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martes, 10 de marzo de 2020

VIRGILIO

Arma virumque cano. Dicen los expertos que cualquier persona de la época sabía que esas tres palabras correspondían al comienzo de la Eneida. Algo así como lo que hoy ocurre en España con En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme. Tal era la fama de Virgilio y de su obra más universal. Un detalle: entre los muros de la desaparecida Pompeya se han contado hasta ¡cincuenta! citas de la obra de Virgilio (Pompeya: Historia y leyenda de una ciudad romana). También es cierto que hasta hace aproximadamente un siglo cualquier bachiller superior de Europa occidental era capaz de leer al autor latino en su idioma original y hasta citarlo si la ocasión lo requería. 

Así eran las cosas en otro tiempo. ¿Pero por qué deberíamos leer a Virgilio en la actualidad? 

En primer lugar, porque es un clásico (¿Qué es un clásico? ...cualquiera que sea la definición a que lleguemos, no podrá ser tal que excluya a VirgilioT. S. Elliot—) y forma parte de nuestra cultura aunque no seamos del todo conscientes. Un simple y popular ejemplo: timeo Danaos et dona ferentes (Eneida, II, 48, "temo a los dánaos [griegos] aun cuando traen regalos") aparece hasta en un álbum de Astérix.

Porque es una de las obras cumbre de la literatura universal y, sin ninguna duda, el más hermoso de los poemas épicos "cultos", esos que los poetas alejandrinos o neotéricos habían puesto de moda tres siglos antes.

Porque la Eneida consigue plasmar con sus versos el espíritu de una época y eso solo lo consiguen unas pocas obras en la historia de la humanidad.

Porque el autor tiene un dominio de los recursos expresivos de tal magnitud que convierte el texto en uno de los poemas más sublimes que se hayan escrito nunca, modelo de naturalidad y riqueza expresiva para muchas generaciones de poetas.

Porque su obra impregna e insemina todas las grandes literaturas europeas desde el Renacimiento hasta el Romanticismo, desde Garcilaso hasta Goethe.

Hay muchas más razones que se pueden encontrar en cualquiera de los estudios realizados por especialistas, pero la Eneida, las Geórgicas y las Bucólicas me parecen las razones más contundentes. Ediciones hay muchas y muy buenas, tanto en las librería como en las bibliotecas. En internet, también, aunque menos cuidadas.

Quienes tengan dificultades con la lectura, siempre pueden recurrir al audio. Y las sabias y sencillas palabras de un experto como Luis Alberto de Cuenca seguro que animan a leerla:


Por último, La muerte de Virgilio, una de las grandes novelas del siglo XX, también puede ser un buen revulsivo para animarnos a entrar en el mundo virgiliano y descubrir cómo fueron sus últimas horas, enfebrecidas de sueños y temores.

***

NOTA IMPORTANTE: La tertulia del día 7 de abril depende de la evolución de la epidemia para que se pueda celebrar o no.

viernes, 10 de julio de 2009

CLÁSICOS

¡Cómo ha cambiado la forma de escribir en unos pocos años!¡Cómo ha cambiado la forma de leer! Difícilmente soportamos hoy a los clásicos. Nos cuesta una barbaridad sumergirnos en sus páginas, continuar el relato a través de los mil y un detalles que conforman la construcción del personaje, poner atención a las sutilezas con que se va urdiendo la trama, discurrir por los diálogos en los que sus protagonistas nos van exponiendo sus miedos, sus ilusiones y sus fobias, adentrarnos en las descripciones que conforman el espacio vital de los personajes.

Y no me refiero a clásicos de la literatura griega, ni a los clásicos del XVI. Tampoco me refiero a otra cosa que no sea la novela. Doy por supuesto que poesía, teatro o ensayo son manifestaciones supeditadas al mundo académico o intelectual. Me refiero a la novela escrita antes de la mitad del siglo XX. El corte podríamos establecerlo en la Segunda Guerra Mundial. Más o menos.

¿Quién, si no, lee hoy, por ejemplo, La comedia humana, Madame Bovary, Moby Dick, Crimen y castigo, La montaña mágica, El hombre sin atributos o La muerte de Virgilio? Seguramente estas obras sólo son leídas ya por otros escritores o por aquellas personas que están obligadas a leerlas en función de su actividad (investigación, estudio, ensayo…). Cosa de eruditos y asimilados.

No quiero decir con esto que deberíamos leerlas. Cada cual tiene derecho a leer lo que le apetezca. Faltaría más. Simplemente quiero subrayar cómo en tan poco tiempo ha cambiado el hábito lector y la forma de escribir. Porque no es cuestión de número de páginas. Hay grandes tochos actuales que el público devora e, incluso, se convierten en grandes ventas. Es más, me atrevería a decir que la novela paginosa –me acabo de inventar el vocablo- tiene más probabilidades de ser un número uno de ventas, que la flacucha. De hecho, el cuento se lee poco.

Creo que es cuestión de ritmo, de pulso, de aliento; es cuestión de sensibilidad; es cuestión de costumbres. Y es cuestión, también, de imagen, de alegoría. Hoy la masa lectora pide acción, no andarse por las ramas, entrar en el meollo de la historia desde el principio, aunque los meollos sean muchos o los troncos innumerables. Y hoy llevamos mal la metáfora, el símbolo. Pedimos a la historia que nos hable de forma directa y lo más clara posible. Otra cosa es que el símbolo sea una cifra del jeroglífico que la protagonista en cuestión tiene que resolver. Pedimos a la novela que el mar sea mar y no una alegoría del mal, por ejemplo.

Han cambiado, sin duda, muchas cosas. Este mismo blog es una evidencia de los cambios: entradas cortas, menciones breves, apuntes inmediatos. Por eso, desde esta misma entrada, y contra ella, hago una invitación a la lectura de una novela prodigiosa y singular, que requiere tiempo y ganas de leer de otra forma, que nos sumerge, como un sueño, en la vida de Virgilio. Que puede ser, incluso, una invitación a la lectura posterior del clásico latino: La muerte de Virgilio, de Herman Broch.

Atreveos y no os arrepentiréis.
Feliz lectura.

martes, 6 de octubre de 2020

VIRGILIO HACE, HORACIO EXPLICA

Ejemplar de la Biblioteca Central



In verbis etiam tenuis cautusque serendis 
dixeris egregie, notum si callida verbum
reddiderit iunctura novum 
(Ars poetica, vv 46-48)

Tal vez en estos tres versos se condense la tarea más prodigiosa que cualquier poeta pueda hacer: que las gastadas palabras digan cosas nuevas. 

