Allí están ellos, en la zona alta de la campa, escrutándolo todo, dispuestos a no perderse detalle de cuanto acontece a su alrededor, sopesando con mirada estética el volumen de la piedra, intentando dirimir la profundidad del aire, tanteando las posibilidades del corten y la luz.
Y en medio de tanta propuesta humana, de repente, silenciosa y humilde, se alza la naturaleza. Miles de veces se ha ensalzado la magnífica ubicación del museo. Conozco gente que ha ido hasta él para disfrutar del medio natural en que se encuentra y deleitarse con el sosiego que trasmite.
No obstante, creo que no me equivoco si digo que hasta ahora nadie ha reparado en que entre todos esos encantos hay otros cuantos más esparcidos por algunas de sus piedras. Son estos pequeños seres vivos que acuden a celebrar la belleza desde la profundidad de los tiempos.
Efectivamente, son fósiles, pequeños animales marinos de otra época geológica convertidos en piedra, que atestiguan con su presencia la extraordinaria cadena de la vida. Otro motivo más para descubrir Chillida Leku. Búscalos.