estudió en una escuela israelita y mientras trabajaba con su padre, conoció el gueto judío de Fránkfort del Meno.
El poema encaja perfectamente si lo entendemos como una alusión a la tradición de la poesía amorosa judía que tiene como referente la inalcanzable Sión, personificación de la mujer amada, que a su vez es la patria perdida. El Salmo 137, uno de los favoritos de Heine, comienza así: Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos / y llorábamos acordándonos de Sión. La palmera solitaria, erguida sobre un despeñadero ardiente, sería una referencia en clave a la Jerusalén de la que les han apartado.
Incluso puestos a buscar alusiones, los versos de Heine se pueden leer como un homenaje a la más famosa de la odas dedicadas a esa ciudad, Jerusalén. Me refiero a la casida que Yehuda Ha'Levi escribió, ese gran poeta del XII, la época dorada de los judíos en la Península (Sefarad); poeta, por cierto, que Heine adoraba. El primer verso de su oda dice así: Mi corazón está en Oriente, y yo en los confines de Occidente.
Incluso partiendo del sustrato judío, podemos entender los versos del poeta romántico alemán como una alusión a la angustia del autor ante la imposibilidad de conciliar sus raíces norteñas con el deseo de ir al sur y abandonar las brumas y las bajas temperaturas alemanas. De hecho, hay toda una tradición poética que se dedica a subrayar ese deseo de un sur imaginario desde un norte en el que se vive semiencerrado.
Simplemente, nunca conoceremos el significado profundo de estos ocho versos porque quien los escribió no ofreció las pistas necesarias para hacernos con él. Que cada cual los tome como quiera.