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viernes, 18 de julio de 2025

WALLACE COLLECTION

Margaret, condesa de Blessington, Th. Lawrence
Escribió Conversations of Lord Byron.

Página oficial de la Colección Wallace. Todas las obras que aparecen aquí podéis verlas con mejor calidad en la página oficial del museo.




La guía de Londres de la National Geographic de 2015 dice: La casa fue construida para el duque de Manchester en 1777, pero fueron cuatro generaciones de entusiastas del arte de la familia Hertford quienes crearon la colección. El primer marqués compró los Canaletto y el segundo los Gainsborough. El tercero añadió la porcelana de Sèvres y los lienzos holandeses, y el cuarto compró obras de Fragonard, Watteau y Boucher, el mobiliario y también ordenó construir la escalera parisina. Su hijo ilegítimo y heredero, Richard Wallace, renovó la casa y añadió mayólica italiana, armaduras renacentistas, bronces y oro. Su viuda donó al Estado tanto el edificio como la colección. Hertford House es una delicia para los amantes del arte. La colección distribuida en las 28 salas que la componen, muchas de las cuales han sido renovadas con elaborados murales dorados y de seda, cuenta con pinturas, muebles y porcelana francesa del siglo XVIII (muchos de Madame de Pompadour y de la reina María Antonieta) y pinturas de Tiziano, Canaletto, Guardi, RembrandtGainsborough, Hals (El caballero sonriente, 1624) y Fragonard (El columpio, 1767). Además, alberga la extraordinaria colección de armaduras y maravillosos tesoros del Renacimiento, así como porcelana de Limoges y vidrio veneciano. En la planta superior, a la que se accede por una ostentosa escalera doble, se pueden admirar las pinturas de Boucher.

Es decir, la Colección Wallace es una estupenda colección de la que podemos disfrutar gratuitamente y que no conoce demasiada gente, porque los grandes museos londineses y otros atractivos de la ciudad tapan con su fama lo que esta casa esconde en su seno. Es cierto que al no ser un gran museo y no disponer de grandes espacios, los óleos se amontonan en un pequeño espacio, pero todo es sentarse en alguno de los asientos de las salas y abstraerse del entorno para disfrutar tranquilamente de la belleza convenientemente individualizada. Aquí tenéis algunas, juzgad si merece una visita (y sin agobio de gente): 

Perseo y Andrómeda, Tiziano.

Venecia: Vista del la Bahía de San Marcos desde el Canal de la Giudecca. Canaletto.

Venecia: Bahía de San Marcos desde San Jorge el Mayor. Canaletto.

La infanta Margarita, Velázquez.

El rapto de Europa, Tiziano.

Mujer pelando manzanas, Pieter de Hooch.

El ama de casa escuchando (la fisgona), Nicolas Maes.

El centurión Cornelio, atribuida a Rembrandt.

Escena de juego en una posada, Teniers.

Los encantos de la vida, Watteau.

El columpio, Fragonard. 
(Los puntos blancos son reflejos de la lámpara de la sala)

La niña de las fresas, J. Reynolds.

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lunes, 14 de abril de 2025

EL ROMÁNTICO, William Boyd

    Ejemplar del KM
Novela de viajes, novela de aventuras, novela histórica, novela ficción... No debería utilizar esta expresión tautológica, pero es tal la cantidad de novelas que últimamente se escriben con deshechos autobiográficos, que no solo se agradece que alguien recurra a la imaginación propia para crear un relato, sino que, además, parece necesario reivindicarla como indicativa de un género, el género por antonomasia. 

William Boyd nos ofrece las aventuras de Cashel Greville Ross, gran viajero, de naturaleza inquieta y romántica, con tendencia a la soledad y coleccionista de grandes momentos de la historia, lo que da muy buen resultado en la novela, como un atractivo más de ella para quien lee y para quien esctibe.

El hecho de que la narración se abra con una nota que nos habla de un manuscrito del protagonista, da pie al autor a mantener una cuestión que para muchos puede resultar relevante. Es la cuestión de qué dejamos después de que hayamos muerto, una vez que desaparecemos de la vida del resto de las personas. Cuestión nada baladí en algunas de las historias escritas por una parte de las más destacadas plumas británicas contemporáneas — Julian Barnes, Kazuo Ishiguro, Ian McEwan, Martin Amis...—.

En este sentido, y aunque Boyd sea un autor más asequible, más interesado en elaborar una historia llena de sucesos extraordinarios que en las implicaciones del estilo narrativo, lo que hace que su lectura resulte más atractiva para un público más numeroso, la cuestión central se mantiene viva a lo largo de todo el relato, como esa aparente paradoja entre una vida llena de plenitud y momentos brillantes que, inexorablemente, se va convirtiendo en casi nada —un manojo de cartas, unos pocos dibujos, algún pequeño objeto y un poco más—.

