Vaya por delante que lo que más aprecio del pensamiento de Nietzsche es la defensa de la vida contra la presión que sobre ella ejercen el Estado, la economía y la moral tradicional. Sin embargo, me falta imaginación para los experimentos mentales y soy más dado a la expresión clara y precisa que a la barroca. Nunca he empatizado con la idea nietzscheana del eterno retorno de lo mismo ni sus derivaciones trascendentales; la filosofía es una de mis pasiones, pero no la especulación que se pierde en la retórica o en la metafísica; y en cuanto a la ética, soy partidario de la que se construye desde el diálogo y la negociación.
Dicho esto, me sorprendió tanto como me agradó encontrarme con la refutación que Georg Simmel hizo de la idea del filósofo de la voluntad de poder.
Supongamos que hay tres ruedas de igual tamaño, girando sobre el mismo eje, un punto marcado en la circunferencia de cada rueda, y estos tres puntos están alineados en una línea recta. Si la tercera rueda gira dos veces más rápido que la primera, y si la velocidad de la segunda rueda es 1/π de la velocidad de la primera, la alineación inicial nunca volverá a ocurrir (Walter Kaufmann, Nietzsche: Philosopher, Psychologist, Antichrist, 1974. p 327).
Imagen tomada del artículo de Alfonso Araujo |
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