José Luis Moralejo los traducía así: Te expresarás de manera excelente si una combinación ingeniosa convierte en nueva alguna palabra sabida (Arte poética. Gredos, 2008. La edición de la imagen). Aunque el significado es el mismo, a mí me parece más expresiva la traducción de José Carlos Fernández Corte para la introducción a la Eneida que tradujo Espinosa Pólit (Cátedra, 1989): lograrás un verso excepcional si una palabra usada se convierte en nueva por una ingeniosa combinación.

Horacio no se ceñía solamente a esa idea en su Arte poética, daba otros muchos consejos y reflexionaba de la mejor de las maneras para que quienes se aventuraran en el arte de la creación literaria pudieran realizarlo de la mejor manera posible. Sin embargo, quiero detenerme en estos versos porque bien parecen escritos para explicar uno de los mayores logros de su amigo Virgilio.

Cuentan que Agripa, el responsable de la victoria de Augusto sobre Marco Antonio en Accio, tenía cierta dificultad para entender en qué consistía uno de los rasgos distintivos del estilo de la Eneida. Digamos que se sentía perplejo ante los giros que realizaba el mantuano, porque sin utilizar otras palabras que las que la gente utilizaba en la calle, él conseguía nuevos significados.

En realidad, estaba sorprendido con una de las características más brillantes del estilo virgiliano para la que no encontraba palabras, la famosa aparente naturalidad con la que fundó el clasicismo de la poesía romana. El impresionante dominio de recursos expresivos que tenía hizo posible que dotara a la lengua latina de nuevos bríos y esplendores. 

Esa es, precisamente, la tarea más noble y más elevada que puede realizar la poesía. Tarea, claro, que solo está al alcance de unas pocas genialidades. Versos como este son un buen ejemplo:

Sunt lacrimae rerum et mentem mortalia tangunt (Eneida, I, 462).

Y Borges, secuaz ilustre, lo sabía.

lunes, 24 de julio de 2023

EL PODER DE LA LECTURA

Editorial
Existen muchas declaraciones de amor hacia la lectura, incluso libros completos dedicados a ensalzar las cualidades de la misma, pero posiblemente ningún pasaje, ninguna escena que yo haya leído atribuye tanta capacidad de sugestión al texto como la que Dante nos relata al final del Canto V del Infierno.

Pongo el contexto para quien no sepa de qué va la magna obra del italiano: La Divina comedia cuenta el recorrido que realiza el autor por el infierno, el purgatorio y el cielo. En los dos primeros espacios es guiado por Virgilio; en el último, por Beatriz, amor platónico del poeta y alma pura donde las haya. El infierno tiene nueve círculos, nueve sótanos —estamos por debajo de la superficie de la tierra—, cada uno de ellos dedicados a hospedar a quienes se han dejado arrastrar por alguna maligna debilidad, pasión o pecado según la escuela teológica o psicológica en la que nos situemos. En el segundo círculo, piso -2, se encuentran las víctimas de la lujuria.

Allí Dante encuentra una pareja conocida y quiere saber el motivo por el que ha sido castigada a tan lúgubre sitio. Ella, Francesca, le responde (utilizo la traducción de Luis Martínez Merlo):

..."Ningún dolor más grande
que el de acordarse del tiempo dichoso
en la desgracia; y tu guía lo sabe (se refiere a Virgilio).

Mas si saber la primera raíz 
de nuestro amor deseas de tal modo,
hablaré como aquel que llora y habla:

Leíamos un día por deleite,
cómo hería el amor a Lanzarote; (el caballero que se enamora de Ginebra)
solos los dos y sin recelo alguno.

Muchas veces los ojos suspendieron
la lectura, y el rostro emblanquecía,
pero tan sólo nos venció un pasaje.

Al leer que la risa deseada 
era besada por tan gran amante,
éste, que de mí nunca ha de apartarse,

la boca me besó, todo él temblando.
Galeotto fue el libro y quien lo hizo;
no seguimos leyendo ya ese día".

(La negrita es mía)

Contexto que falta: Francesca está casada con Gianciotto, quien tiene un hermano pequeño, Paolo. Paolo y Francesca, por tanto, son cuñados. Estos tres, atención, son personajes reales, coetáneos del autor, como otros muchos que aparecen en la Comedia condenadas a las zahúrdas de Plutón.

Una tarde Francesca y Paolo están leyendo una de esas novelas tan populares en aquella época sobre los amores de la reina Ginebra y del caballero Lancelot. En ella se cuenta que Galeotto ha sido el intermediario, el que ha puesto en contacto a reina y caballero; de ahí el penúltimo verso: en la historia que leen los amantes Galeotto cumplió la función que el libro que están leyendo cumple en la vida de los amantes Francesca y Paolo. 

Magnífica la máxima que guarda el primer terceto. Sublime el último verso: la lectura había despertado tal pasión que ya no hubo otro quehacer ese día sino amarse. ¡Luego habrá quien se atreva a decir que la lectura no sirve para nada!

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viernes, 17 de noviembre de 2023

A VUELTAS CON LOS CLÁSICOS Y CONTRA LA VIOLENCIA

Ejemplar de la biblioteca de Aiete
Los clásicos grecolatinos son una fuente inagotable de inspiración, reflexión y enseñanza. Este título, Pensar como Ulises, de Bianca Sorrentino, es el penúltimo ejemplo de esa afirmación. 

Utiliza la autora con buen criterio y mucha habilidad el juego de citas y alusiones que la literatura y el pensamiento contemporáneo realiza amparándose en las obras clásicas de la literatura griega, y demuestra —una vez más— cómo la mayor parte de los temas sobre los que hoy seguimos dando vueltas —igualdad, justicia, política, violencia, cuerpo...— pueden encontrar socorro si acudimos a las enseñanzas que se esconden en los textos clásicos.

Me gusta especialmente el capítulo 5, En una lucha sin fin, en el que hay un apartado que lleva por título "¿Para qué sirve el canto en tiempos de violencia?" y que, aunque no lo mencione la autora, es evidente que tiene como telón de fondo el famoso dictum de Adorno sobre lo de escribir poesía después de Auschwitz como un acto de barbarie.

Copio un par de párrafos:
 
El arte contiene la realidad además de representarla; y no importa si se hace portadora de verdades parciales o de inauditas mentiras: su poder en todo caso es clamoroso porque toca cuerdas del alma de otro modo inaccesibles. Con seguridad, el relato que escucha Odiseo está plagado de omisiones, malentendidos, interpretaciones más o menos correctas, y, sin embargo, es emotivamente relevante, ya que actúa sobre los puntos clave del olvido y del recuerdo, llena un vacío, recompone los fragmentos, arroja luz sobre el sentido de la verdadera vida encuadrando bien su imagen. el canto de Demódoco, que en el conflicto encuentra su origen y del conflicto es en cierta medida celebración, es necesario para Ulises a fin de recuperar su humanidad, de reafirmar el deseo de paz que ahora motiva su viaje (se está refiriendo al libro VIII en el que Demódoco, cantor ciego, celebra la gesta de Troya. Página 103).