Pero tal vez la mayor habilidad y atractivo de la novela sea lo que les ocurre a los personajes que por ella desfilan y, en ocasiones, el uso del humor para subrayar determinadas situaciones como, por ejemplo, el juego entre la batalla del Nivelle y la de Waterloo cuando el protagonista despierta aturdido y con la preocupación de cuál sería mejor nombre para una narración. O como cuando Boyd hace que su protagonista juegue al billar con un Byron quemado por el sol y establece el paralelismo entre "páginas enteras de piel" y "manuscritos de integumento".


Divertida, irónica, muy fácil de leer. Irreverente en ocasiones y siempre interesante, El romántico resulta ser una lectura apasionante que nos recuerda que la vida avanza permanentemente a trompicones.

***

 

miércoles, 9 de abril de 2025

UN LIBRO, UN POEMA (William Wordsworth) / LONDRES VISTO POR...

#unlibrounpoema  

#londresvistopor...

Este soneto de Wordsworth inspirado en el momento en que atravesaba la ciudad —verano de 1802— camino de Calais me ha decidido a seguir la serie que inicié con el poema de Byron. Iban él y su mujer Dorothy para entrevistarse con Annette y Caroline. La primera había sido la amante del poeta cuanto estuvo en Francia durante la revolución; la segunda, la hija nacida de la relación amorosa. El momento era propicio porque en el mes de mayo se había acordado la tregua entre ingleses y franceses mediante la firma de la Paz de Amiens




COMPUESTO SOBRE EL PUENTE DE WESTMINSTER



La tierra no tiene nada más bello que mostrar:

insensible sería de alma quien pudiera obviar

una visión tan evocadora en su majestad:

esta Ciudad ahora, como un vestido, porta

la belleza de la mañana; silenciosa, desnuda;

barcos, torres, cúpulas, teatros y templos se extienden

abiertos a los campos, y a los cielos,

todos brillantes y resplandecientes en el aire sin humo.

Nunca iluminó el sol con más belleza,

en su primer esplendor, valle, roca o colina.

¡Nunca vi yo, nunca sentí, una calma tan profunda!

El río se desliza con la dulzura de su propia voluntad:

¡Dios mío! Las mismísimas casas parecen dormidas,

¡y todo este poderoso corazón yace en quietud!



Traducción: Antonio Ballesteros González.


Hoy, desde el puente, se pueden ver algunos de los edificios y construcciones más emblemáticos de la capital del Reino Unido que en 1802 ni tan siquiera estaban en la imaginación de sus habitantes. El Big Ben se comenzó a construir en 1843; el Palacio de Westminster (la sede del parlamento), tres años antes. 

Eso sí, posiblemente cuando Dorothy y él atravesaron el puente puede que hubiera más gente sobre él y más vehículos (carrozas y carros) que los que aquí se ven, porque cuando tomé esta fotografía, la calle estaba cortada donde se inicia el puente debido al rodaje de una película.

Ahora bien, el día en que yo estaba allí lloviznaba, mientras que a ellos, según leemos en el soneto, les salió un día luminoso. Yo estaba allí La fotografía la hice un día de marzo, la pareja cruzó el Támesis un día de verano.


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viernes, 21 de marzo de 2025

LONDRES VISTO POR... LORD BYRON

Vista del Támesis desde la terraza de la Tate Modern con San Pablo al otro lado.

#londresvistopor...

Dentro de tres horas espero estar volando hacia Londres, y en unas pocas más, encontrarme dentro de la National Gallery, delante de alguna de las muchas obras maestras que atesora. Esto ha sido el motivo de que haya decidido redactar sobre la marcha esta entrada (incluso estoy pensando en una serie bajo el título de Londres visto por... Ya veré).

Yo diría que soy una persona capaz de encontrar en cualquier sitio algún elemento atractivo. Diré más: creo que las ciudades grandes, a pesar de todos los inconvenientes derivados del tamaño, son lugares llenos de estímulos donde poder hallar multitud de escenas, obras, situaciones y lugares cargados de atractivos. Pero también comprendo que no todo el mundo se lleve bien con la ciudad que habita o que, en un momento determinado, pueda arrojar una opinión desfavorable, incluso encontrándose relativamente a gusto en ella. Son muchas las circunstancias vivenciales y muchos más los caracteres y temperamentos de las personas. Cada cual ve su ciudad de un modo diferente.

