A veces el tiempo no da para casi nada y, en otras ocasiones, nos sumerge en un torbellino de sensaciones de tal forma que cuando aún estamos paladeando las primeras gratificaciones de lo que tenemos delante, nos sumerge sin solución de continuidad en otras y otras más.
El estupendo fin de semana pasado me ofreció el evento Naukas 2016 con un torbellino de exposiciones en torno a la ciencia. Algunas buenas, otras muy buenas y otras más excelentes. ¡Qué bien y qué divertido lo hacen!
Cuando todavía tenía el sabor naukas en los labios, me vi sumergido en la naturaleza más apacible y silenciosa de esa tierra próxima a Bilbao que son las Merindades. Allí las señales de que el verano toca a su fin y de que el otoño está empezando a manifestarse eran más que evidentes. El cólquico me lo recordaba por doquier. También la mantis que se acercaba a casa y parecía solicitar un vasito de agua para calmar su sed.
No había abandonado el siempre grato sosiego de la naturaleza, cuando ya me encontraba zambullido en las oníricas imágenes de El Bosco. La exposición me ha encantado, pero soy un rendido admirador del artista y poco hace falta para que me guste. Pero lo que me ha parecido un maravilloso acierto es la vídeoinstalación Jardín infinito. Una manera espectacular de meternos en una obra con la colaboración de un diseño técnico impecable y una música perfectamente adecuada. Todo un acierto.
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