Y en el párrafo siguiente (p 104) dice:

La capacidad que la poesía tiene de despertar el alma de su indolente sopor y llamarla de nuevo a la vida precisamente a partir de las barbaries de la historia es evidente también en la obra del heredero latino de Homero. Según Seamus Heaney, premio Nobel de literatura en 1995, en las Bucólicas es Virgilio quien hace resonar la pregunta que acucia a todos los poetas: "¿para qué sirve el canto, para qué sirve el arte en tiempos de violencia?" (Podéis encontrar la respuesta en Seamus Heaney Virgilio nella Bann Valley).

Sea como fuere, y sin entrar en el debate, Sorrentino ha escrito un hermoso libro en el que se demuestra por enésima vez el valor y la actualidad de los clásicos, así como la impronta que han dejado en los autores contemporáneos. Por si alguien lo ponía en duda.

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sábado, 24 de mayo de 2014

DISTINTAS SON LAS NATURALEZAS DE LOS HOMBRES

Distintas son las naturalezas de los hombres,
distinto su carácter;
mas lo que es bueno y recto siempre es claro.
Las crianzas acompañadas de buena educación
conducen en gran medida a la virtud,
y el sentir respeto es sabiduría.
Y el observar lo debido a la luz de la razón
reporta agradecimiento como recompensa
por cuanto la buena fama
aporta una gloria inmarcesible a la existencia.

No son versos de Virgilio ni de Horacio, no lo son de una obra de Shakespeare; tampoco de algún ilustrado francés, ni de cualquier moralista decimonónico. Tienen casi 2500 años y pertenecen a la tragedia Ifigenia en Áulide, obra de Eurípides, uno de los tres grandes maestros de la dramaturgia clásica griega, junto con Esquilo y Sófocles

Venimos expresando las mismas ideas desde que somos capaces de reflexionar y vivimos en comunidad. Eso sí, las decimos ambientadas en circunstancias distintas y las ponemos en boca de personajes diferentes, pero tenemos la misma sed y nos corroen las mismas pasiones. Los clásicos tenían la ventaja de estrenarlas y la fuerza de lo primigenio recorre sus textos.

Aquí tenéis la adaptación que Gustavo Pérez Puig hizo para Estudio 1:


viernes, 28 de enero de 2011

POESÍA FILOSÓFICA

Últimamente me encuentro muchas veces esta expresión, o bien expresiones semejantes como, por ejemplo, poesía del pensamiento, poesía de las ideas y otras similares. Da la impresión de que algunos poetas practican un tipo de poesía de profunda reflexión (los que se acogen a esta etiqueta) y otros (los que no escriben al amparo de la misma), en cambio, se dedican a expresar banalidades.

No voy a negar que existe una poesía de mayor calidad que otra, esto es evidente hasta para quien nada sepa de poesía, ni la practique, ni le guste, ni la lea. Lo mismo que existen unas películas de calidad y otras que son abiertamente malas; igual que hay un arte maravilloso y un arte deleznable. Y así en todas y cada una de las formas de expresión, en todas y cada una de las actividades humanas. Unas son buenas, otras son malas.

También parece evidente que poesía y filosofía son formas de expresión distintas, aunque en ambas encontremos reflexiones sobre el ser humano y su estar en la vida. Reflexiones que atañen al tiempo, a las relaciones sociales, a la muerte, o a cualquier otro tema sobre el cual queramos arrojar un punto de luz o, simplemente, plantear algún tipo de duda que nos haga revisar de nuevo qué hacemos aquí y para qué lo hacemos.

Lo que no comparto de ninguna manera es esa forma de etiquetar que utilizan algunos críticos, y a la que se suman algunos poetas, para indicar que "esa" poesía a la que se refieren tiene una gran profundidad de pensamiento y, de esta manera, queda inmediatamente elevada a un nivel superior de poesía. O bien colocan la etiqueta para subrayar la capacidad de transmitir ideas que "esa" poesía tiene. ¿Es que, acaso, Homero, Virgilio, Shakespeare, Quevedo y tantos otros que no se encuentran dentro de esa categoría, no transmitían ideas, no expresaban su visión del mundo y de la sociedad en sus poemas? ¿Qué poema no nos ofrece una reflexión sobre lo que nos rodea, aunque no sea un punto de vista compartido?

Es cierto que existe una poesía banal, por manida, tópica, insulsa y repetitiva. Lo que no impide que exprese ideas, aunque estas no merezcan la pena ser expuestas en público. Pero también existe una poesía, una poética y una crítica literaria que, amparándose en el hermetismo, la alusión a grandes nombres e ideas de lustre en la historia del pensamiento o jugando con las palabras más allá de lo comprensible, elabora discursos artificiales y retóricos que nada agregan al acervo común del conocimiento. Ejemplos de esto que digo hay muchos, pero, para no cansar, voy a citar solo uno.

En la antología que la editorial Hiperión preparó sobre la poesía de W. Szymborska (excelente antología, por cierto), aparece un pequeño estudio de la especialista M. Baranowska sobre la obra de la poeta polaca bajo este título: Poeta de la conciencia del ser. (¡Ahí es nada!). En ese ensayo se puede leer: Szymborska escribe para un ser filosófico agraciado, como ella misma, con el sentido del humor (la negrita es mía). Yo creo tener sentido del humor, pero no me considero ningún ser filosófico, a no ser que todo ser humano sea considerado como tal.

La inadecuación me parece aún más notable si tenemos en cuenta que la premio Nobel es una poeta popular, es decir, ampliamente reconocida y leída en su Polonia natal. Poemas suyos se han utilizado para hacer canciones de gran éxito e, incluso, sus poemas son leídos y comentados en las escuelas. Exactamente como a todo escritor le gustaría que ocurriera con su obra. Lo curioso es que Baranowska sabe de la popularidad de la obra de Szymborska (mucho mejor que yo) y, aún así, en esa tendencia laudatoria en la que todos nos dejamos caer cuando algo nos gusta mucho, no puede dejar de recurrir a la palabra filosofía. Da la impresión de que esta palabra nos transporta automáticamente a un nivel superior.