Lord Byron, personalidad singular donde las haya, si bien se tenía a sí mismo en gran estima, no correspondía al aprecio de la ciudad que lo adoraba como escritor, al menos, si juzgamos por las ventas de sus títulos y por la multitud que acudió a su capilla ardiente durante un par de días (Fiona MacCarthy, Byron: vida y leyenda). 

En su famoso Don Juan, canto X, estrofa 82, la describe de esta guisa: 

A mighty mass of brick, and smoke, and shipping,
  Dirty and dusky, but as wide as eye
Could reach, with here and there a sail just skipping
  In sight, then lost amidst the forestry
Of masts; a wilderness of steeples peeping
  On tiptoe through their sea-coal canopy;
A huge, dun cupola, like a foolscap crown
On a fool's head,—and there is London Town!


Que en la traducción de Pedro Ugalde queda así:

Una masa enorme de ladrillos, humo y barcos,
  Sucia y sombría y tan extensa como puede abarcar
La mirada, con alguna vela brincando
  Lejos para perderse luego en una selva
De mástiles, desierto de puntas que asoman
  Subrepticias por encima de los paquebotes,
Cúpula vasta y arisca cual corona de papel
En la cabeza de un loco, ¡he ahí Londres!


Nada que ver con el primer poema en inglés que se conoce dedicado a la ciudad. Fue atribuido a William Dunbar (¿1460? - ¿1530?) y dice así:


TO THE CITY OF LONDON

Above all rivers they river hath renown,
Whose beryl streames, pleasant and preclare,
Under thy lusty walles runneth down;
Where many a swan doth swim with winges fair,
Where many a barge doth sail, and row with oar,
Where many a ship doth rest with top-royal.
O town of townes, patron and not compare,
London, thou art the flower of Cities all.

¡Eso es amor a la ciudad!

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viernes, 24 de mayo de 2024

ALGERNON CHARLES SWINBURNE

Editoial
 Para quien todavía dude sobre los cambios de gustos y tendencias que se producen a lo largo del tiempo el caso Swinburne puede ser un buen ejemplo. Si hoy preguntáramos a un estudiante universitario de literatura por él, seguramente ni le sonaría el nombre. Y creo que la única traducción en castellano de su poesía es esta antología que sacó Hiperión en traducción de Adolfo Sarabia.

A. Ch. Swinburne (1837-1909) alcanzó en vida un éxito tan grande como el de su compatriota Byron. Pero tienen más coincidencias: también pertenecía a la nobleza y su obra provocó tanta atracción como indignación. Decadente, gótico, pesimista, parnasiano. Poseía un excelente oído, lo que dotó a su obra lírica de una magnífica musicalidad. 

Escribe Pujals en su Historia de la literatura inglesa: Una característica de Swinburne es que su inteligencia e imaginación son mucho más vigorosas que sus sentimientos. Por consiguiente, uno de sus principales defectos como poeta es su falta de participación personal en los sentimientos más íntimos de la humanidad. El elemento humano personal, el interés por la vida misma, es lo que le falta en su poesía. Su característica peculiar es el distanciamiento.

El poema "La leprosa" puede ser un buen ejemplo de las características poéticas de este poeta hoy un tanto olvidado:

LA LEPROSA

Mejor sabe el amor que el agua fresca, a fe mía que no hay nada mejor; nada es tan exquisito a quien lo prueba: bien conocíamos esto ella y yo.

En un palacio real le servía licores y manjares opulentos. Por besarla en la frente me moría, no comía ni conciliaba el sueño.

Sabe Dios que no me quiso jamás, yo un pobre escribiente feo y modesto que apartó su capucha clerical por ver sus labios y amoroso pelo.

Me saca de quicio pensar en esto. Sí, por más que Dios siempre me ha odiado y lo hace ahora que besar puedo sus ojos mientras trenzo su peinado

igual que antes caía por su frente, estoy contento de tenerla muerta en esta choza mísera y agreste en que hoy beso sus ojos y cabeza.

Mejor sabe el amor que tiernos frutos bajo nieve; nada hay como el amor, ni ámbar en mar helado —estoy seguro—, bien que conocemos esto ella y yo.

En tres ideas fijas me complazco, primero me complazco y pienso en esto: el dorado cabello de su amado, su boca que incitaba en ella al beso.

Luego recuerdo aquel amanecer que lo llevé por un paso escondido hasta su reja, y cómo allí después ella mimosas palabras le dijo.

(Frías carreras de pequeños pies —sus dos pies albergaría mi mano—. Prodigio es que pudieran sostener el cuerpo enhiesto de aquella a la que amo)

«Dulce amigo, que Dios os lo agradezca. Soy pura ahora y libre de deshonra, y no me llevarán hasta la hoguera por esta dulce falta escandalosa».

