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Editorial |
Manuel Machado (1874-1947) fue un poeta de gran aceptación y reconocimiento antes de la desgraciada guerra civil, tuvo otro momento importante en los años 80 del pasado y hoy vuelve al olvido, aunque el esfuerzo conjunto de José Luis García Martín y la editorial Renacimiento hagan esfuerzos por resucitarlo. Cada vez que las dos Españas sacan a relucir sus diferencias el mayor de los Machado se resiente. Una de esas dos mitades le niega el pan y la sal por los poemas que escribió —obligado o no por las circunstancias— ensalzando la figura del dictador. Pero la calidad poética y la capacidad para abordar y expresar en pocos versos los grandes temas existenciales que afectan a todos los seres humanos están presentes en la mayor parte de su obra. Es curioso que se descalifique a Manuel por un puñado de poemas y, sin embargo, se guarde silencio sobre los poemas panfletarios de Antonio.
ADELFOS
Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron
soy de la raza mora, vieja amiga del Sol,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el alma de nardo del árabe español.
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer…
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna…
De cuando en cuando, un beso y un nombre de mujer.
En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos…;
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.
Besos, ¡pero no darlos!. Gloria…, ¡la que me deben!.
¡Que todo como un aura se venga para mí!.
¡Que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a elegir!.
¡Ambición!. No la tengo. ¡Amor!. No lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve… Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce, ni adoro la virtud.
De mi alta aristocracia, dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón…
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.
Nada os pido. ni os amo ni os odio. Con dejarme,
lo que hago por vosotros, hacer podéis por mi…
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir!…
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer…
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!.
MELANCOLÍA
Me siento, a veces, triste
como una tarde del otoño viejo;
de saudades sin nombre,
de penas melancólicas tan lleno…
Mi pensamiento, entonces,
vaga junto a las tumbas de los muertos
y en torno a los cipreses y a los sauces
que, abatidos, se inclinan… Y me acuerdo
de historias tristes, sin poesía… Historias
que tienen casi blancos mis cabellos.
LOS FUSILAMIENTOS DE LA MONCLOA
Él lo vio... Noche negra, luz de infierno...
Hedor de sangre y pólvora, gemidos...
Unos brazos abiertos, extendidos
en ese gesto de dolor eterno.
Una farola en tierra casi alumbra,
con un halo amarillo que horripila,
de los fusiles la uniforme fila
monótona y brutal en la penumbra.
Maldiciones, quejidos... Un instante,
primero que la voz de mando suene,
un fraile muestra el implacable cielo.
Y en convulso montón agonizante,
a medio rematar, por tandas viene
la eterna carne de cañón al suelo.
Esta es mi cara y ésta es mi alma. Leed:
Unos ojos de hastío y una boca de sed...
Lo demás... Nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...
Calaveradas, amoríos... Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía...
¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no lo he sido:
ni gozo lo ganado ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres... —sin ser un Tenorio, ¡eso no!—,
tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.
Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la gente...
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza,
más que la voluntad, la fuerza, la grandeza...
Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,
a olor helénico y puro, lo chic y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna.
Medio gitano y medio parisién —dice el vulgo—,
con Montmartre y con la Macarena comulgo...
Y antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.
Es tarde... Voy deprisa por la vida. Y mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo prisa.
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