Parece difícil admitir que la sencillez y la adecuación en la expresión es una virtud y no un defecto, ni tampoco una carencia. Parece difícil reconocer que la alusión a intrincadas ideas del pensamiento de algunos pensadores, especialmente del siglo pasado, no eleva el nivel de la expresión poética, sino que la entorpece, la atenaza y la afea. Si se escribe para que los demás lo lean, parece razonable facilitar la lectura y la comprensión de lo que se quiere decir y no entorpecerla con ese deseo de deslumbrar y de dar a entender lo "culta" que es la persona que escribe.

No os abrumo más con mis fantasmas y os dejo un breve poema de Amalia Bautista (podría ser de la misma Szymborka, que tiene muchos, muy buenos y muy sencillos, pero creo que ella ya es suficientemente conocida). El poema hace gala de claridad y al mismo tiempo implica una interesante reflexión sobre el ser mujer, el concepto de castigo, la forma de contar la historia y de mirar a nuestro alrededor:

LA MUJER DE LOT

Nadie nos ha aclarado todavía
si la mujer de Lot fue convertida
en estatua de sal como castigo
a la curiosidad irrefrenable
y a la desobediencia solamente,
o si se dio la vuelta porque en medio
de todo aquel incendio pavoroso
ardía el corazón que más amaba.

miércoles, 13 de abril de 2016

CREO QUE ME ESTOY HACIENDO VIEJO

A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.

                     Lope de Vega


No, no es que me queje de casi todo, ni que me sienten mal las comidas, o que esté obsesionado por la salud. De salud ando bastante bien, aunque, como decía el carnicero de mi barrio, una vez pasados los treinta ¿no esperarás que no te duela nada? Incluso mantengo muchas ilusiones que ya tenía o he descubierto ilusiones nuevas. No, no es eso. Lo que ocurre es que se me van acentuando algunas aficiones que podríamos señalar como aficiones de cierta edad avanzada, más propias de la vejez que de la juventud.

Desde hace algún tiempo empiezo a notar que puedo estar mucho tiempo solo sin aburrirme en absoluto. Es más, puede que me dé cierta pereza acudir a una reunión, a una comida o a algún otro evento social, si estoy leyendo un libro que verdaderamente me interesa. Vamos, que por preferir, prefiero el diálogo con Virgilio al que establezco con mis congéneres vivos. Y esto parece que es un síntoma de vejez.

Y ya puestos a confesar debilidades de socialización, puedo incluso preferir en algunas circunstancias un paseo por el monte en soledad a uno acompañado. Perderme entre la flora y la fauna de un lugar, mientras voy y vengo con mis soledades, es una inclinación que percibo con mayor intensidad con el paso de los años.

Podría decir que si estoy enredado con algún pensamiento que intuyo medianamente interesante, de esos que al principio solemos valorar como estupendos, de los que creemos que se van a plasmar en un precioso poema, en una idea brillante... y que la mayoría de las veces no van a ninguna parte, tengo que hacer un gran esfuerzo para atender al resto de los humanos que me rodean.

Hace años, desde luego, podía abandonar cualquier tarea por una inmersión en un fiestorro, en una juerga o en cualquier otro acontecimiento social. A los veinte, darle vueltas a una idea me producía más aburrimiento que diversión, si no era incluso malestar, y lo consideraba una tarea plana y sin encanto. Si estaba en casa, quería salir de ella. Si me encontraba solo, buscaba compañía. 

Otro tanto podría decir de la música, de alguna música. La clásica sin ir más lejos. Me fastidia tener que dejar de escuchar a Beethoven para enredarme en una reunión de vecinos, por ejemplo. Incluso soy capaz de buscar otra interpretación para comparar cuál de las dos me gusta más, con tal de no acudir a la melodía de las discrepancias.

No sé, amigos, creo que me estoy haciendo viejo. La preferencia de lo armónico sobre lo disonante se acentúa con el transcurrir de los años. O tal vez sea, simplemente, que me he hecho mayor. Sed benévolos y disculpad mis manías.

miércoles, 11 de julio de 2018

ARTE Y MITO. LOS DIOSES DEL PRADO. (La necesidad de leer imágenes)


Después de pasar por Palma de Mallorca y por Oviedo, se encuentra en el donostiarra Museo de San Temo la exposición Arte y mito. Los dioses del Prado.
Como indica el folleto que ofrecen a la entrada, se articula en ocho secciones de carácter temático: Una historia que contar; Los dioses del Olimpo; Espíritus libres; Amor, deseo y pasión; Faltas y castigos; Metamorfosis divinas y humanas; Héroes; y La guerra de Troya. Técnicamente está muy bien montada, pero para disfrutarla cabalmente conviene saber leer lo que cuentan las imágenes. Pongamos un par de ejemplos:


El incendio de Troya. Francisco Collantes. Fuente: Museo del Prado.

No creo que nadie tenga dificultades para reconocer lo que Collantes nos cuenta en esta imagen. Efectivamente, se trata del saqueo de Troya por parte de los griegos. Con el engaño del caballo de madera, consiguieron introducir unos pocos soldados dentro de la ciudad,y estos, aprovechando que los troyanos dormían, abrieron las puertas de la misma al ejército que aguardaba fuera. El final ya lo sabemos. 

Alguien puede preguntarse si la arquitectura urbana representada era la que correspondía a la ciudad de Troya. Desde luego que no. Se explica porque esa era una práctica habitual de la pintura renacentista y barroca, que se utilizaba como forma de aproximar el lejano pasado al espectador. Incluso la alusión a la antigüedad —columna historiada— es una alusión errónea. Pero el detalle más interesante se encuentra en la esquina inferior derecha, y tiene que ver con los cuatro personajes que huyen de la batalla.

Quien haya leído a Virgilio reconocerá rápidamente la escena. Eneas, lo mismo que Antenor, había sido partidario de que devolvieran a Helena y así haber evitado la guerra. Agamenón ve la escena, pero ordena que nadie impida la huida. Aquí vemos cómo Eneas carga con su anciano padre Anquises, mientras su mujer, Creúsa, mira hacia atrás y el hijo de ambos camina asustado entre ellos. Eneas, hijo de Afrodita, héroe por tanto, será el protagonista de otra gran historia que terminará con la fundación de Roma.

El rapto de Europa. Erasmus Quellinus. Fuente: Museo del Prado.
También es muy conocida la fábula del rapto de Europa. Pero no es lo mismo quedarse en el hecho escueto de la identificación de los personajes, que disfrutar con Ovidio, con Heródoto o con el más contemporáneo Graves y saber que este rapto termina en Creta, donde su antigua civilización tiene como elemento central el culto al toro, que Europa era fenicia y que entre las posibles etimologías del nombre se barajan dos: ojos grandes y ponerse el sol. Europa es el lugar por donde se pone el sol para alguien situado en las costas asiáticas del próximo oriente.