Palabra por palabra lo repito. Ella, recostada sobre la cama y sosteniendo sus pies, así dijo. La tercera de que hablé es la más grata.

El Dios que crea el tiempo y lo devasta sin que Él cambie jamás, Dios sempiterno, el cuerpo todo amor que ella habitaba mudó con grave mal, su dulce cuerpo.

El amor es más dulce y placentero que el canto en el collar de la paloma. La escupieron todos, la maldijeron, la echaron por juzgarla indecorosa.

Y pensaron que Dios le había mandado esa cruel maldición por castigarla. Necios eran si no veían claro que a todas en dulzura aventajaba.

El que había acariciado su pelo cegándola con besos en los ojos sintió que, tenso y desnudo, su pecho suspiraba bajo él entre sollozos

salidos de sus labios y garganta, de su cuerpo roto por el amor. La boca de él sufrió de mala gana esas lágrimas que ella derramó.

Sí, aquel en cuyo abrazo por la noche dormía o saltaba su cuerpo ardiente con besos que dejaban moratones, asqueado la huyó como a la peste.

En esta choza agreste la oculté, agua le servía, y mísero pan. El placer de besar una y otra vez su frente me llegó casi a matar.

Se acabó el pan; quedaba solo el agua y cogíamos hierbas y semillas. Tanto placer tenía con besarla que me era igual el sueño y la comida.

Dichoso de servirla, a veces raudas lágrimas resbalaban de mis párpados mojándola, tanto me deleitaba servirla como Dios tiene vedado.

«Vete, deja que muera en solitario, te suplico que me dejes en paz». Dicho esto, cesaron de hablar sus labios junto a los míos, y rompió a llorar.

Yo le dije: «Piensa cómo el amor hizo a los dos correr la misma suerte. ¿He de abandonarte? No quiera Dios. Mi alma estará ligada a ti por siempre».

Sí, por más que Dios nos aborrezca, Él sabe que muy difícilmente en una cosa afloja el amor en la labor que hace hasta que está granada la mazorca.

Seis meses, mas ahora que no vive me vence el desasosiego: no sé si estaría bien cuanto hice y dije o si es que de un detalle me olvidé.

Era demasiado dulce toda ella para haber abandonado la vida a trozos; si su inmóvil boca se abriera algo que ahora olvido ver podría.

Seis meses; sentado en silencio pongo en dos frías palmas sus fríos pies. Su pelo, mitad gris y oro ruinoso, al besarlo me turba y me hace arder.

Me requema el amor, me aguijonea al ver su rostro enjuto hasta los huesos. Sus párpados consiguen que enloquezca, ellos que purpúreos refulgieron.

«Pórtate bien conmigo, que me cansa ya tanta vergüenza,» decía entonces. «Me moriré si tú no dices nada». Y hoy está muerta, y la vergüenza dónde.

Y por el desdén suyo de otro tiempo seguro que sentía desazones. Jamás debí haberla besado, es cierto: la ira de Dios se burla de los hombres.

A mí también ella me habría amado si sólo hubiese sido más sumiso. No vio que la vergüenza da la mano al amor, aunque su vergüenza lo hizo.

Demasiado recibí de mi amor, ganando por mi humilde servicio su gran belleza sin comparación, su rostro y su dulzura, que es lo mismo.

Todo el tiempo que me ocupé de ella sé que recordaba a su antiguo amor, que creció el viejo desdén que sintiera unido al asombro en su corazón.

Tal vez mi amor estuviera mal —la copia torcida y emborronada, que se hace entre tinieblas, de un misal; música estropeada por palabras.

Pero la verdad, querría haberlo hecho todo de la mejor forma. Tal vez porque fracasé, echando algo de menos, ella retuvo en su corazón a él.

Ya todo esto me está dejando a ciegas: ahora quizás ella pueda ver con mayor conocimiento; aún queda la vieja pregunta. ¿No hará Dios el bien?

Traducción: Antonio Rivera Tarabillo

Lo podéis leer aquí en su idioma original.


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miércoles, 22 de mayo de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Salvador Díaz Mirón)

#unlibrounpoema


Salvador Díaz Mirón (1853-1928) fue un mexicano que vivió en una época agitada social y políticamente. Armas y letras van de la mano. Lord Byron y Victor Hugo son sus ídolos, y un duelo en Orizaba le dejará la clavícula inservible y, como consecuencia, el brazo inútil. Desde 1878 llevará la mano oculta en un bolsillo de la chaqueta; en el otro, para la mano hábil, una pistola.

