Si quieres la paz, no hables con tus amigos; habla con tus enemigos.
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| Fuente: Wikipedia |
"El espacio puede tener un horizonte y el tiempo un final, pero la aventura del aprendizaje es interminable". Timothy Ferris. La aventura del Universo.
Si quieres la paz, no hables con tus amigos; habla con tus enemigos.
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| Desde el Adarra |
[Epicuro a Meneceo: ¡salud y alegría! ]
Tal vez pueda parecer que soy un poco desagradecido por llevar tanto tiempo desde la última entrada en este peculiar diario. O que no he tenido mucha suerte durante las últimas semanas y ningún regalo me ha salido al paso. Nada más lejos de la realidad. La vida, en general, ha sido generosa conmigo, mas no quiero abusar de vuestra paciencia y aburriros con mis pequeños y cotidianos goces, por lo que he dejado pasar un tiempo y rememorar aquí reunidos unos cuantos de esos placeres que los días han ido dejando, como cosecha veraniega, al pie de mis horas.
Así, por ejemplo, como cuando el día no sabe si ya es noche, y claridad y penumbra se entremezclan tímidas y titubeantes sin saber muy bien quién es quién o si son la misma cosa, pero con disfraces distintos.
Así, por ejemplo, como cuando la flor del árbol de Júpiter se asoma tímida y discreta por encima de la masa de hojas verdes y compone un himno a la diversidad de formas y colores sin dejar de ruborizarse.
Así, por ejemplo, como cuando la noche guarda silencio y deja que su inquilina más coqueta y dicharachera se alce opulenta y poderosa, tome la palabra y nos deje con la boca abierta.
Así, por ejemplo, como cuando el sol decide esconderse, pero antes de hacerlo se acicala de nubes y reflejos, y nos deja que, por unos breves momentos, podamos disfrutar de su presencia sin que nos hiera ni derribe.
Así, por ejemplo, como cuando desde un casi nada conocido como alcorque se levanta una cinnia en todo su esplendor y le dice al árbol a cuya vera crece: Ves, ya no estás solo, me tienes a mí, como El Principito tuvo un día a su zorro. Puedes contarme cualquier cosa.
Así, por ejemplo, como cuando voy al monte con mi hija y ya su compañía embellece el paisaje y el camino es más alegre y juguetón, más ligero, mejor camino.
Ya veis si es bien sencillo, el placer es principio y fin del vivir feliz. Tan solo es necesario estar un poco atentos.
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| Fuente: Wikipedia |
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| Ejemplar del KM |
Lecciones de epicureísmo no es un libro de autoayuda, aunque buena parte de la filosofía sea en sí misma un esfuerzo magnífico por enseñarnos qué debemos hacer ante determinadas dificultades o cómo reaccionar ante las adversidades. Y para eso, la filosofía clásica tiene un excelente muestrario y magníficos maestros.
El libro es una buena presentación de la filosofía hedonista [nota al margen: en filosofía hedonismo o epicureísmo hacen referencia a la misma escuela de pensamiento]. Y habrá que repetir una vez más que el hedonismo no es eso que se entiende popularmente como la búsqueda exclusiva del placer, vivir de fiesta en fiesta y de lujo en lujo, o hacer cuanto nos viene en gana para satisfacer nuestros deseos. Sin duda, maximizar el placer (hedoné, de ahí el nombre) y minimizar el dolor era el objetivo prioritario de la vida de cualquier persona.
Ahora bien, Epicuro distingue 3 tipos de deseos y nos da normas y argumentos para satisfacerlos y conseguir de esta manera tener una vida más placentera y menos dolorosa:
- Naturales y necesarios: más que deseos podríamos calificarlos como necesidades primarias y biológicas, alimentarse, tener cobijo, descansar. Su satisfacción siempre proporciona satisfacción.
- Naturales y no necesarios: nacen del deseo de los seres humanos de variar y obtener más placer de la vida. Por ejemplo satisfacer el apetito con una exquisita paella y no con un trozo de pan, saciar la sed con un zumo y no con agua, o dormir en la más cómoda de las camas. Estos deseos debemos moderarlos, pues si se convierten en una obsesión, pueden proporcionarnos más disgustos que satisfacciones.
- No naturales y no necesarios: el lujo, el poder, la riqueza, la fama, la gloria, el prestigio, los honores... A estos deseos debemos renunciar desde el primer momento, pues no se sacian nunca, cuanto más tenemos más queremos, y terminan convirtiéndose en una fuente de preocupaciones; es decir, lo contrario del placer.
Sellars recorre bien todas las ideas fundamentales del epicureísmo y dedica un capítulo a cada uno de estos asuntos: la consecución de la serenidad, el placer de la amistad, las razones por las que estudiar la naturaleza y abandonar el infundado temor a la muerte. Naturalmente, no se olvida de citar, cuando corresponde, al mayor de los epicúreos de la época romana, Lucrecio y su magnífico De rerum natura.
En fin, una lectura apta para cualquier persona, tenga o no inquietudes filosóficas. Claro y ameno. Si quienes dirigen la sociedad practicaran el epicureísmo, mejor nos iría a todos.
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