Adentrarse en la mitología es entrar en un vasto reino de historias y significados. No estoy recomendando que se acuda a la exposición con una enciclopedia de mitología bajo el brazo. Ir consultando los nombres que aparecen escritos al pie de las obras gracias a la conexión de un teléfono móvil puede resultar francamente provechoso y divertido. Realizar una visita guiada puede ser otro recurso —son gratuitas—. También está la conferencia de presentación que ofrece el comisario, Fernando Pérez Suescun. Cualquier ayuda es buena para poder leer las imágenes y disfrutar mejor del espectáculo.

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Cuando el 28 de octubre la exposición se recoja en Donosti, irá a Zaragoza, Sevilla, Cádiz y, tal vez, a Lisboa.

martes, 17 de noviembre de 2020

LAS TRISTES

Editorial
Era el año 8 de nuestra era y Ovidio estaba felizmente olvidado del mundo y sus problemas en la isla de Capri —ya en aquella época era territorio vacacional—. Recibió la llamada del emperador Augusto. Le convocaba a una reunión. Podemos suponer que no le haría mucha gracia suspender repentinamente su retiro, pero era Augusto quien le llamaba y nadie podía negarse a una convocatoria así. Fue a Roma. Cuanto allí hablaron nadie lo sabe y nunca lo sabremos, porque fue una reunión a puerta cerrada. Conocemos la consecuencia: Ovidio fue enviado al exilio, al extremo oriental del imperio, a Tomis.

Mucho se ha especulado sobre el motivo del destierro. Lo cierto es que como dice uno de los investigadores que con mayor atención se ha dedicado al tema, John C. Thibault, ninguna afirmación sobre la causa del exilio es enteramente satisfactoria. O dicho con lenguaje científico, no hay ninguna evidencia sobre cuál fue exactamente la causa. Podemos suponer a partir de la lectura de Las Tristes (2.103-4; 3.1.51-2, y 3.5.45-52) que el motivo es doble: una composición poética  —seguramente Arte de amar— y una falta que el mismo poeta califica de leve. El caso es que no hay ningún documento que nos permita afirmar nada.

Lo que sí hay es un documento que nos habla de la profunda tristeza en la que quedó sumido Ovidio en un territorio cuya lengua no hablaba —aunque la aprendió con el tiempo—, y que se pasó todo el tiempo escribiendo cartas para conseguir su redención. Las Tristes son la mejor colección de versos para saber de su desolación e incluso de su propia vida, como es la elegía 4. 10: 

Yo soy el cantor de los tiernos amores; posteridad, oye mis palabras si quieres conocer al poeta que lees. Sulmona, abundante de frescos manantiales, es mi patria, que dista noventa millas de Roma. Allí vi la luz, y para que conozcas la época, fue el año en que perecieron los dos cónsules con una muerte igual. Si ello vale algo, heredé el orden ecuestre de mis insignes abuelos, y no debo a la fortuna el título de caballero. No fui el primogénito, sino nacido después de mi hermano mayor, que vino al mundo un año antes. La misma estrella presidió el natalicio de ambos, que festejábamos el mismo día con la ofrenda de dos tortas, y era éste uno de los cinco consagrados a las fiestas de la belicosa Minerva, el primero que se dedica a los combates sangrientos. Nuestra educación comenzó pronto, gracias al celo de mi padre, y asistimos a las lecciones de los maestros insignes de Roma. Mi hermano desde joven se inclinaba a la oratoria, como si hubiese nacido para las tempestuosas luchas del foro; y a mí desde niño me seducían los sagrados misterios, y la Musa en secreto me forzaba a rendirle culto. Muchas veces me dijo mi padre: «¿Por qué pierdes el tiempo en inútiles estudios? El mismo Homero no dejo ninguna riqueza.» Sus consejos me impresionaban, y abandonando todo el Helicón, intentaba coordinar palabras no sujetas a medida, espontáneamente acudían a formar pies cabales, y cuanto intentaba decir lo decía en verso. Entretanto los años resbalaban con pasos silenciosos, y mi hermano y yo tomamos la toga viril; echamos sobre nuestros hombros la púrpura laticlavia, y cada cual siguió su primera vocación. Ya mi hermano mayor había llegado a la edad de veinte años cuando murió, y comencé a carecer de una parte de mí mismo. Entré en el ejercicio de los cargos honoríficos que se conceden a la primera juventud, y fui nombrado triunviro. Me quedaba por conquistar el senado; mas esta carga era muy superior a mis fuerzas, y me contenté con la augusticlavia. De cuerpo poco vigoroso y natural menos apto para trabajos excesivos, y extraño a los impulsos de la turbulenta ambición, las hermanas Aonias, que siempre fueron de mí bien amadas, me convidaban a sus tranquilos ocios. Cultivé y frecuenté la amistad de los poetas de aquel tiempo, y creía ver otros tantos dioses en estos inspirados mortales. Muchas veces el viejo Macer me leyó sus poemas de las Aves y las Serpientes nocivas y las Hierbas saludables; muchas veces Propercio, unido a mí por íntimo afecto, me recitó sus fogosas elegías; Póntico, insigne por sus cantos heroicos, y Baso por sus yambos, se contaban como miembros queridos de mis reuniones, y el armonioso Horacio hechizaba mis oídos al acompañar con la lira de Ausonia sus elegantes odas. A Virgilio apenas le vi, y el avaro destino me arrebató pronto la amistad de Tibulo, que fue, Galo, tu sucesor, como de éste Propercio en la serie de los tiempos. Yo aparecí detrás, el cuarto, y lo mismo que veneré a los mayores, así los más jóvenes me veneraron a mí. No tardó mi Talía en darme a conocer; cuando leí al pueblo las poesías retozonas de mi juventud, sólo me había afeitado dos o tres veces. Exaltó mi numen una mujer celebrada en toda la ciudad, a la que dediqué mis Amores bajo el seudónimo de Corina. Compuse muchas obras, pero las que juzgué defectuosas, yo mismo las castigué entregándolas a las llamas; y antes de partir al destierro, quemé algunas que debían agradar, irritado contra mis estudios poéticos.