Rubén Darío, Julio Herrera y Reissig, Leopoldo Lugones y Francisco Villaespesa lo reconocieron como maestro. Antonio Castro Leal escribió sobre él con estas palabras: En la más alta poesía de lengua española tiene un lugar de honor, cerca de Góngora y de Quevedo (Díaz Mirón. Su vida y su obra).

En Veracruz está su casa-museo.

Un par de muestras. En el segundo, "Sursum", sorprenden las semejanzas con el Zaratustra nietzscheano que claramente no pudo haber leído en 1884 y en alemán. Fijaos: el poeta es el superhombre, el héroe de gran alma que trasciende la moral de esclavos del cristianismo.



ASONANCIAS

Sabedlo, soberanos y vasallos,
        próceres y mendigos:
nadie tendrá derecho a lo superfluo
mientras alguien carezca de lo estricto.

Lo que llamamos caridad y ahora
        es sólo un móvil íntimo,
será en un porvenir lejano o próximo
el resultado del deber escrito.

Y la Equidad se sentará en el trono
        de que huya el Egoísmo,
y a la ley del embudo, que hoy impera,
sucederá la ley del equilibrio.





SURSUM

                                      A Justo Sierra

¡Cuán grata es la ilusión a cuyos lampos
tienen perenne vida los amores,
inmarcesible juventud los campos
y embriagadora eternidad las flores!
¡Cuán vívido es el iris que colora,
magia oriental, la suspirada orilla
y a cuyo hermoso resplandor de aurora
radia hasta el fango que después mancilla!
La verdad, si engrandece la conciencia,
devora el corazón nunca sumiso;
es el fruto del árbol de la ciencia
y siempre hace perder el paraíso.
Mas aunque el bardo mate la quimera
y desvíe y aparte de sus ojos
el prisma encantador, y por doquiera
mire sombras y vórtices y abrojos,
ha de cantar la redentora utopía,
como otra estatua de Memnón que suena
y ser, perdida la esperanza propia,
el paladió de la esperanza ajena!

¡Cuando el mundo, ese Tántalo que aspira
en vano al ideal, se dobla al peso
de la roca de Sísifo, y expira
quemado por la túnica de Neso;
cuando al par tenebroso y centellante
imita a Barrabás y adora al Justo,
y pigmeo con ansias de gigante
se retuerce en el lecho de Procusto;
cuando gime entre horribles convulsiones
para expiar sus criminales yerros,
mordido por sus ávidas pasiones
como Acteón por sus voraces perros;
cuando sujeto a su fatal cadena
arrastra sus desdichas por los lodos,
y cada cual en su egoísta pena
vuelve la espalda a la aflicción de todos;
el vate, con palabras de consuelo,
debe elevar su acento soberano
y consagrar, con la canción del cielo,
no su dolor sino el dolor humano!

Sacro blandón que en la capilla austera
arde sin tregua como ofrenda clara
y consume su pábilo y su cera
por disipar la lobreguez del ara;
vaso glorioso en donde Dios resume
cuanto es amor, y que para alto ejemplo
gasta y pierde su llama y su perfume
por incensar en derredor el templo;
sublime Don Quijote que ambiciona
caer al fin entre el fragor del rayo,
torcida y despuntada la tizona
y abierto y rojo por delante el sayo;
ave fénix que en fúlgidas empresas
aviva el fuego de su hoguera dura,
y muere convirtiéndose en pavesas
de que renace victoriosa y pura…
¡Eso es el bardo en su fatal destierro!
Cantar a Filis por su dulce nombre
cuando grita el clarín: ¡despierta, hierro!
¡Eso no es ser poeta, ni ser hombre!

Mientras la musa de oropel y armiño
execra el polvo por amar la nube
y hace sus plumas con la fe de un niño
y hacia un azul imaginario sube;
mientras Ofelia, con el pecho herido
por Hamlet y sus trágicos empeños,
marcha a las ondas del eterno olvido
cogiendo flores y cantando sueños;
el numen varonil entra en la arena,
prefiriendo al delirio y al celaje
la ciudad con sus ruidos de colmena
y el pueblo con sus furias de oleaje,
y contempla la tierra purpurada,
y toma y alza, con piedad sencilla,
un montón de esa arcilla ensangrentada...
Y ese montón de ensangrentada arcilla
adquiere vida entre su mano estoica,
vida inmortal y fulgurantes alas,
y en él respira una belleza heroica,
como en la estatua de la antigua Palas.