Mi tierno corazón, no invulnerable a las flechas de Cupido, se conmovía por la causa más leve, y a pesar de mi temperamento que se encendía con poco fuego, mi reputación no cayó envuelta en ninguna anécdota escandalosa. Casi niño todavía, díéronme una esposa ni digna ni conveniente, cuya unión se rompió en breve. Sucediole la segunda, de proceder irreprochable, pero que tampoco hubo de compartir mi lecho largo tiempo, y la última, que me acompañó basta la vejez, no se avergonzó de llamarse la esposa de un desterrado. Mi hija, dos veces fecunda en su primera juventud, aunque no de un solo esposo, me hizo otras tantas abuelo. Llegó por fin mi padre al término de su existencia, habiendo cumplido noventa años de edad, y lo lloré como él hubiese llorado mi pérdida; poco después pagué el último tributo a mi madre. ¡Felices ambos, sepultados a tiempo para no ver el día de mi condenación, y feliz yo también, porque no les hice testigos de mi infortunio ni les produje la consiguiente amargura! Si detrás de la muerte queda algo más que un vano nombre, y la leve sombra escapa a las llamas de la hoguera, y el rumor de mi falta llegó hasta vosotras, sombras de mis padres, y se juzgan mis delitos en el tribunal del infierno, quiero que sepáis la causa, y es imposible engañaros, que me ocasionó el destierro: fue por imprudente y no por criminal. Esto basta a los Manes: vuelvo a vosotros, espíritus curiosos de conocer los sucesos de mi vida. Transcurridos los años mejores, había llegado la vejez y sembrado de canas mi cabeza; desde mi nacimiento, ceñido en Pisa con la corona de olivo, el vencedor en la contienda de los carros había alcanzado diez veces el premio, cuando la cólera de un príncipe ofendido me obligó a residir en Tomos, ciudad sita a la izquierda del mar Euxino.

La causa de mi sentencia, harto conocida de todos, no necesita la confirmación de mi testimonio. ¿A qué referir la deslealtad de mis amigos, las acusaciones de los siervos y tantas amarguras más crueles que el mismo destierro? Pero mi ánimo se rebeló a sucumbir a tal prueba, y recogiendo sus fuerzas salió al fin victorioso; di al olvido la paz y los ocios de la pagada edad, tomé las armas extrañas a mis hábitos, cuando lo reclamaba la ocasión, y afronté tantos peligros por mar y tierra, como estrellas lucen en el polo que conocemos y el que se niega a nuestra vista, y después de largos rodeos arribé a las playas Sarmáticas vecinas de los Getas, hábiles en lanzar flechas. Aquí, aunque aturdido por el estruendo de las armas en torno mío resuenan, endulzo con la poesía mi triste situación; y aunque no haya un solo oído dispuesto a escucharme, abrevio y engaño con ella las horas eternas del día. Si vivo aún, y conllevo la dureza de mis trabajos, y no he llegado a aborrecer mi penosa existencia, es, Musa, gracias a ti, que me consuelas, que calmas mis inquietudes y alivias mis dolores. Tú eres mi guía y compañera; tú me libras de las riberas del Ister, y me conduces a la cumbre del Helicón; tú, caso raro, me diste en vida un nombre célebre que la fama no suele conceder más que a los muertos. La envidia, detractora de lo actual, no clavó su inicuo diente en ninguna de mis obras; habiendo producido nuestro siglo excelentes poetas, la murmuración no se enconó maligna contra mi ingenio, y si bien reconozco a muchos superiores, no se me reputa inferior a ellos, y soy muy leído en todo el orbe. Si es que encierran algo de verdad los presagios de los vates, no seré, ¡oh tierra!, tu despojo, desde el instante que muera; y ya deba al favor, ya a mis poemas este renombre, benévolo lector, recibe el testimonio legítimo de mi gratitud.

Texto tomado del sitio Imperium. Desconozco quién realizó la traducción.

***

La edición que ha realizado Antonio Ramírez de Verger para Cátedra es muy recomendable, no solo por la cantidad de notas que aporta al texto y por el trabajo introductorio que lo precede, sino porque, además, ha realizado el ímprobo esfuerzo de traducir en verso.

miércoles, 21 de octubre de 2020

POETAS DE GRECIA Y ROMA

Editorial
Ocurre muchas veces que no nos atrevemos a leer a los clásicos porque están ya muy lejos de nosotros, porque creemos que nos vamos a aburrir o porque pensamos que no vamos a entenderlos. Poetas de Grecia y Roma es una magnífica oportunidad para una primera aproximación, es un auténtico regalo para quien todavía no conozca esos textos esenciales que han fertilizado toda la poesía occidental.

Esteban Torre, escritor, investigador y catedrático emérito de la Universidad de Sevilla, se ha encargado de seleccionar y traducir 40 poemas, solo 40 poemas, de siete poetas griegos y siete latinos: Homero, Hesíodo, Safo, Píndaro, Sófocles, Teócrito, el pseudo-Anacreonte, Catulo, Virgilio, Horacio, Tibulo, Propercio, Ovidio y el pseudo-Ausonio. Una especie de antología mínima y esencial de esos textos que ninguna persona medianamente culta debería desconocer. 

Además, todos y cada uno de los autores vienen introducidos por una presentación muy eficaz; breve, pero intensa. De esas que despiertan las ganas de saber más. Se cierra el volumen con un glosario onomástico y mitológico que puede servir de ayuda ante cualquier dificultad que surja durante de la lectura.

Pero si eres de esas personas que conoces bien la poesía clásica greco-latina, esta antología también es un hermoso regalo por la traducción actual y elegante, por la selección verdaderamente acertada y porque es una edición muy cuidada, como si se tratara de cualquier otro libro de poesía actual. Una forma de tener a mano esos textos que solemos consultar muy a menudo, sin el envoltorio de la edición erudita.

Os dejo el último poema de la selección:


COLLIGE, VIRGO, ROSAS

                       De rosis nascentibus


Era la primavera

y, en el amanecer azafranado,

el día respiraba con dulzura

tras un frío punzante.


Una atrevida brisa 
se adelantaba al carro de la Aurora, 
queriendo anticipar 
el caluroso día. 

Vagaba yo por las cruzadas sendas 
de los regados huertos, 
deseoso de vida, 
en las horas primeras. 

Vi la escarcha cuajada, 
colgando de las hierbas que se inclinan, 
o reposando encima 
de las erguidas plantas, 
y las redondas gotas 
jugueteando en una abierta col.

Y vi las rosaledas, 
que disfrutaban del primor de Pesto, 
cubiertas de rocío, 
al renacer la estrella mañanera. 

Alguna blanca perla, 
sobre los escarchados matorrales, 
se desvanecería 
con los primeros rayos de la Aurora. 

No podría saberse 
si es la Aurora quien roba su rubor 
o se lo da a las rosas,
el día con su luz tiñe las flores.