Guardar silencio y poseer la trompa,
la recia trompa a cuya voz no exigua
vendría a tierra con su estéril pompa
el muro hostil de la ciudad antigua;
ser un Aquiles que a la lid prefiera
recordar a Briseida en el retiro,
aunque Patroclo batallando muera…
¡Eso es mentir a Dios! ¡Pero qué miro!
Cual la crin de un raudal que de alto arranca
tus cabellos se agitan... ¡Oh Maestro!
¿Por qué sacudes la cabeza blanca
cual si quisieras arrojar el estro?
¿Por qué no te alzas a la faz de Harmodio
y no repeles, cuando Atenas grita,
esa montaña de calumnia y odio
que sobre tu hombro de titán gravita?
¡Tu Etna será para tu fuerza flojo;
confía en ti y a tu misión no faltes,
que al hado cruel que lapidó tu arrojo
irá el volcán cuando debajo saltes!

¡Rompe en un himno que parezca un trueno!
El mal impera de la choza al solio;
todo es dolor o iniquidad o cieno:
pueblo, tropa, senado y capitolio.
¡Canta la historia al porvenir que asoma
cómo Suetonio y Tácito la escriben!
¡Cántala así mientras en esta Roma
Tiberios reinen y Seyanos priven!
¡Abre la puerta al entusiasmo ausente,
mueve de un grito el desusado gonce
y como a chorros de fusión ardiente
vierte en los mimbres el vigor del bronce!
¡Derrama el verbo cuyos soplos crean
la fe que anima y el valor que salva,
y que a tu acento nuestras almas sean
como tinieblas que atraviesa el alba!
Para el poeta de divina lengua
nada es estéril, ni la misma escoria.
¡Si cuanto bulle en derredor es mengua,
sobre la mengua esparcirás la gloria!

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miércoles, 17 de abril de 2024

UN LIBRO, UN POEMA (Ch. Baudelaire)

#unlibrounpoema

Hacía tiempo que Ivan G. M., el encantador vecino y mejor músico trance que tengo la suerte de disfrutar, me había pedido volver a las andadas de aquello que hicimos con Las quimeras al comenzar el año. O sea, algo en plan gótico-terrorífico, un poco para asustar al personal de las redes. 

De los tres textos que le ofrecí para que él eligiera uno con el que se podría sentir más a gusto creando la ambientación, eligió "Las letanías de Satán", poema perteneciente al apartado "Rebelión" del celebérrimo Las flores del mal. 

Los tres poemas que integran ese apartado tienen un fuerte contenido satánico, algo que estaba bastante de moda en el siglo XIX, especialmente desde que Byron escribiera Manfred y Caín; aunque para satánico de verdad, nada comparable a Los cantos de Maldoror, culmen, en mi opinión, del género. 

No sé si es que algunos escritores en aquella época tenían un componente gamberro muy fuerte o que la adolescencia les duró mucho tiempo. Fuese lo que fuese, aquí tenéis, en la traducción de Manuel Neila, Las letanías de Satán. Debajo de ellas está el audio con el que tanto Ivan como yo os deseamos que no paséis demasiado miedo👿👿👿😂😂😂.

Oh tú, el más bello y sabio de los Ángeles todos,
Dios privado de suerte, privado de alabanzas,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Príncipe del exilio a quien tanto agraviaron,
Y que, vencido, luego te levantas más fuerte,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que 
todo lo sabes, rey de lo subterráneo,
Familiar curandero de congojas humanas,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que, incluso al leproso, y a los parias malditos
Enseñas por amor el gusto del Edén,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

¡Oh tú que de la Muerte, la vieja y firme amante,
Engendras la Esperanza —¡esa loca adorable!

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que das al proscrito esa 
altiva mirada 
Que en torno del cadalso condena a todo un pueblo,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que sabes en qué rincones de la tierra 
El Dios celoso guarda toda piedra preciosa,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú cuyos ojos claros saben en qué arsenales
Dormita amortajado el pueblo de metales,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú cuya larga mano oculta precipicios
Al sonámbulo errante al borde de las casas,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que, mágicamente, ablandas la osamenta
Del ebrio rezagado que arrollan los caballos,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que, por consolar al débil ser que sufre,
Enseñas a mezclar azufre con salitre,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que imprimes tu signo, ¡oh cómplice sutil!
En la frente del Creso implacable y ruin,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Tú que en el corazón de rameras enciendes
El culto por las llagas y el amor al andrajo,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Garrote de los exiliados, lámpara de los inventores,
Confesor de ahorcados y de conspiradores,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!

Padre adoptivo de esos que, en su cólera ciega,
El Dios Padre arrojó del edén terrenal,

¡Oh, Satán, ten piedad de mi larga desdicha!