Hay un solo rocío, 
sólo un color, una mañana sólo.
Para estrellas y flores, 
hay una dueña solamente: Venus. 

Quizá también es una su fragancia: 
si aquélla por el aire 
se derrama en los cielos, 
la otra se respira más cercana. 

Diosa común de estrellas y de flores, 
tú, la Reina de Pafos, 
dispones que sus ropas 
estén teñidas con los mismos tonos. 

Era el momento justo. 
Los nacientes capullos de las flores 
se estaban dividiendo 
en segmentos iguales. 

Una está cobijada 
por la cubierta de sus verdes hojas, 
en otra se perfilan 
tenues contornos de la roja púrpura. 

Ésta entreabre las altivas cumbres 
del capitel primero, 
liberando la punta 
de su cabeza grana. 

Aquella desplegaba ya sus velos 
unidos en lo alto, 
pensando en numerarlos 
como sus propias hojas. 

Y entonces, de repente, 
se abrió la gloria del radiante cáliz, 
luciendo claramente 
sus densos granos de azafrán oculto. 

Otra, que rutilaba 
con todo el fuego de su cabellera, 
abandonada por sus mustios pétalos, 
palidece al instante. 

Yo me maravillaba 
de la rapiña del huidizo tiempo, 
viendo que, cuando nacen, 
ya envejecen las rosas. 

He aquí que, mientras hablo, 
se derrumba la roja cabellera 
de la flor rutilante, 
y es la tierra quien brilla con su púrpura. 

Tantas figuras, tantos nacimientos, 
tantos cambios de forma 
en un día comienzan, 
y en ese día acaban. 


Siento, Naturaleza, 
que hayan de ser tan breves tus favores: 
enseñas tu regalo, 
para quitarlo ante los mismos ojos. 

La duración de un día tiene apenas 
la vida de las rosas: 
la juventud y la vejez se unen, 
en instantes fugaces. 

A la que vio nacer una mañana 
la Aurora reluciente, 
al caer de la tarde 
la contempla marchita.

Pero no importa: si en tan corto plazo 
debe morir la rosa, 
prolongará su vida 
con los nuevos retoños. 

Muchacha, coge rosas, 
fresca tu juventud, fresca la flor; 
y piensa que tus años 
son también fugitivos.

***
PS: El libro lo publicaron en 1998 el CSIC y la Universidad de Huelva bajo el título de  La poesía de Grecia y Roma. Ejemplos y modelos de la cultura literariaLo podéis descargar, la propia universidad lo ha colocado en el Repositorio Arias montano. Así podréis ver la importancia que tiene la disposición del verso. Aunque parezca una cuestión baladí, no es lo mismo leer un poema donde las palabras respiran y el verso se hace natural, que un poema en el que las palabras se amontonan y el significado difícilmente establece relaciones con el significante.

jueves, 13 de diciembre de 2012

LUCIANO DE SAMÓSATA

Luciano de Samósata es uno de esos hallazgos reconfortantes. No aparece normalmente en los manuales de Literatura Universal y hay que irse a los de Literatura Griega para encontrar alguna referencia. Vamos, que no es un Homero, un Virgilio o un Horacio. Y, sin embargo, estoy seguro, un lector corriente actual, no culto ni académico, podrá disfrutarlo como disfruta de cualquier otro relato contemporáneo.

Este satírico, este humorista del siglo II d.C. tiene un estilo fácil, ligero, ameno, en ocasiones brillante, siempre divertido, que convierte la lectura de sus relatos en un pasatiempo de lo más agradable. De los títulos que recoge el libro que aparece en la foto (Relatos fantásticos, Ícaromenipo o Menipo en los cielos, Cuentistas o el descreído, El gallo y Lucio o el asno) el menos atractivo para el lector actual será, sin duda, el primero, porque aún representando un portentoso ejercicio de imaginación para la época, carece de historia, de argumento. El resto no sólo tienen un divertido guión, sino también una abundante descarga satírica que parece increíble por su actualidad y frescura. Luciano es algo así como el Voltaire o el Swift del siglo II. De hecho, Cuentistas o el descreído merecería ser el texto oficial de presentación de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico.

Termino esta rápida presentación con las palabras del autor que sirven de cierre al referido relato:
Resistamos (a las supersticiones, al irracionalismo, a la superchería), amigo, usando como potente revulsivo contra estos males la verdad y el sentido común: con él no hay peligro de que nos asusten esas patrañas vanas y vacías.

Feliz lectura.

sábado, 21 de marzo de 2020

CÁNTICO ESPIRITUAL, AMANCIO PRADA Y LA OyCdeRTVE

Hoy, 21 de marzo, Día Mundial de la Poesía, debería celebrarla con un par de recitales programados hace ya mucho tiempo. La pandemia que afecta a todo el mundo, y que nos mantiene recluidos en nuestras casas, es la responsable de que no pueda hacerlo tal y como lo habíamos planeado. Pero puedo (podemos) seguir celebrando la poesía desde el encierro. 

Una de las obras más hermosas jamás escritas en castellano es el Cántico espiritual. Amancio Prada y la OCRTVE, bajo la dirección de Fernando Velázquez, realizaron esta interpretación el 26 de diciembre de 2015, año del IV centenario de Teresa de Jesús, lo que sirvió para que se interpretaran también poemas de la gran mística carmelita y compañera espiritual de Juan de la Cruz.


Que el bálsamo poético, hermanado con la música, os ayude a sobrellevar estos momentos. Por cierto, las palabras de Virgilio también resuenan aquí.

miércoles, 24 de febrero de 2016

TE DOY MI CORAZÓN PARA QUE LO EXAMINES

—¿Quién leerá esto?
¿A mí me lo dices? Nadie, por Hércules.
—"¿Nadie?"
Puede que dos o... quizás nadie.
—"Vergonzoso y deplorable".

                             Traducción de Rosario Cortés Tobar

Así comienza la Sátira Primera de Persio, la que dirigió contra los malos escritores. ¿Augurio de su propia obra? No, por cierto, ya que fue un autor muy apreciado en otras épocas, aunque hoy sea prácticamente desconocido, como lo es, tristemente, cualquier otro clásico, ya estemos hablando de escritores tan grandes como Virgilio, Lucrecio o el mismísimo Homero, o bien de otros menores como el mismo Persio.

No pretendo lamentarme sobre los caprichos de la cambiante moda de los gustos literarios —que cada cual mantenga los suyos—, ni sobre el abandono de los estudios clásicos en la actualidad. Tan solo traigo hasta aquí un verso magnífico de Persio para darle hoy publicidad y sacarlo de paseo a la plaza, no sea que se nos pierda en el armario insondable de los eruditos.

El conocimiento, la cultura, cualquier manifestación artística de calidad debería ser siempre patrimonio de toda la humanidad. A veces, por desidia, por olvido, por moda o por impotencia, se nos van perdiendo cachitos de ese patrimonio común y nos vamos quedando un poquito más pobres de espíritu. Que no se nos pierda Persio ni su glorioso


Te doy mi corazón para que lo examines




domingo, 25 de octubre de 2020

TEMPUS FUGIT


 Poema visual hallado en la ciudad de Glasgow (Killermon St, frente a una de las entradas de la Estación de Autobuses Buchanan): 

Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus
Virgilio, Geórgicas, Libro III, v. 284.


viernes, 6 de septiembre de 2024

RUTA CLAUDIO RODRÍGUEZ

Instituto donde estudió el poeta.

A pesar de su extraordinaria brevedad –tan sólo cinco libros-, la trayectoria poética de Claudio Rodríguez es una de las mejores y más acabadas muestras de poesía concebida y realizada como modo de conocimiento, no sólo porque en cada uno de sus libros asistamos a un proceso –con sus dudas, tanteos, contradicciones, misterios y claridades- de conocimiento por vía de la escritura, sino también porque el conjunto de los mismos forma un proceso general más amplio en el que se van desenvolviendo y modulando diferentes aspectos del conocimiento poético. El resultado final será un universo poético unitario, trabado y dialéctico en cuya creación cabe distinguir varias fases, una por cada libro publicado. Por lo demás, este proceso lleva aparejado una serie de transformaciones paralelas y progresivas en los distintos planos de la expresión: lenguaje poético y sistema imaginario, tono general, métrica, ritmo, lo cual hace que desde el punto de vista evolutivo, su trayectoria sea también una de las más atractivas, sólidas y coherentes de todas las promociones poéticas españolas de posguerra. 

Luis García Jambrina. Hacia el canto de Claudio Rodríguez.

Fue a mediados de los 90 cuando tuve conocimiento de la poesía de Claudio Rodríguez gracias a esa excelente antología que preparó su paisano con motivo del Premio Reina Sofía. Luego llegó el recital que preparamos con su Don de la ebriedad el año de su muerte. Después vino la tertulia que le dedicamos en 2004. Si pasaba por Zamora para dejarme llevar por sus encantos, era inevitable llevar sus poemas y recrear sus pasos. 

No he tenido que realizar ningún esfuerzo de investigación ni documentación gracias a que la ciudad —no siempre es así— lo aprecia y lo recuerda. Existe una ruta literaria que te ofrecerán con todo cariño si preguntas por ella en cualquiera de las oficinas de información turística. Es la misma —ahora mismo lo he descubierto— que la que la página dedicada al poeta elaboró en su momento. La única diferencia es que en esta última encontrarás los audios que acompañan a los textos y a las fotografías, junto con lectura de fragmentos más amplios que los que aparecen escritos. 

Todo es nuevo quizá para nosotros.

El sol claro-luciente, el sol de puesta,

muere; el que sale es más brillante y alto

cada vez, es distinto, es otra nueva

forma de luz, de creación sentida.

Así cada mañana es la primera.

Para que la vivamos tú y yo solos,

nada es igual ni se repite. Aquella

curva, de almendros florecidos suave,

¿tenía flor ayer? El ave aquella,

¿no vuela acaso en más abiertos círculos?

Después de haber nevado el cielo encuentra

resplandores que antes eran nubes.

Todo es nuevo quizá. Si no lo fuera,

Si en medio de esta hora las imágenes

cobraran vida en otras, y con ellas

los recuerdos de un día ya pasado

volvieran ocultando el de hoy, volvieran

aclarándolo, sí, pero ocultando

su claridad naciente, ¿qué sorpresa

le daría a mi ser, qué devaneo,

qué nueva luz o qué labores nuevas?

Agua de río, agua de mar; estrella

fija o errante, estrella en el reposo

nocturno. Qué verdad, qué limpia escena

la del amor, que nunca ve en las cosas

la triste realidad de su apariencia.

Toda la ciudad y su entorno se presta a leer los poemas de Claudio Rodríguez en voz alta, a dejarse llevar por el fluir de las aguas del Duero, que tienen el mismo ritmo que los versos del poeta, a quedarse enamorado de su luz, del color de sus piedras y del aire limpio y transparente en que palpita. Pero había un lugar y un óleo por los que sentía especial curiosidad: el bar La Golondrina y el lienzo de Antonio Pedrero.


El folleto de la ruta ofrece esa imagen y este texto: Antonio Pedrero, hijo de Virgilio Pedrero y Carmen Yéboles, inmortaliza en esta obra a los personajes singulares que frecuentaban el bar de sus padres, La Golondrina, entre los que se encuentra Claudio Rodríguez con sus amigos. Un enjambre humano muy singular de Zamora, que se reunían en la barra del bar de sus padres, donde el artista trabaja y observa. Finaliza el cuadro el último día de diciembre de 1960 y se cuelga en una pared del Bar, acudiendo muchos zamoranos en peregrinación desde los primeros días.

La obra fue adquirida por Caja España e instalada en la sucursal de la calle San Torcuato.

Las consultas sobre el cuadro de Antonio Pedrero nos habían llevado a averiguar que el cuadro no se encontraba ya en ninguna sucursal bancaria, sino en este estupendo Teatro Ramos Carrión, que estaba cerrado. 

La suerte quiso que al pasar por allí la tarde del martes, hubiera luz en la taquilla y que dentro de ella estuviera una persona especialmente amable. Pregunté si era posible que nos abriera la puerta para acceder al vestíbulo y ver el cuadro. Sandra, que así se llama la encantadora mujer, dejó el trabajo que estaba realizando y nos franqueó la entrada, pero advirtió un poco compungida que no podía dar la luz y la que había dentro, dada la hora y la falta de ventanales era muy escasa. Yo no llevaba trípode y el resultado es este: 

Sin embargo, su atención no se paró ahí. Nos indicó que el bar original ya no existía y nos dijo dónde podíamos ver una reproducción en la que, además, aparecían los nombres de todas las personas que en él están recogidas. Hacia allí nos dirigimos encantados con la atención y con la información que Sandra nos ofrecía. Y en la Taberna La Z nos encontramos con la imagen. Está hecha con el móvil, pero se puede ampliar.

La ruta, para alguien que tenga como afición la poesía y, en especial, la de Claudio Rodríguez, merece la pena.

Y mil gracias, Sandra, por tu inestimable ayuda. 

***