            ORACIÓN

¡Gloria a ti y alabanza, Satán, en las alturas
Del Cielo, donde reinas, y en las profundidades
Del Infierno en que sueñas en silencio, vencido!
¡Haz que mi alma, a la sombra del Árbol de la Ciencia,
Cerca de ti repose, cuando sobre tu frente
Como un Templo novísimo se extiendan sus ramajes!



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sábado, 13 de enero de 2024

ELIZABETH BARRETT BROWNING (POESÍA VICTORIANA)

Editoriales: Alba, Cátedra
En los manuales de literatura se suele tomar el año 1832 como la fecha que marca la división entre el romanticismo y la época victoriana. Aquel año moría Walter Scott y ya no existían ni Keats ni Shelley ni Byron. Los poetas más destacados de este período van a ser Tennyson, Browning, Elizabeth Barrett, Arnold, FitzGerald, los prerrafaelistas (D. G. Rossetti, Morris, Swinburne, Ch. Rossetti), Patmore, J. Thomson, [Hopkins], F. Thompson y Meredith (R. L. Stevenson y O. Wilde son mucho más conocidos como novelistas y como dramaturgos). 

Pero lo cierto es que el siglo XIX es el siglo del estallido de la novela en toda Europa y si preguntáramos en la calle por esos nombres, seguro que solamente les iban a sonar los dos últimos, Stevenson —La isla del tesoro, El extraño caso del Dr Jekyll y Mr Hyde— y WildeEl retrato de Dorian Gray, La importancia de llamarse Ernesto, El príncipe feliz—. Al que habría que añadir otro nombre todavía con mayor proyección internacional, Charles Dickens, a quien debemos atribuir el dudoso gusto de inventar el afectado sentimentalismo navideño.

Para contextualizar la poesía que se practicó durante la época del largo reinado de la reina Victoria (1837-1901) conviene señalar algunas características que Pujals recoge en su Historia de la literatura inglesa

  • Interés por las mejoras sociales y un fuerte sentido humanitario.
  • Cierta satisfacción derivada del incremento de la riqueza propiciada por el desarrollo industrial y científico.
  • Sentido muy acusado del deber, lo que favorece la aceptación de la autoridad y una insuficiente práctica del humor.
  • Falta de innovación y experimentación poética, a cambio de búsqueda de la perfección.
En ese contexto intelectual y social se desarrolla la obra Elizabeth Barrett Browning, de la que solamente existen traducciones al castellano de Los sonetos del portugués y Aurora Leigh. La última traducida hace solamente cinco años en Alba editorial y hace tres años en Ediciones Cátedra. Es, sin duda, la obra más ambiciosa de la autora. Se trata de una novela en verso blanco, donde se desarrollan las ideas de la propia Elizabeth sobre la vida y el arte a través de la protagonista. Quien haya leído Jane Eyre se dará cuenta de que son obras en las que se concitan los mismos problemas y se ofrece una interpretación del mundo muy similar. No en vano estamos hablando de la misma época y de la misma sociedad. 

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viernes, 28 de abril de 2023

SHELLEY CONTRA LA PENA DE MUERTE

Editorial
Ante la llegada de un periodo de gran cambio político, la primera ley que un reformador debe sancionar es la abolición de la pena de muerte.

Está suficientemente claro que la venganza, la represalia, la purga y la expiación son reglas y motivaciones que causan tal cantidad de miseria en la vida en la vida cotidiana de una sociedad que están muy lejos de merecer un lugar en cualquier sistema medianamente inteligente de vida política. Es evidente que incluso aunque el espíritu de la legislación haya pretendido fundar las instituciones sobre argumentos filosóficos, hasta el momento, en los casos denominados como criminales, no ha hecho sino consolar al espíritu ofreciéndole una gratificación parcial, haciendo un pacto entre su mejor parte —no infringir ningún mal a un ser sensible sin que por ello se desprenda un trato beneficioso, al menos para el involucrado— y la peor: que debe ser sometido a tortura para placer de aquellos a los que haya injuriado, o se crea que ha injuriado.

(El texto completo son una siete páginas. Traducción: Julio Monteverde). 

Tal vez sorprenda a gente poco advertida que Percy Bysshe Shelley, además de ser uno de los tres grandes poetas de la segunda generación romántica inglesa, era un auténtico polemista que no renunciaba a escribir sobre cualquier tema que le preocupara y del que sintiera la necesidad de expresar su opinión. El volumen que hace unos años publicó Pepitas de calabaza puede servir para hacernos una idea de la variedad de temas a los que dedicó su pluma: el ateísmo, los derechos humanos, la dieta natural, la política, el matrimonio, la defensa de la poesía o este Ensayo sobre la pena de muerte del que he copiado los dos párrafos iniciales. El texto completo (en inglés) lo podéis leer en wikisource.

Del texto me interesa destacar su claro posicionamiento a favor de la abolición de un castigo a todas luces inhumano y vengativo, y el hecho de ser uno de los primeros manifiestos en su contra. Es cierto que algunos de los argumentos que emplea pueden resultarnos hoy un tanto sorprendentes, pero eso no debería ser motivo para alejarnos de su lectura; antes al contrario, un estímulo para reforzar los argumentos que busquen el ejercicio de la justicia, nunca la revancha.

Fuente: wikimedia

Y una vez puesto a la tarea de dar noticia sobre Shelley, no está demás recordar que ese ambiente ensoñador, romántico y conmovido que produce la obra de Louis Edouard Fournier, El funeral de Shelley, está bastante lejos de ofrecernos el ambiente de lo que realmente ocurrió en aquel fatídico día en el que encontraron el cuerpo sin vida del poeta en la playa y después lo incineraron. 

El artículo de Miquel Molina Génova para La Vanguardia ilustra bien lo que ocurrió y no lo que Byron nos dejó escrito en su carta a Thomas Moore (20-VIII-1822): We have been burning the bodies of Shelley and Williams on the sea-shore, to render them fit for removal and regular interment. You can have no idea what an extraordinary effect such a funeral pile has, on a desolate shore, with mountains in the background and the sea before, and the singular appearance the salt and frankincense gave to the flame.All of Shelley was consumed, except his heart, which would not take the flame, and is now preserved in spirits of wine

(Más o menos: "Hemos estado quemando los cuerpos de Shelley y Williams en la orilla del mar para hacerlos aptos para su traslado y entierro. No puedes hacerte una idea del efecto extraordinario que tiene una pila funeraria en una costa desolada, con las montañas al fondo, el mar al frente y la singular apariencia que la sal y el incienso daban a la llama. Todo Shelley fue consumido, excepto su corazón, que no aceptaba la llama, y ahora se conserva en alcohol").

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jueves, 13 de abril de 2023

ELLAS ILUSTRAN. BOTÁNICA


 Hasta el 11 de junio de 2023

Aunar la manifestación artística y el interés científico es algo siempre encomiable. Contemplar dibujos precisos y minuciosos de plantas y de flores es algo que me apasiona. Siento una verdadera admiración por quien es capaz de recoger con exactitud milimétrica la mágica arquitectura vegetal. Así, pues, todo ha colaborado para que esta exposición se haya convertido en un deleite sin fin. Hasta la ambientación del lugar me parece inmejorable. Un espacio, recordémoslo, donde cada vez que la vista se nos escapa por las ventanas vemos algunas de las formas representadas en el interior, y si no es la misma, es alguna prima hermana. 

No quiero abrumaros con mi entusiasmo, pero es que hasta las casualidades contribuían. Nada más entrar en la primera sala, me encuentro con algunos trabajos de Mary Delany, quien perteneció a la Sociedad de las Medias Azules,


y sobre la que yo había hecho un breve comentario en una reciente tertulia al mencionar la ausencia de notas absolutamente necesarias en una edición del Don Juan de Byron:

Juan, who did not stand in the predicament
Of a mere novice, had one safeguard more;
For he was sick—no, ’twas not the word sick I meant—
But he had seen so much love before,
That he was not in heart so very weak;—I meant
But thus much, and no sneer against the shore
Of white cliffs, white necks, blue eyes, bluer stockings,
Tithes, taxes, duns, and doors with double knockings.

(XII, 67).

Y así de escueta aparecía la traducción:

Juan, que no merecía el predicamento
De un mero novicio, tenía otra salvaguardia:
Su dolencia —no, ya sé, enfermo no es la palabra—
Pero antes había experimentado un amor tan grande,
Que débil no se sentía. Yo sólo llego hasta aquí,
Sin menospreciar aquella costa de acantilados blancos
Y blancas gargantas, ojos azules y medias que aún lo son más,
diezmos, impuestos, muros y puertas de doble aldaba.

En fin, que todo colaboraba para que esta exposición se convirtiera en mi hermosa joya del mes. 

Os dejo algunos ejemplos al albur del capricho. A través de ellos podéis ver que los trabajos expuestos se acompañan de una sucinta biografía de la autora —algunas son muy interesantes— y de una pequeña cartela con los nombres científicos de la planta que ha representado.




Esto, por increíble que parezca, es una acuarela.😻. Úrsula Romero.




Una auténtica inmersión en la belleza natural.

Y aquí un vídeo de La2 cuando la exposición pasó por Logroño

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